• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Editor del Grupo Diariocritico.

Aquí arrasamos con todo; hasta con Guindos

Por Fernando Jauregui

Me preocupó bastante la sesión de la comisión de Economía celebrada el martes en el Congreso de los Diputados, en la que el ministro de Economía (y de no sé ya cuántas cosas más) en funciones, Luis de Guindos, fue severamente vapuleado por diputados de la oposición, a cuenta de sus explicaciones por el fallido nombramiento del ex ministro José Manuel Soria como director ejecutivo del Banco Mundial.

Socialistas y Podemos no solamente pidieron la dimisión de Guindos, sino que solicitaron también la de la presidente de la Cámara Baja, Ana Pastor, por el hecho de que Guindos compareciese en comisión, y no en un pleno de control parlamentario al Gobierno.

Pensando, como pienso, que un Gobierno en funciones está obligado, a reserva de lo que diga el Tribunal Constitucional tras sus elefantiásicas deliberaciones, a someterse a las sesiones de control parlamentario, no puedo, sin embargo, reprobar la actuación de la señora Pastor que, a petición de Mesa y portavoces, convocó un pleno, para que, a continuación, el Ejecutivo, que niega que, estando en funciones, haya de someterse al control parlamentario, rechazase la comparecencia de Guindos. Comparecería, eso sí, en comisión, pero no en el pleno. Es decir, dando las mismas explicaciones, sometiéndose a todas las preguntas de los parlamentarios de la oposición, teniendo frente a sí a todas las cámaras de televisión que cubren estos 'espectáculos' (que no son pocas cámaras) e incluso siendo transmitido en directo por el Canal 24 horas y por varias emisoras de radio y periódicos digitales.

No era tan grave el hecho concreto de que el ministro de Economía en funciones permaneciese cuatro horas en la comisión -otra cosa es que a mí no me convencieran sus nada autocríticas explicaciones sobre la fallida designación del dimitido y polémico Soria- y no acudiese al pleno. Lo que me parece indignante es el retraso del Constitucional en dictaminar acerca de si el Ejecutivo, estando en funciones, tiene obligación (o no, como sostiene firmemente la vicepresidenta y abogada del Estado Sáenz de Santamaría) de someterse al control parlamentario de rigor. Que Ana Pastor, al saber que Guindos no acudiría al pleno dedicado en exclusiva a analizar su gestión, suspendiese esta sesión plenaria, parece coherente, por cuanto hubiese resultado ridículo convocar un pleno de la Cámara Baja sin que se presentase el personaje a ser interrogado.

Me parece, por tanto, prematuro y propio de una forma de hacer oposición nerviosa, pedir que dimita quien encarna el número tres en el protocolo del Estado, es decir, Ana Pastor. Tampoco entendía muy bien la exigencia de dimisión de Guindos, que puede ser el máximo responsable técnico de la designación de Soria -que sin duda Rajoy conocía--, pero que, con su marcha atrás en este 'affaire', mostró reflejos y una cambio de opinión que, pese a ser cosa de sabios, no hizo palpable, sin embargo, en su comparecencia ante Sus Señorías.

Poco a poco, en este período tan políticamente aberrante, vamos arrasando con todo, entre las cicaterías y los errores del Gobierno, las frivolidades en el Legislativo y la forma de actuar destructivamente contra lo que se mueva de algunos en la oposición, empeñada siempre en sacar a pasear las peores hemerotecas ajenas. Y, así, estamos creando un conflicto entre el Ejecutivo y el Legislativo, para no hablar ya de las cosas que se dicen del Judicial: hay que ver, sin más, la que se ha montado porque vaya a ser el magistrado y ex fiscal general Cándido Conde Pumpido ("un tipo afecto al socialismo", clamaba un diputado 'popular') quien vaya a dictaminar en el 'caso Rita Barberá'. Aquí, simplemente, no se respeta la presunción de inocencia no ya de la ex alcaldesa de Valencia, sino ni siquiera la de los jueces.

Si a todo ello le añadimos el desgaste que las fuerzas políticas están imponiendo al jefe del Estado, limitado al máximo su papel por una Constitución que hay que reformar urgentemente -sí, pero ¿quién?, ¿con qué Gobierno?- y la nula función que desempeñan otras importantes instituciones, como el ya mentado Tribunal Constitucional, nos encontramos con un pavoroso panorama político verdaderamente desolador, que merma el prestigio de España como nación, que socava la unidad territorial -dentro de medio mes se va a producir un hecho claramente ilegal, inconstitucional, desde la Cataluña oficial- y acabará teniendo repercusión también, aunque ahora no lo parezca, sobre la economía, como sugiere un Luis de Guindos bajo los focos. Y que este miércoles lanzaba multitudinariamente su libro 'España amenazada', presentado y prologado por Mariano Rajoy: un acto en el que callaron muchas de las voces críticas que, desde el partido en el que trabaja pero en el que no milita, atacan estos días inmisericorde, pero subterránea y arteramente, a Guindos.

Un hombre que, por cierto, llegó a sonar como posible vicepresidente económico e incluso como 'presidenciable' en el caso de que la figura de Rajoy acabase siendo completamente inaceptable para llegar a un acuerdo de investidura con la oposición, que presenta un duro frente de batalla al presidente 'popular'. Tal vez por todo eso los afilerazos a Guindos. Tal vez por eso todo el barullo a cuenta de su comparecencia parlamentaria por un caso lamentable, erróneo, impresentable, pero, en comparación con otros asuntos, menor, como la designación de José Manuel Soria para el Banco Mundial.

Bueno, por todo eso, y por hacer sacado un libro -un librito, en realidad- atribuyéndose méritos a la hora de evitar el rescate económico, que son méritos que a veces se quieren atribuir otros. En España, decía Larra, escribir es llorar. Sobre todo, si eres ministro y estás en funciones en medio del torrente y, sin embargo, eres el único que parece tener iniciativas. Y, para colmo, vas y escribes un libro -no he concluido de leerlo, así que me ahorro la crítica- en cuya multitudinaria presentación la gente 'de orden' se pelea por encontrarse en los pasillos del cotilleo, que es lo que se lleva ahora en es Villa y Corte atenazada por las incertidumbres y por muchas cosas más, aún peores.


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