• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / Editor del Grupo Diariocritico.

Ausencias casi seguras en la fiesta de las 'cuatro españas'

Por Fernando Jauregui

Me confieso un asiduo en las recepciones de la fiesta nacional, de la misma manera que acudo a cuanto acto potencialmente informativo puedo: creo en el periodismo presencial.

Y, sin duda, la congregación previsible en el Palacio Real este lunes, celebrando la fiesta nacional, puede ser tan de órdago como aquella, más de mil quinientas personas, que marcó la jornada de la entronización de Felipe VI, hace dieciséis meses: aglomeraciones y una cola de hora y media para dar la mano al nuevo jefe del Estado y a doña Letizia Ortiz, flamante y atípica reina de España.

Así que este año, en el interior del Palacio Real, vamos a vernos las caras muchas personas que solamente nos encontramos de año en año, pero esta vez acaso con más motivo que nunca, porque andamos en precampaña electoral y, sobre todo, porque la unidad del país pasa por momentos inestables: no es que esté amenazada, entiendo, pero va a evidenciarse, más que nunca, el fraccionamiento de la España oficial y real (y republicana, desde luego).

Hace tiempo que padezco una cierta obsesión por la idea de la convivencia de las dos Españas. O de las cuatro Españas. La primera España, no solo oficial, que va a la fiesta nacional, que quiere saludar a un Rey que simboliza muchas esperanzas; y que incluye, desde luego, a los centenares, quizá miles, de espectadores que curiosean desde fuera quién entra y quién sale de la explanada del Palacio Real. Y a muchos más, claro.

Mayoría a veces no tan silenciosa, que aplaude a muchos de los que pasan y ocasionalmente abuchea a otros que están en baja. Aunque, claro, una mayoría mucho mayor, valga la aparente contradicción, es la que 'pasa' de casi todo, y ni estará ni se la espera en los alrededores, físicos o morales, de los fastos o de los antifastos. ¿Es esta, algo indiferente a cuanto ocurre, a los problemas, a los retos y a los buenos y malos augurios, la 'tercera España'?

Y luego está la España, la segunda, que, simplemente, desdeña de manera activa asistir a la llamada del Rey y de la idea de un país que quiere seguir figurando entre los grandes y prósperos de la tierra. Son las ausencias, por desprecio, despecho, soberbia, desidia, rechazo frontal o indiferencia, a las que aquí me refiero. Y conste que me inquietan más las incomparecencias de ciertos presidentes autonómicos, que quizá se crean más que nadie, y las de ciertos ex presidentes del Gobierno de la nación, que puede que habitualmente hayan tenido cosas más importantes que hacer, que los casi para ellos obligados portazos en las narices reales de los líderes nacionalistas y separatistas. O de la izquierda-de-la-izquierda. O de algunos artistas o comunicadores famosos, que públicamente dicen no sentirse sino ciudadanos del mundo, más que españoles.

Que Pablo Iglesias se haya procurado otro cuarto de hora de popularidad proclamando, tras 'equivocarse' denunciando que no había sido invitado, que no asistirá al acto de este lunes, es lógico, aunque bien me hubiera gustado que la decisión del líder de Podemos hubiese sido la contraria. Allá él, porque los más buscados de la jornada serán Albert Rivera, que saborea las mieles de las encuestas, Pedro Sánchez y, claro, Mariano Rajoy, que protagonizará, se supone, algún corrillo con los periodistas que por allá pulularemos, especialmente ahora que se ha colocado en 'modo simpático'.

Que ni Artur Mas, ni los representantes de Convergencia --ni, claro, los de sus inminentes aliados de la CUP, que son toda una referencia estética del antisistema_- vayan a ir, nos exime del infarto que nos provocaría verles por los corredores del Palacio Real; aunque Dios sabe lo que a muchos nos alegraría verles, como a los del PNV, o hasta a los de Bildu, integrados en una fiesta de unidad, más allá de ideologías territoriales o de derecha o de izquierda.

Pero eso no deja de ser una utopía que alguno de esos comentaristas feroces, instalados en cualquiera de las dos Españas primigenias, calificarían despectivamente de 'buenismo': ¿cómo van a festejar la unidad quienes quieren el fraccionamiento?.

Claro, no todo el país cabe en el Palacio Real. No caben, por lo visto, los abandonados por la fortuna, los que peor lo están pasando, que siguen demasiado olvidados en las preocupaciones más urgentes de los representantes de la ciudadanía y sus instituciones, cuando deberían ser los primeros en el recuerdo y en la preocupación. Ese país preterido es el que habría que tener muy presente cuando se conmemora el día de la fiesta nacional, desfiles militares incluidos. O sea, la 'cuarta España', una larga nómina en la que quizá quepan millones de personas, de compatriotas, de inmigrantes --que también son compatriotas, cómo no--.

Así que, si usted lo mira bien, hay tres Españas, tres de cuatro, que no van a participar, por unas u otras razones, en la jornada de la fiesta nacional. Un diagnóstico apresurado se me ocurre para definir esta situación: preocupante. Porque esto no ocurre, que yo sepa, en las naciones más destacadas del mundo, orgullosas de su bandera, de su himno, de sus costumbres.


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