• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / Sabatinas

Presbicia social

Por Fermín Mínguez

La presbicia es la dificultad para enfocar objetos cercanos, que suele parecer a partir de los cuarenta o cuarenta y cinco años, si llevan ustedes gafas de cerca para leer esto, saben perfectamente a lo que me refiero. Que sepan que tiende a empeorar…

Aspecto que presentan, pasadas las 23 h de esta noche, la calle Zapatería con Pozoblanco, en el casco Viejo de Pamplona, en una jornada donde la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Navarra (TSJN) ha denegado el toque de queda nocturno decretado por el Gobierno de Navarra para evitar la proliferación de los botellones al considerar que la medida “no supera el canon de necesidad y proporcionalidad”. Los bares y restaurantes han cerrado prácticamente a la misma hora en la que permanecía el toque de queda hasta esta noche que ha quedado fuera de vigor tras la sentencia del Tribunal.  EFE/ Jesús Diges
"La distancia tranquiliza, pero también mata. Mata lo que se le ponga en medio porque no estamos acostumbrados a resistir, mejor cambiar y esperar a que vengan mejor dadas".. EFE/ Jesús Diges

Uno empieza entornando los ojos para poder leer, luego estirando la cabeza para alejar la vista y acaba estirando el brazo para poder descifrar la carta de un restaurante hasta el punto de poner una pose que parece que, en lugar de pedir unas bravas, vas a empezar a declamar Shakespeare a voz en grito. La presbicia es uno de los regalos que da la madurez, que cuesta enfocar lo cercano. Además produce dolor de cabeza después de leer, escribir o concentrarse en un trabajo durante un tiempo. Cuesta más centrarse y enfocar, y es más fácil mirar a lo lejos. La solución más sencilla es ponerse unas gafas que lo corrijan.

La presbicia social no necesita de tanto tiempo, basta una pandemia para que en un año y medio seamos capaces de obviar la urgencia de lo que tenemos alrededor. Como nos cuesta mirar a lo cercano sin cansarnos y lo vemos borroso, echamos la mirada a lo lejos que nos cuesta menos. Miramos a un escenario ideal post-pandemia, obviando la situación real que nos rodea, porque es más fácil, como si lo de hoy, lo de seguir evitando contagios, no fuera con nosotros. Lo peor es que encima pedimos que nos pongan gafas, es que claro, si ya no hay prohibición, ¿por qué he de cuimplir las normas? Pues por prudencia, imbécil, por prudencia. Quiero pensar que la mayoría de normas y leyes se cumplen por convencimiento, no sólo por la amenaza del castigo. ¿O ustedes no matan por cumplimiento de la ley? ¿Matarían con alegría si no hubiera castigo? Daría miedo.

Miedo sobre todo porque validará que nos hace falta que alguien nos dirija para poder funcionar, que somos incapaces de tomar decisiones buenas por nosotros mismos. Ojo.

Aquí el problema de la presbicia aumenta, porque entra la presbicia política. La política, y sus políticos actuales, parece que necesita meter distancia con la población que dirige para poder verla claramente y entenderla mejor. Necesita separarse del día a día del pueblo para poder pensar en sus cosas de dirigentes. Por eso se toman decisiones en tercera persona y se aplican medidas a terceros que no son válidas en primera persona. Igual por eso los ERES no han afectado a Parlamentos y Senado, o quizás por eso en la campaña de la Renta actual quienes han cobrado el paro, y que justamente han llegado a fin de mes, tienen ahora que pagar al Estado porque el mismo Estado no les retuvo lo que tocaba, estupendo. Porque claro, esto de lejos se ve como una gestión fantástica de millones de euros para ayudar a la gente. Es lo que tiene no enfocarse cerca, que se pierde el detalle, se lee el titular de prensa pero no la letra pequeña.

La distancia tranquiliza, pero también mata. Mata lo que se le ponga en medio porque no estamos acostumbrados a resistir, mejor cambiar y esperar a que vengan mejor dadas. Y más distancia que metemos, y no sólo políticos con pueblo, metemos distancia todos, con nuestras responsabilidades cercanas, con Oriente Medio, con nuestro jefe, con nuestros compañeros, con nuestros empleados, con el 15-M… de forma que al final cada uno acaba peleando su guerra que igual no es la misma que está peleando nuestro contrincante, y acabamos en discusiones como la de los partidos políticos de Judea en La Vida de Brian.

Hay veces que la mejor lucha posible es resistir, pero no en plan cabezón, sino resistir como convencimiento en lo que uno cree, y mirando cerca, en lo que se puede influir, y si nos cansamos de mirar nos ponemos las gafas correctas, las que nos permitan resistir pero viendo el impacto que tiene lo que hacemos, y si hay que mejorar porque estamos haciendo daño. Es fácil si no retirarse cuando las cosas se ponen feas, sobre todo si hemos conseguido algún beneficio por el camino.

Enfoquen cerca, aunque cueste, afinen, todo gran cambio empieza en lo cercano, y se mantiene con continuidad, pero esto ya lo saben, otra cosa que quieran asumir los dolores de cabeza que da, claro. Maldita presbicia…

Esta semana hubiera sido el cumpleaños de Juan Gelman, poeta argentino que escribió esto:

“Hay que aprender a resistir. 

Ni a irse ni a quedarse, 

a resistir. 

Aunque es seguro que habrá más penas y olvido”.

Pues eso, que resistir no tiene por qué ser algo heroico, y mucho menos ir acompañado de la canción del Dúo Dinámico, resistir puede ser asumir las consecuencias de tus decisiones, y saber que no garantiza el éxito, pero al menos lo promueve.

¿Qué, enfocamos y resistimos? Aunque sólo sea por molestar. O por joder. 

Sonrío.

Voy a repetir canción, pero es que enfoca tan bien.


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