• jueves, 25 de abril de 2024
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Opinión / Sabatinas

Los papeles de Panamá

Por Fermín Mínguez

Iba a titular la columna Charles Bradley, pero suena menos conocido, y además hay algo de libro de Robert Ludlum en “Los papeles de Panamá” que suena misterioso, que engancha.

La pena es que luego tiene poco de misterioso y mucho de decepcionante el tema de los papeles. Decepcionante en cuanto a lo que parece esconder y a las personas que puedan estar implicadas. Y digo puedan porque de momento no hay demasiada información que asegure un uso fraudulento de esas sociedades.

Dejen que me explique, que no tengo ninguna intención de defender a nadie que haya defraudado, que aproveche para acumular más dinero del que pueda gastar en su vida o que se procure una situación de ventaja frente a quienes decidimos ser honrados o directamente no podemos ser otra cosa. No es eso, pero me da mucha rabia que ya nos hayamos encendido, hayamos  juzgado, criticado y, lo más importante, inundado las redes sociales de memes, montajes, frases ingeniosas, o chungas, mostrando todo nuestra indignación hasta rompernos la camisa. Como Camarón.

Pero dentro de dos meses, o dos semanas no nos acordaremos de esto. Nos dará igual, y excepto si salen un par de conocidos cercanos esto quedará en agua de borrajas. Es como cuando en Los Simpson el pueblo entero se enfada y montan una algarada con palos y antorchas hasta que encuentran algo o alguien en lo que volcar su ira y luego se vuelven a casa. Nos incendiamos y luego se nos pasa.

Y con eso juegan quienes delinquen, con nuestro olvido. Si supieran que como sociedad castigáramos de verdad la corrupción se lo pensarían dos veces, o tres. Pero nos conformamos con cargar contra quien nos conviene. Fíjense en las redes sociales: la izquierda contra Pilar de Borbón, la derecha contra Almodóvar, los madridistas contra Messi, los ex de la Preysler (que son casi igual de numerosos que los tres grupos anteriores juntos) contra Vargas Llosa…y así con la lista entera.

Hasta donde yo sé tener una sociedad en Panamá, per se, no es delito; puede ser raro, pero no delictivo. Tener preparada una sociedad como la que utilizan para delinquir no parece buena entrada, pero también hay quien se compra un Ferrari y luego no corre. Así que aunque la situación sea incómoda, sería necesario confirmar que se ha cometido un delito de evasión de impuestos o de blanqueo. Y una vez que se confirme, entonces sí exigir responsabilidades y no tener piedad. Pero no calentarnos ahora y que se nos olvide.

Hay que presionar para demostrar que no vale todo, que hay una forma correcta de hacer las cosas y esa es la que vale, y el que no la siga, que la pague. Y que devuelva el dinero, que los arrepentimientos del que roba son sinceros si devuelve lo robado. Otra cosa es que no estemos conformes con lo que se paga o con el uso que se le da, de acuerdo, pero de momento se paga.

El problema es que hay algo que nos llama en los atajos, nos gusta, lo intentamos a menor escala y ahí es donde perdemos legitimidad y ganan los que peor lo hacen. Hay una forma de hacer bien las cosas, hay una forma difícil, que exige sacrificio y esa es la que hay que poner en valor.

Charles Bradley, que iba a titular esta columna y la cierra con una de sus canciones, es un cantante de soul americano que tras una vida terrible que incluye vivir en la calle, y recorrer el país huyendo de lo que fue su infancia, consigue grabar su disco de debut a los 67 años. Sesenta y siete, lo pongo en letra como en los talones para que no se confunda. 67.

Mantiene la fe, decide salir adelante y al final lo logra. Siempre se puede lograr. Y de una forma legal, esforzada y personal, se triunfa a base de esfuerzo. Me gusta más como modelo Charles que cualquiera de los que acaben imputados de esa lista panameña. Aunque su estilo de vida sea la envidia de cualquier mortal, prefiero no pagar determinados peajes. Y sería bueno que esto lo supieran quienes delinquen. Que cuando se haga público su nombre vinculado a una de estas tramas y sepan que tienen pecado se preocupen, que se sientan solos. Y que renuncien al cargo que tienen y devuelvan lo robado en lugar de amenazar con demandas y gaitas. Luego si quieren lo llamamos dignidad política, coherencia o lo que quieran, pero será respeto por una sociedad que no se lo consiente. Nos gusta la gente como Charles Bradley, o como James Rhodes, la gente que se supera. Los honrados.

La semana que viene empieza la campaña de la Renta, ahí toca empezar a dar ejemplo. Seguro  que cuando nos toque liquidar lo hagamos acordándonos de familiares, vivos y muertos, de toda la cúpula del Ministerio de Hacienda. Y nos cabrearemos  al ver que cuanto más se trabaja, más toca pagar. Pero que dure poco, no es tan mala señal tener que tributar, muchos preferirían hacerlo. Y es la garantía con la que luego exigir que los demás cumplan.

Llegará el día en que cuando los bufetes de abogados propongan crear este tipo de sociedades no encontraran quien responda. Y los papeles de Panamá no serán más que una reserva hotelera en algún rincón paradisiaco del país, con tumbonas y vistas al mar. ¿Iluso? Bueno, si yo pienso ser honrado y todos ustedes también como parecen afirmar, no tiene tan mala  pinta, porque educaremos a nuestros hijos en la honradez, y habrá generaciones honradas. ¿No?

Otra cosa es que lo digamos con la boca pequeña y sigamos pidiendo facturas sin IVA, sonrío, en nuestras manos está.

Les dejo con Mr. Bradley, la canción cierra diciendo que hagamos un mundo mejor, y yo a un tipo que canta así después de volver del infierno me lo creo. Bastante más que a Pilar de Borbón.


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