• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / Sabatinas

Dos tipos de personas

Por Fermín Mínguez

Hay quien divide siempre a las personas en dos grupos, desde lo más sencillo a lo más complejo, y esto, que parece un juego muchas veces, esconde esa necesidad de enfrentar posturas y de formar parte de un equipo donde no sentirse solo. Después, además, necesitamos hacer que ese equipo gane.

Una muchedumbre de figuras de Lego.
"Es obvio que hay gente y propuestas con las que siempre tendremos poco en común, incluso gente con la que será imposible llegar a acuerdos, que la vida no es un cuento con final feliz, pero seguro que tenemos puntos de encuentro con mucha más gente de la que pensamos".

Seguro que más de una vez han tenido este tipo de discusiones de sobremesa, en las que hay un tema sobre el que hay que estar a favor o en contra. Hay alguno que es estelar como de tortilla de patata con o sin cebolla, o ese pulso que mantienen las redes con que si que la pizza se corta con tijeras o corta pizzas o si la piña es un ingrediente más o una aberración. ¿Les suenan? Son divertidos. Se pueden complicar si la sobremesa es larga y entrar en quién considera atractiva a tal o cual persona, y puede acabar en el comprometido debate de si estamos en el grupo de personas que harían algo por dinero o no. Este además tiene un desplegable de acciones posibles que dependiendo de la confianza entre quien participa en la conversación puede derivar en surrealismo puro.

Pues bien, estos debates absurdos, esta forma de posicionarse, se ha consolidado como una forma de posicionarse ante la vida, de militar en determinadas ideas y defenderlas hasta donde haga falta con tal de que los otros, el otro bando, no tenga la razón. Y es aburridísimo, oigan, que quieren que les digan, esto de que te obliguen a encasillarte cada vez que te preguntan una opinión y ya asumas todos los clichés propios de esa postura, ¿No creen?

Ahora vendría la parte poética y Coehliana en la que digo que la vida es un crisol, un infinito de matices, un Pantone de decisiones y esas cosas, pero miren, no. La vida lo que es viva y puñetera, y digo puñetera porque sé que me lee mi madre, igual le decía otras cosas a la vida si no. Y unas veces nos exigirá unas respuestas y otras veces otras, y a vece incluso no tener respuesta porque nos calla la boca de un bofetón, y no estamos obligados a decidir ni mucho menos a que alguien nos haga tomar partido por algo en lo que no creemos. Esa necesidad personal y a veces obligatoriedad de terceros a tomar partido siempre y militar nos convierte en ejército de borregos, que da calor sentirse agrupado, pero no dejas de ser un borrego, qué quieren que les diga. Que se nos oiga balar mas fuerte porque somos muchos no significa que el balido sea mejor, es igual de inútil pero más fuerte.

Es imposible que se pueda dividir a las personas en dos grupos, espero que en eso estemos de acuerdo. Aquí entra el mundo de la estadística y la probabilidad, que me fascina desde que recuperé el interés en la universidad después de que un pésimo profesor casi lo destruyera antes. Por ejemplo, piensen en alguien cercano, familia amigo o pareja, y piensen qué probabilidad tienen de responder lo mismo a cinco preguntas de este tipo, dicotómicas. Pues eso, yo creo que a la segunda ya estamos en bandos diferentes, y eso, queridas y queridos, es fantástico. Discrepar y discernir son palabras preciosas. Es más, si apuntan estas cinco preguntas y se las repiten en un año, quizás hasta sean diferentes las repuestas. Diría que nunca he votado lo mismo que mis parejas por ejemplo, y no ha sido nunca motivo de discusión. Parejas estables me refiero, en las de corto plazo reconozco ser discípulo de Marx, Groucho claro, y adaptar los principios a la urgencia de la situación.

Quien intenta partir en dos el mundo tiene una intención clara de enfrentar posturas y sacar tajada. La reflexión tiene que ser cuántos grupos tenemos en común y crecer desde ahí. Es obvio que hay gente y propuestas con las que siempre tendremos poco en común, incluso gente con la que será imposible llegar a acuerdos, que la vida no es un cuento con final feliz, pero seguro que tenemos puntos de encuentro con mucha más gente de la que pensamos.

Si dividimos el mundo entre Barça y Madrid, por ejemplo, yo tendría que renunciar a Luis y Tomás y nuestro triunvirato y, sinceramente, son dos personas por las que daría un brazo a pesar de su merenguismo recalcitrante. Pero si la siguiente pregunta es si estamos en el grupo que considera la tarta de queso como una exquisitez, pues nos volveremos a encontrar. Quiero decir que cuanto más abramos el abanico de posibilidades más fácil será encontrar lugares comunes y aprovechar y disfrutar de aquello que la dicotomía nos niega. No es que la vida sea un crisol, es que la vida es un depende continuo, tan continuo que a veces pienso que la vida es gallega.

Los perfiles personales hay que construirlos desde la realidad y la experiencia, y no desde la expectativo y el prejuicio, que es como decir que hay que conocer a la gente desde la confianza y no desde el miedo, porque la crítica y el encasillamiento no son sino signos del miedo y de la falta de confianza personal. Dividiendo a las personas en dos lo que intentamos es justificar que nuestra decisión es buena y hacer más fácil la crítica a terceros, balar fuerte. Miren, si alguna vez me decido a escribir un libro, desarrollaré la teoría del balido dicotómico, que suena como a pensamiento iluminado, sirva esta Sabatina para reivindicar su autoría.

Prejuzgamos y anticipamos antes de conocer, así hay menos riesgo. Sócrates decía que el conocimiento comienza en el asombro. Totalmente a favor. Sino corremos el riesgo de asombrarnos, nos negamos la posibilidad de conocer, de aprender algo nuevo, de descubrir nuevas personas. Sin riesgo encasillamos, y así no se puede. Las propuestas dicotómicas siempre tienen trampa y prejuicio. Si eres una cosa no puedes ser la otra, y lo peor es que nos lo creemos y anticipamos conductas para no cuestionarnos mucho, agrupamos en máximos para no tener problemas.

Madrid o Barça. Carne o pescado. Creativo o repetitivo. Sensible o insensible. Y así hasta el infinito, cuántas más preguntas, más puntos en común, de hecho cuanto más anárquicas las propuestas más bonitos los resultados y mayor el punto de encuentro y mejor la expectativa. El prejuicio dicotómico relaciona actividad profesional con actitud vital, por ejemplo, productividad con sensibilidad. Fíjense qué disparate. Como si no pudiera haber creatividad en trabajos industriales, como si alguien no pudiera ser tornero fresador y poeta, o panadero del amor. Como si cada decisión que tomamos anulara la anterior y bloqueara las siguientes.

Cuánto miedo tenemos a evolucionar, pero más todavía tienen otros a que evolucionemos y nos cuestionemos las propuestas embotadas que nos presentan.

Así que vamos a preguntar y a encontrar puntos comunes, a propiciar lugares de discusión donde ser más fuertes y romper esta imbecilidad del conmigo o contra mí, del sirvientes y servidos. De conformarnos con el lugar que nos reservan en vez de buscar el que queremos ocupar.

En resumen, que en el mundo hay dos tipos de personas, los que creen que el mundo puede dividirse en dos mitades, y los que pensamos que no… sonrío.

Sonrío y pregunto, claro.


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