• jueves, 25 de abril de 2024
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Opinión / Sabatinas

Show must go on

Por Fermín Mínguez

“La historia de Pamplona hay que mandarla a los museos”. Claro, y a los libros, y los ciclos escolares, y a las tertulias de bar. Todo menos olvidarla.

Prometo que tenía preparada una columna tranquila, amable y bastante neutral, pero no lo he podido resistir. Me temo que entrar en la provocación es parte del espectáculo, pero uno, que es jugador de mus (a cuatro reyes, claro) entra a los envites en cuanto huele a farol.

Me han sorprendido las propuestas que he leído esta semana para cambiar el nombre a la procesión de San Fermín por la de “Desfile del día Grande”, no sólo por lo trabajado y original de la iniciativa sino porque implica quitar una cosa para poner otra, como si no hubiera más opciones. Vamos a ver. Organización. Hablamos de San Fermín.

No digo que el propio avance del tiempo y costumbres haga que estas se modifiquen, se adapten a los tiempos y a las necesidades, pero es la propia sociedad, su avance, la que provoca estos cambios. O tempora o mores, que dijo Cicerón.

 Que parte de la corporación municipal no quiera participar de las ceremonias religiosas es una pena, pero están en su derecho. El mismo derecho que tienen todas las personas que sí quieren participar, el mismo derecho que tiene una ciudad a rendir homenaje a su Patrón en sus fiestas. Que ustedes no quieran asistir, no implica que el resto no podamos hacerlo. Por Fe, por tradición, por costumbre o por la razón que sea, no seré yo quien juzgue. Como tampoco lo son ustedes.

Hasta donde yo entiendo un cargo público es aquel que es elegido por el pueblo para trabajar por su bienestar y para ello le paga un sueldo. Unas veces se accede por oposición, la policía por ejemplo, y otras por votación como los concejales.

Pero esto no implica que tengan súper poderes y hagan lo que les parezca. Si hay una normativa, hay que cumplirla. Y si se quiere modificar, se propone, pero no te cargas por las bravas lo que no te gusta. ¿Qué no parece apropiado el vestuario de gala de la corporación?, pues se hace una propuesta y se valora, y si no se está conforme, no se asiste y se asumen las consecuencias. Pero no parece de recibo ir como a uno le dé la gana. Imaginen que a la policía municipal le da por patrullar de calle, o vestidos de lagarterana y en lugar de la pistola reglamentaria llevan un trabuco del siglo XVII porque el uniforme y el arma reglamentaria hay que enviarla al museo. Me temo que no es así.

Si quieren convocar un desfile del día grande (qué familiares esos términos, qué poco originales), pues adelante, pero no tiene por qué sustituir a la tradicional procesión que nos emociona hasta quebrar la voz a muchos navarros.  No hace falta crispar ni enfrentar. Oigan, que en lugar del baile de la alpargata les parece más adecuado a los tiempos convocar “La conga del chándal”, pues adelante pero permitan que quien quiera siga con sus tradiciones.

Que por algo han llegado hasta aquí. Que pertenecen a la ciudad, no a su cargo, que es temporal. Tem-po-ral.

Creo que no es un tema de religión, ni de política, ya que conozco gente de todo signo político y de creencia o no creencia religiosa que se emocionan con la Procesión, con la ofrenda floral al Santo y con tantas otras tradiciones que hemos mamado de nuestros padres o abuelos. Creo que es un tema de respeto y de educación. Aunque lo que me temo es que en el fondo es un tema de incapacidad y entonces la disfrazamos de revuelo.

Los problemas de vuestros votantes, nuestros problemas, no son que un concejal decida ir vestido con una camiseta de Spiderman (curioso negar un icono llevando otro, curiosísimo) ni que se quiera cambiar la Procesión. Pero esto es de lo único que se habla. ¿Y las medidas sociales?, ¿y las ayudas para el empleo joven?, ¿y el fracaso y el acoso escolar?, ¿y las ayudas a las pymes? Me da que de eso no sabemos, y eso sí que asusta. Da la sensación de que están de paso y mientras dure aprovecho y meto ruido. Y si me llevo por delante algún símbolo propio, pues mejor.

Pero es que esto es general. Tras una semana de esperpento donde hemos visto como la Infanta, con formación financiera y trabajando en banca, decía que los temas de economía los llevaba su marido, balonmanista. Lo normal. Y tan ancha.

O hemos asistido a una semana de votaciones donde si son necesarios 176 y hay 130 por mucho que se vote no se alcanza la mayoría. Y venga la burra al trigo. Y encima con broncas arrabaleras y chistes cómplices. Repito: que están ustedes al servicio de los votantes. De todos. Trabajen desde los suyos, pero trabajen para todos.

Basta ya de numeritos, de camisetas, de besos, de chanzas, de echarse en cara cosas, de con nosotros iba mejor, de ahora viene lo bueno. Qué hartura. Que les estamos pagando el sueldo. Aunque me temo, otra vez, que esto es parte del espectáculo. Los demás defendemos a nuestro bando como los tigres y los leones de Torrebruno (jóvenes de la ESO, a la Wikipedia), soportando y dando aire a lo que nos quejamos.

El francés André Malraux, complementando a José de Mestre dijo que “no es que los pueblos tengan los gobiernos que merecen, sino que tienen los gobernantes que se les parecen”.

Ustedes deciden. Se lo permitimos o no. Nosotros les elegimos, y al pueblo se deben. Pero mientras no lo exijamos así, me temo (y ya van seis veces, demasiadas, que escribo temor en esta columna) que el numerito, el espectáculo, seguirá adelante.

Nosotros decidimos. Como decían en  “Amanece que no es poco”, ellos son contingentes pero nosotros necesarios. No al revés.

En lo que a mí respecta, estaré en la Procesión el 7 de julio, con mi hija en hombros y con unas ojeras de récord mundial, como me enseñaron a hacer. Y espero que no le moleste a nadie.

Ya está bien.


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