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Opinión / Sabatinas

Volver. Episodio 5.

Por Fermín Mínguez

Último día de verano, a punto he estado de cortar y pegar alguna sabatina de las que hablaban sobre una de tantas elecciones de estos últimos cuatro años, que igual colaba. 

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Necesitamos enchufarnos, necesitamos electricidad. Mejor será buscarla.

Pero precisamente ahora que parece que la realidad ha entrado en bucle y vivamos a base de topicazos, es cuando hay que buscar electricidad. Empezamos de nuevo, bienvenidos.

Hay que reconocer que cuesta volver. No sólo pensé en reciclar un artículo sobre elecciones, sino que incluso el artículo de octubre de 2015 en el que les contaba el partido en el que Japón ganó a Sudáfrica en el pasado mundial de rugby, que también empieza ahora y del que por supuesto no se van a librar. Pero el Episodio V en Star Wars es el de El Imperio contrataca, “yo soy tu padre”, ya saben, así que no podía empezar flojeando. Hemos venido a jugar, y jugaremos.

Me encantaría empezar con algo brillante, que impacte, pero siendo franco la actualidad es desoladora. Un círculo de quejas y acusaciones, de justificaciones para no asumir responsabilidades, y de perdones a posteriori cuando ni importan, ni se merecen, ni realmente se sienten. Que es lo que tiene encumbrar a incapaces, que vamos dejando que otros tomen decisiones por nosotros por la pereza de decidir y cuando nos sentimos defraudados sólo nos sale llamarles inútiles o jurar en hebreo y ciscarnos en su parentela pero nunca pensamos qué hemos hecho nosotros para permitir que ese tipo de personajes hayan llegado hasta allí y tengan poder sobre nosotros. Mi amigo Champi, bon vivant de morro fino, decía el otro día que “el río abre el cauce y el cauce esclaviza al río”, que según él era un proverbio chino y si él lo dice me lo creo. Y no puede tener más razón, hemos ido construyendo una estructura, un cauce, cediendo a la dejadez por un lado y las amenazas por otro y hemos hecho fuertes a voceros, prepotentes y chulos de piscina y ahora nos quejamos. Ya pueden perdonar pero me pillan calentito con los abusos de poder y los servilismos. Tenemos lo que hemos creado, y seguimos, queridos, y seguimos.

Y oigan, que no estoy hablando sobre elecciones, o no solo sino también. Les pongo un ejemplo real con Vueling, compañía que me ha dado para escribir una trilogía este verano de como no tratar a un cliente y de como hacer lo que me venga en gana porque tengo, o creo tener ojo, la sartén por el mango.

Vuelo internacional de vuelta a las diez de la noche. Nos indican que abren el embarque, y hacemos esas filas que en los vuelos con españoles nunca son rectas cuando aparece un muchacho imberbe y dice por megafonía que tiene “malas noticias, muy malas realmente, ya que Vueling ha traído un avión más pequeño de lo que necesitamos, así que hay cuarenta y seis asientos menos y cuando lleguemos al límite, el resto se quedará fuera”. Tal cual.

“Primero sube preferente, y luego ya veremos”. Mucho murmullo entre el pasaje, como siempre, alguna queja, pero al final nos empezamos a recolocar para no ser el último y apurar opciones. Metiendo codo, ganando espacios, quejándonos pero siguiendo el juego. Yo conseguí embarcar tras afearles lo que estaban haciendo y la azafata, otra cría, que allí no había nadie senior dando la cara, me dijo “no se queje que tiene billete”. Como si fuera un premio que te dieran algo por lo que habías pagado. Dando gracias por que alguien hizo lo que se comprometió a hacer. La excelencia de lo mediocre, confundiendo bajo precio con incumplimiento de contrato. El low cost del compromiso.

Y fíjense, no pude evitar pensar en el panorama electoral, en algunos casos de corrupción e incluso en temas de abuso y violencia, hemos permitido que nos traten como a ganado porque así son las cosas y ya no hay quien las cambie, y la vergüenza que nos da, pero de puertas para dentro. Hemos sido río y hemos construido un cauce lleno de meandros donde el agua se estanca y como creemos no tener fuerza para hacer un cauce nuevo y reventar el viejo nos tragamos el olor. Nos tragamos el paripé de una clase política a la que no le conviene pactar para mantener sus privilegios, por ejemplo, esperando que en las urnas les demos cuatro años más de continuidad que no se han ganado. Pero lo permitimos. Nos falta electricidad, dar el chispazo. Mientras soportamos discursos y chapas de quienes se creen que marcan el camino y lo único que hacen es aprovechar la pasividad de los que nos hemos acostumbrado al cauce.

Me quiero disculpar con las cuarenta y seis personas que no pudieron volar a casa por no tener las agallas de haber dicho que o subíamos todos o ese avión no salía. Tuvimos la oportunidad de cambiar el cauce y preferimos plegarnos a las exigencias de los abusadores, habilitándoles a que lo repitan porque, efectivamente, nunca pasa nada. Así se construyen los incompetentes, haciéndoles creer que tienen razón sin que tengan que dar la cara.

La realidad tiene muchas palancas que se pueden activar para cambiar la situación. Este verano he descubierto, tarde como siempre, a Richard Buckminster Fuller que decía que las cosas nunca se cambian luchando contra la realidad existente. Para cambiar un sistema, construye uno nuevo que haga que el anterior se vuelva obsoleto. Pues eso, totalmente a favor de Bucky, seguir en la queja sin cambiar nada es el mejor antídoto contra la evolución y los procesos de mejora. En la apatía es donde la maldad se hace fuerte.

Necesitamos enchufarnos, necesitamos electricidad. Mejor será buscarla.


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