• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / Sabatinas

Las segundas oportunidades

Por Fermín Mínguez

No es cuestión de que segundas partes nunca sean buenas, sino más bien de tener la motivación suficiente para intentarlo de nuevo, porque casi nunca es verdad que nos enfrentemos a lo mismo dos veces. La situación y nosotros mismos hemos cambiado. Lo que hacen falta son razones. Y esperanza.

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Y es más, si dos locos han conseguido arrancar todo esto de la nada en una prisión de máxima seguridad, ¿por qué razón no van ustedes a confiar en aquellos perfiles que han tachado por prejuicios o por miedo, y van a intentar que sean mejores?

¿Conocen el proyecto Espartanos?, seguro que sí pero si no les cuento. Es un proyecto que nació en Argentina en 2009, en una cárcel de Buenos Aires que buscaba promover la reinserción de los presos a través del rugby y sus valores.

El proyecto empezó con diez jugadores y dos voluntarios y actualmente cuenta tres mil jugadores y jugadoras, se ha expandido a diferentes países, entre ellos España, y lo más importante es que hay doscientos dos expartanos, aquellos espartanos que ya están en libertad, trabajando fuera de la cárcel. El índice de reincidencia de los presos en la provincia de Buenos Aires es del 65%, esto es que salen tres y vuelven dos; sin embargo en el caso de los Espartanos la reincidencia baja hasta el 5%. Ojo. Ya saben que a mi me falta tiempo para hablar de las bondades del rugby, pero ¿no les parece impresionante? Aquí es una razón para seguir, diría que es más que una razón, es la esperanza.

Cuenta Eduardo Oderigo, fundador del movimiento en el vídeo que les dejo y recomiendo ver, que cuando apareció en la cárcel y lo habló con el director este le dijo que estaba loco, que juntar a los delincuentes más violentos con un deporte tan agresivo era como mezclar “nafta con fuego”. Doble combo de prejuicios, el que dice que una persona que se equivoca y delinque no puede reinsertarse ya, y el de que un deporte de contacto tiene que ser una animalada. Pues funcionó, seguramente por la determinación de quien empezó con esto y decidió no fallar ningún martes a los presos, tal y como les dijo. Y por la determinación de estos de devolver la confianza que habían depositado en ellos; “nadie vuelve” les dijeron. Y volvieron.


Quiero pensar que es de forma inconsciente como nuestra posición de bienestar se convierte en soberbia y nos autoriza a prejuzgar a otros por el mero hecho de que nos cuestionan. Es más fácil defendernos criticando y generar una cortina, o un muro carcelario, que evite que nos cuestionemos convencidos de que tenemos la verdad absoluta, porque hasta ahora nos ha ido bien o porque creemos tener una experiencia fuera de toda duda. Lamento decirles que no, que no sirve para nada, y que ninguno estamos libres de vernos abocados a necesitar una segunda oportunidad. A veces ni ese derecho tenemos. Ni la opción.

El otro día una delegación de jugadores de rugby de Cataluña fueron a jugar el primer partido a la cárcel de Quatre Camins (déjenme sacar pecho diciendo que la delegación más numerosa era de mi Gòtics RC). Es increíble ver el impacto que tuvo en los jugadores, los de dentro y los de fuera. Los de fuera porque fueron conscientes de una realidad tan cercana como desconocida y los de dentro porque recuperaron la esperanza.

Me niego a pensar que nadie tiene que dar segundas oportunidades, eso es un recurso de narcisistas que creen que pueden decidir sobre la vida de otros, es una generosidad mal entendida, eso de “a pesar de que te has equivocado y como soy mejor que tú, te doy otra oportunidad”, y lo que es peor “para que todo vuelva a ser como antes”. Nada es como antes, y mucho menos después de cometer un delito y de pasar por la cárcel, pero ahí está el mérito, en generar esperanza de nuevo a pesar de haberla perdido. El premio es la esperanza, la motivación es la esperanza, creer que podemos ser mejores de lo que fuimos y una vez que lo conseguimos hacer mejores a otros. Ese es el truco, saber que hay alguien que espera que seas mejor o que lo hagas mejor. La perversión de las segundas oportunidades es esperar el error para decir “te lo dije”. Confirmar que uno sabe más a través del fracaso del otro es de un mezquino total, y de una cobardía máxima, porque así buscamos justificar la falta de valor propia.

La vida es una oportunidad continua, es cierto que después de una mala decisión cuesta más reengancharse, pero siempre se puede. Igual que siempre se puede fallar... Necesitamos personas con altura de miras y generosidad suficiente para saber devolver la confianza a quienes no la tienen, la esperanza a quien la necesita para volver, personas como Eduardo en Argentina, o como Álex aquí, compañero en Gòtics y entrenador de los Espartans, que entienden que la forma de ser mejor es hacer mejores a otros. La bondad, queridas y queridos, es la máxima expresión de la inteligencia, pero de esto hablaremos otro día. Hoy es el día para reconocer que las cosas más extraordinarias de la vida nacen de la determinación de creer en los otros.

Piensen la oportunidad y el ejemplo que esto nos da, porque, si en perfiles tan conflictivos se consiguen estos resultados, ¿qué les impide a ustedes asumir el riesgo de equivocarse por miedo a no tener una segunda oportunidad?, ¿no creen?

Y es más, si dos locos han conseguido arrancar todo esto de la nada en una prisión de máxima seguridad, ¿por qué razón no van ustedes a confiar en aquellos perfiles que han tachado por prejuicios o por miedo, y van a intentar que sean mejores?

Sonrío, se nos acaban las excusas. No pierdan nunca la esperanza, y a esto ayuda mucho hacer que los demás no la pierdan. Todos podemos ser sacados de las sombras.


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