• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / Sabatinas

Robar la luna

Por Fermín Mínguez

Hay semanas en las que rastrear la realidad en busca de inspiración es terrible. No sólo por lo desalentador de vivir en la bronca continua, centrados en lo pequeño, sino porque es aburrido volver una y otra vez sobre los mismos temas. Bastante que nos leen. Al menos en este periódico leernos reopinando no les cuesta dinero.

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Volver a hablar de los dobles raseros y de las opiniones que buscan hacer partidista a la verdad hace que me sienta como un disco rayado, ese que nos encantaba y que la primera vez que empezaba a saltar lo poníamos de nuevo confiando en que se borrase la marca como por magia, pero no, allí estaba. Y una y otra vez volvía a saltar en el mismo sitio a pesar de que no lo queríamos.

Me pasa igual con las defensas encendidas que no entienden de objetividad sino de intereses e intenciones. Pensaba ponerme trascendental y político, que aunque hace que me lean menos da caché y hablarles (otra vez) de cómo según la ocasión  cambiamos de bando. Pensaba poner como ejemplo como en unos casos una agresión puede ser justificada si media provocación, aunque sea un abuso en toda regla, y en otros hablar de provocación es mezquino. Una agresión en sí no tendría que tener justificación y sería mejor educar en el rechazo a todas que en el amparo de algunas o el odio justificador a otras. Pero no, no lo haré así.

Creo que ante el hastío y la desgana el mejor remedio es el arte, lo bonito, lo que nos gusta per se, y en semanas como estas me lío a buscar canciones entre las redes sociales de mis contactos, que siempre conocen más que yo, o en conversaciones con amigos del alma sobre Rothko y su receta para la creatividad, y en las noticias de ciencia y cultura que esta semana se centraban en la súper luna. Y juntando las tres me han dado otro enfoque al monotema.

(Tengo que decir que lo de los acontecimientos astrales me resulta un poco deja vu también, sensación que arrastro desde que de crío nos decían casi todos los martes que sería la última vez que veríamos al cometa Halley en cienes de años, y ahí estaba cada martes paseándose con su cola)

Una canción me llevó a otra y encontré la que firma esta colaboración, Robar la luna, que se pregunta que si a alguien que nos bajara la luna lo veríamos como un ladrón. ¿Lo harían?

Imagínense que alguien aparece esta semana, rodilla hincada en tierra y con la luna en las manos, más aún, la súper luna que no veremos más y les dice “Para ti” ¿Lo primero que le dirían sería “¡devuélvela chorizo!”? Lo veríamos más héroe que ladrón me temo.

También pregunta que si nos fijaríamos en las ropas raídas de alguien si supiésemos que acaba de cruzar el infierno por vernos, ¿qué pensar si no sabemos el por qué?, o peor, si nos dicen lo que debemos pensar y lo asumimos.

Por difícil que parezca, siempre hay algo objetivo en toda situación, y reconocerlo siempre favorece el entendimiento. Después se pueden hacer lecturas y justificaciones, pero la parte objetiva tendríamos que mantenerla. Agredir no está justificado, y como tal debe interpretarse y juzgarse. ¿Qué luego hay otras lecturas?, adelante, pero que no diluya responsabilidades.

Como ejemplo tonto  todos podemos reconocer sin problema ninguno un cono de tráfico, nadie dudaría de que es un cono. Da igual el uso que se le esté dando. Que alguien lo gira y lo usa como paragüero, diremos que es un cono haciendo de paragüero y luego si nos gusta más o menos, pero será un cono. Igual que si se usa como gorro o como defensa central, o como vete a saber tú que usos se le ocurre a la gente para los conos, siempre lo reconoceremos y no se nos ocurre debatir sobre si es o no es un cono. Discutiremos sobre usos y gustos, sobre las formas pero no sobre los fondos.

Desespera ver como nos rasgamos las vestiduras en temas de formas y los fondos ni los miramos, como si nos diera vértigo asomarnos. Y a veces ya no quedan fuerzas o ganas o ninguna de las dos y lo mejor es dejarse ir, y cerrar con un mensaje gris, de abandono.

Pero entonces aparece la receta de Rothko cuyo último ingrediente es la esperanza. Fíjense, la esperanza. La cuantifica y todo. Hace falta un 10% de esperanza para conseguir el éxito creativo. El artista tiene que tener esperanza en lo que hace, en su obra. En la suya, en la vuestra, en la tuya, en la mía.

Así que en semanas como esta toca aferrarse a ese 10% de esperanza, sacar fuerzas de la flaqueza de echar de menos, esperar que alguien nos robe la luna aunque sea para hacérsela devolver luego, y confiar en que quien nos quiere nos de algo de luz. Con eso nos tendría que bastar para emprender una lucha de fondos y no de formas.

Y escuchar canciones bonitas, claro. 


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