• martes, 23 de abril de 2024
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Opinión / Sabatinas

Robinson, uno de los nuestros

Por Fermín Mínguez

Se ha ido Michael Robinson, uno de los nuestros. No quiere ser esto un obituario, que ya ha tenido muchos y bonitos, sino una carta de agradecimiento. No es fácil encontrar personas que den ejemplo de lo que dicen, Robin era uno de ellos.

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Michael Robinson, en diferentes etapas de su vida.

Los entrecomillados del texto, por favor, léanlos con acento inglés, qué menos.

Recuerdo cuando lo vi por primera vez en Pamplona, yo tendría alrededor de 10 años y coincidimos en el ascensor de la casa donde vivía mi hermana, y dónde Osasuna tenía un piso para sus jugadores. Puedo decirles cómo íbamos vestidos ambos y la rabia que me dio que mi hermana viviese en el primero… Supongo que les pasa también a ustedes, que esa caprichosa que es nuestra memoria selecciona algunos recuerdos para que floten por siempre, como corchos buenos de vino navarro, y hunde otros para que no los encontremos jamás, ¿no les pasa?, pues este lo he dejado flotar treinta años. Quizás es por esa magia que todos dicen que desprendía Michael, esa sonrisa perfecta, o esa positividad contagiosa, pero me alegra mantener el recuerdo. Recordar es sobrevivir.

Sin embargo, lo más increíble que me ha dejado Robin ha sido la capacidad de ser ejemplo. Es de las pocas personas que ha demostrado cada día lo que decía que iba a hacer y ya saben que para mí, que tengo alergia a los mensajes Coelho es un valor fundamental. Y lo es por dos razones, la primera por lo que significa de motivación, y la segunda porque demuestra que los valientes existen y por tanto los demás podemos serlo.

En su última entrevista decía “Será de mí lo que yo decida”. Y tanto que lo fue, porque si se paran a pensar, un tipo que no era periodista, que hablaba un castellano reguleras, con un acento inglés terrible y que llegó a España de la mano de un equipo pequeño y al que no se le quiere mucho en algunos sitios acabó siendo un referente del periodismo deportivo español. Es más, no sólo hizo de su acento marca, sino que acabó llamando a uno de sus programas Acento Robinson, con un par. “Seré de mí lo que yo decida”, cobra un valor especial en este caso, no es un deseo, una frase de autoayuda con un dibujico al lado de un gusano convirtiéndose en mariposa, o de un unicornio saltando con brillos en el cuerno, no, es una frase que resume una actitud ante la vida y un logro conseguido. Esto es un placaje en tres tiempos a Paulo, pero para que no se levante y pida el cambio.

Porque además era uno de los nuestros, un hombre de rugby. En el prólogo de “Con fina desobediencia”, libro más que recomendable de mi tocayo Fermín de la Calle y amigo de Robin, dice que “El rugby me enseñó a ser hombre en el sentido más ético; me enseñó cómo ser compañero y, siendo compañero, a ser solidario”. A quienes el rugby nos ha salvado la vida en más de una ocasión esto nos llena de orgullo. Lo repetía cada vez que podía, que lo que consiguió en el futbol lo consiguió por lo que aprendió en el rugby. Inglés y futbolista y querido por todos los rugberos, o casi, de este país, eso también es un logro importante, ojo. Pero no contento con decirlo, lo puso en práctica e invirtió tiempo y dinero propio, propio repito, pro-pio, que es difícil de creer en este país de subvenciones, en crear una liga ibérica. El proyecto no salió adelante en gran parte por esos pocos vinculados al rugby que no le querían, pero él hablaba de su deuda con el rugby y la intentó pagar. De ley.

La última lección la dio con su enfermedad. A mí, que las enfermedades graves y las muertes no las acabo todavía de gestionar bien, me ponía la piel de gallina oírle hablar de su enfermedad, de la forma de luchar contra ella, de llamar Messi a su médico, y de ese planteamiento que creo que leí a Fermín otra vez, donde decía que la enfermedad podría matarlo pero no se lo iba a llevar por delante. Y así fue. Hizo toda la comunicación en positivo que pudo, que es lo que mejor supo hacer siempre, iluminar, y sin embargo se guardó las partes más difíciles.

Era ese sorprender siempre en positivo lo que impactaba, eso que hacía más allá de lo esperado. Con su habitual sorna dijo en el programa Ilustres Ignorantes que “es mejor que la gente piense que eres gilipollas, así no esperan nada de ti y cuando haces algo bien se sorprenden, mira el gilipollas…” Creo que lo que pasa es que cuando eres discreto, o no entras en provocaciones, hay quien piensa que eres gilipollas porque no respondes como esperan, pero es al revés, querido, y estoy seguro de que lo sabías y lo corroborarías con una sonrisa. “No se puede vivir amargao” no es una frase nada gilipollas, ¿no creen?

“No pienso que la vida me debe nada, más bien al revés”, decía en su última entrevista, donde decía que a pesar de tener sesenta y un años físicos, tenía ciento treinta años de felicidad. Esto es un cañonazo en estos tiempos de negatividad, no es el tiempo el que marca las felicidades, sino la capacidad de disfrutarlas y de ponerse delante para que nos lleguen. Y ojo que esto no es una frase de manual, es una descripción de un amigo, de Robin. No tienen, no tenemos, excusa.

Sólo me queda darte las gracias, ahora en primera persona, por triplicado. Como navarro por el impacto que tuviste en una generación y en un equipo poco acostumbrado a sentirse especial. Nos hiciste creer que podíamos, claro que sí. En segundo lugar como rugbier, por poner en valor este deporte, por creer en él en España y por saber agradecer lo que nos da a quienes lo vivimos. Te debemos conseguir que nos crean. Y en tercer lugar por ser ejemplo de que los buenos ganan, y de que se puede ser feliz a pesar de lo que sea, o con ese lo que sea en la espalda.

Y es que ganar es dejar un legado, ser ejemplo.

Porque morirse, queridos, al final no es una opción sino una condición sin la cual no se vive. Pero cómo vivir, y cómo despedirse sí que lo es, y en eso has ganado Michael. Cuando me toque, espero poder hacerlo como tú.

Prometo no rendirme. Gracias.


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