• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Sabatinas

Y otra vez es Navidad

Por Fermín Mínguez

Pues otra vez es Navidad, con sus flores y luces de Navidad que canta Diego Vasallo. Y,otra vez, volvemos al mismo bucle de felicitaciones, regalos y celebraciones. Otra vez, pero esa otra vez puede ser de alegría o de hastío por repetición. ¿Qué otra vez es el suyo?

Encendido de las luces y adornos navideños en Pamplona. EFE/Villar López.

Porque no es lo mismo decir “otra vez me ha tocado la lotería”, que “otra vez me han puesto una multa”. No es lo mismo ese halo de alegría poética en “hoy voy a verte otra vez”, que el mazazo que se intuye en “voy a tener que verte, otra vez”. Hay situaciones que se esperan con alegría, aunque sean repetidas, y hay otras que por repetidas no conseguimos tragar, ¿les pasa?

Navidad es una de ellas. Seguro que hay muchos de ustedes que esperan estos días con alegría, que lo ven como una oportunidad para reencontrarse con aquellos que ven menos, como una oportunidad para juntarse con quien cada vez cuesta más hacerlo, que, como son personas de Fe, tienen un motivo precioso para celebrar, o que, sencillamente, estos días de luces y cabalgatas, regalos y turrones, villancicos y zambombas, les gustan y lo celebran con ilusión. Cualquier motivo de celebración es perfecto, no creo que unos sean más elevados que otros, ese debate me parece absurdo, esa necesidad de imposición moral, de “si no crees para qué celebras”, los motivos de cada cual son eso, personales, y nadie debería cuestionarlos, eso que decía Jiddu Krishnamurti de que la forma más elevada de inteligencia es la capacidad de observar sin juzgar. Somos muy de Jiddu, aquí. Ojalá supiéramos siempre que hay un motivo para celebrar, sin refugiarnos en que otros celebren más o menos.

Porque también habrá aquí a quien estas fiestas no le gusten nada, le generen tristeza, agobio, enfado, o, simplemente, le importen un pimiento. Hay mucho de añoranza en estos días, precisamente porque son días en los que históricamente nos hemos juntado muchos y, la vida es así, empiezan a faltar sillas, empieza a haber algún hueco que no podemos llenar, y que durante el año hemos ido evitando con más o menos éxito, pero que estos días toma cuerpo y presencia de la peor manera posible, que es la presencia vacía. Es como si en el lugar donde siempre tuvimos calor, haya una zona con una corriente de frío que te recorre la espalda y te obliga a bajar la mirada, ¿la reconocen? Han sido varias personas, una de ellas una amiga del cole con la que contacto gracias a estas Sabatinas, que decían eso de “es que este año no va a ser lo mismo, ya no es la misma ilusión”, y tiene razón, no es lo mismo. Putas sillas vacías.

Lo que pasa también es que habrá más navidades de las que podamos vivir, ese “la causa siempre gana” que decían en The Boys, la vida y sus tiempos no respetan nuestros tiempos y nuestras vidas, simplemente siguen adelante. Es probable que si esta Navidad es la peor de tu vida, o así la percibas, sea también la mejor Navidad de otro, que tu silla vacía sea la silla llena de otra mesa, que tu mirada perdida en la pared, sea la mirada recibida por unos ojos preciosos en otro lado. Es más, puede que tu decisión de no celebrar por la razón que sea, te impida encontrar otras razones para celebrar.

Miren, no tienen por qué gustarles estas fiestas, miren, si les soy sincero a mi hace tiempo que me cuestan pero, ¿saben qué?, son una oportunidad estupenda. En Navidad se celebra un nacimiento, crean o no es así, y todo nacimiento es oportunidad. La oportunidad de empezar. Al nacer hay un momento en el que todos somos iguales, luego ya empieza la vida de verdad y no es lo mismo nacer en un sitio que en otro, claro, pero ese momento inicial es la posibilidad absoluta. Sería brutal aprovecharlo, ¿o qué?

Es cierto que luego tenemos los mimbres que tenemos, pero esto también es bueno objetivar. Entiendo que no les apetezca volver a algunos sitios, ver a algunas gentes, debatir con su cuñado, cuñada, cuñade,  que todo lo sabe sobre temas que ni se imaginan que existen, tener esos debates que no llegan a ningún sitio, comer esa cosa tan típica a la que alguien llama plato típico y ustedes llaman engrudo, o escuchar villancicos tocados con ocarina. De verdad que lo entiendo y, visto así, se parece bastante al infierno, pero, ¿saben que pasa?, que es la realidad que tenemos. Es la que hay, y está bien.

A veces idealizamos lo que queremos tener y nos bloquea de lo que tenemos, nos genera frustración y hasta cierta maldad. Les voy a dar una buena y mala noticia a la vez, la noticia de Schrödinger, esta Navidad puede ser, a la vez, la peor de las vividas y, sin embargo, la mejor de las que quedan por vivir. De nada, así soy, positivo. Sonrío.

Esto no es una mala noticia, de verdad. El otro día estuve cenando con el presidente del club de fans de Piquito de Oro, al que conozco desde que tenía ocho años, con el que he compartido mucha vida, nos hemos cruzado y descruzado en varias ocasiones y ahora ocupamos púlpitos diferentes, pero seguimos cerca. Ambos con algún costurón gordo en el alma, y al final de nuestra conversación coincidimos en que el tiempo no es nuestro, que las oportunidades siempre son menos de las esperadas. Que no es lo mismo saber que eres mortal, que saber que vas a morirte, que va. ¿Qué van a hacer con esa oportunidad?, ¿cómo van a manejarla?, ¿van a castigar a los que siguen cerca porque alguien está lejos?, ¿van a esperar tiempos mejores que quizás no vengan o no merezcan?, ¿qué van a hacer con su tiempo?

Hagan lo que quieran, obvio, pueden quedarse enganchados en aquellas navidades de pequeños, de primos corriendo, de regalos, de abrazos completos, o agarrar lo que tienen cerca, a quién sea que les quede, y disfrutarlo todo lo que puedan, porque a saber qué sillas futuras estarán vacías, y es mejor celebrar hoy, que echar de menos mañana. Piensen que, incluso en aquellas navidades idílicas suyas, podía haber alguien que lo estuviera pasando mal y, en lugar de amargarles, optó por celebrar.

Celebren lo que les brote, con quién quieran, o no celebren ni broten, pero si tienen la oportunidad aprovechen para hacerlo. No sabremos a quién echaremos de menos el año que viene, será mejor dejar el mejor de los recuerdos posibles, de los que hacen sonreir. Los recuerdos sonreídos siempre facilitan seguir adelante.

Celébrense, que lo merecen. Abrácense todo lo que puedan, mejor no guardarse nada, por si acaso… Sonrío.

Sean buenos pero, sobre todo, sean felices. En estos días y siempre, claro. Y hagan el favor de dar gracias por lo que tienen, que es razón más que suficiente para ser feliz.

Nos vemos en enero, espero verles. A pesar de los cambios que podamos sufrir, o precisamente por eso.


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