• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Editor del Grupo Diariocritico.

La fiesta del hermanamiento

Por Fernando Jauregui

Asisto a la cena de la entrega del premio Planeta de novela, en Barcelona. 

He llegado por la tarde en un AVE repleto de escritores procedentes de Madrid: Nativel Preciado, Marta Robles, Ernesto Ekaizer, viajan  en mi mismo vagón. Muchos otros, en los demás. Periodistas 'de Madrid' viajan a la Ciudad Condal para estar presentes en el galardón literario más importante de España, un acto al que asiste el president de la Generalitat, el mismísimo Artur Mas que, por la mañana, ha protagonizado un sonoro episodio al ir a declarar ante el juez por haber organizado la 'consulta independentista de cartón' del 9 de noviembre pasado; a su lado, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, que a su derecha tiene al líder de Ciudadanos, Albert Rivera y, enfrente, al matrimonio formado por Meritxell Batet, de la ejecutiva del PSOE, y su marido, el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, obviamente del PP. Curiosa mezcla la de la mesa presidencial, completada por el presidente de la editorial Planeta, que ha hecho saber a quien ha querido escucharlo que la empresa abandonaría la sede central de Barcelona, para trasladarse a Madrid, si el proceso independentista se consumara.

   Tengo para mí que el espectáculo, que se repite cada año sin estridencias y sin demasiada intriga -los nombres de la ganadora y del finalista han circulado ampliamente por toda Barcelona y por media España desde hace horas--, tiene mucho que ver con esa concordia entre Cataluña y el resto de España que por la mañana se desmentía ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. La política crea problemas que la cultura, la empresa y la sociedad civil solventan. Una socialista catalana, como la señora Batet, y un  'popular' cántabro, como Lassalle, se casan, se presentan juntos en un acto como este, y nada ocurre: ¿por qué habría de ocurrir? Y lo mismo cuando tomas un taxi, vas a comprar cualquier cosa, acudes a un museo o a un restaurante, incluso aunque no se trate de Barcelona, ciudad cosmopolita donde las haya, sino de otro punto de Cataluña, aunque sea Girona, provincia que, dicen -menuda tontería--, está 'perdida para la causa'.

   Vas, te sientas en una de las mesas del Palau de Congresos de Barcelona, donde tiene lugar la cena de la entrega de los premios, más de un millar de personas procedentes de-toda-España y te preguntas: ¿dónde está el problema? Pues resulta que, una vez más, hemos de constatar que los problemas los crean los políticos, tal vez para resolverlos posteriormente... o no. Y, a veces, esos problemas incendian a los medios de comunicación, a los letreros de las tiendas, y acaban en enconamientos absurdos en el seno de las familias. Y en un fraccionamiento social como el que, por las mañanas -menos, me parece, por las tardes, mucho menos por las noches--, vive Cataluña.

   Decía Unamuno que el carlismo, enfermedad cerril y medieval, se curaba viajando. Yo creo que muchos problemas de incomunicación entre Cataluña y el resto de España, entre el resto de España y Cataluña, se diluirían en el AVE o en el puente aéreo. No he visto problema lingüístico ninguno a bordo. Tampoco en la cena del Planeta, a la que Artur Mas asiste silente y con esa media sonrisa que últimamente se le ha puesto entre malévola y -Dios y la Generalitat me perdonen- bobalicona. No sé, si a su lado, Sánchez y Rivera, que se fotografían juntos muy a gusto, han concluido un futuro pacto de Estado; yo creo que el clima de concordia del Planeta, con todos los claroscuros que usted quiera, propicia los acuerdos. Echo de menos por aquí al adusto Rajoy o, al menos, a Soraya Sáenz de Santamaría, que ha ganado no pocos enteros con su baile en El Hormiguero. Se baila poco por aquí, se habla menos y se piensa casi nada. Menos mal que existen los novelistas, los premios que se dan en Barcelona a ciudadanos del mundo -incluso de Madrit--, el AVE y el aeropuerto de El Prat. De lo contrario, solamente nos quedarían los rencores de la plaza de Sant Jaume y quienes habitan sus principales despachos. Y la estulticia predominante en algunos despachos de Madrit.


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