• jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 22:41

Opinión / Sabatinas

O no

Por Fermín Mínguez

Tendemos a valorar si las decisiones son buenas o no según las consecuencias que tienen, como si decidir en sí mismo no fuera bueno.

Mientras está vivo, el amor está siempre al borde de la derrota
"Mientras está vivo, el amor está siempre al borde de la derrota".

Esa necesidad de ganar, cuya cara B es el miedo a perder, acaba bloqueando las decisiones arriesgadas, limitándolas a lo que controlamos. Puede que decidir tenga consecuencias negativas. O no.

Sí, he vuelto a bucear en Zygmunt Bauman, ¿se acuerdan?, y además he tenido la oportunidad de reflexionar y charlar sobre la relación entre motivación, trabajo y decisiones personales y ahí estoy dándole vueltas.

Es obvio que cuando uno toma decisiones, y lo hace libre de presiones y de patologías, siempre lo hace buscando algo mejor, pero mejor no significa bueno, mejor significa mejor, que aporta algo que queremos, que nos apetece o necesitamos. Y estarán de acuerdo en que apetecer y necesitar no es lo mismo, así que la motivación es determinante en la toma de decisiones y sus consecuencias.

Les parecerá una tontuna, pero un ejemplo claro de decidir buscando lo mejor es cómo nos vestimos. La mayoría salimos de casa viéndonos bien, con una última mirada al espejo sonriendo y pensando “loco me tienes, ladrón”. O si no al menos alineados con la imagen que nos gusta, ¿o no?, ¿o ustedes se visten voluntariamente mal? Pues eso. Eso mismo ha pensado toda esa gente a la que ven por la calle y piensan que la ha vestido / peinado / pintado / calzado el enemigo. Ustedes no, claro, que siempre van estupendas y estupendos, pero esa gente hortera y mal vestida también está convencida de que ha salido estupenda de casa.

Así que hay una parte del impacto de nuestras decisiones que, aunque tomada serena, consciente y razonadamente no garantiza aceptación, por lo que valorar nuestras decisiones dependiendo del éxito de sus consecuencias no parece que tenga demasiado sentido. Lo que tiene sentido es asumir las consecuencias.

Decidir en sí mismo en una situación continua de riesgo, tanto en las decisiones pequeñas como en las grandes lo que pasa es que las consecuencias son más visibles en las grandes decisiones, hacen más ruido y a veces producen más daño, pero eso no significa que sean más importantes o tengan más calado. Decidir tiene un coste, claro, pero el coste de no decidir es mucho mayor, puede ser infinito. El riesgo cero tiene un coste infinito, la perdida de motivación lo tiene.

Bauman hablaba tanto de relaciones personales como sociales, de amor como de trabajo, con reflexiones que sirven para ambas parcelas, lo cual tiene sentido, ya que esa dualidad entre lo personal y lo laboral no tiene demasiado sentido. Uno de sus planteamientos que más me gustan es este “Mientras está vivo, el amor está siempre al borde de la derrota”. Fan total. Enfóquenlo como quieran, denle a amor el sentido que quieran, por el otro, por lo que uno hace, por lo que cree o por sus pies, por lo que más les encaje.

La idea es que asumir esa cercanía a la derrota, esa fragilidad de la mayoría de las cosas que construimos puede ser liberador. Son dos caras de la misma moneda, por un lado, ser conscientes que mantener la motivación, hacer todo lo que esté en nuestra mano, no garantiza que vayamos a tener éxito en nuestra propuesta, laboral o de vida, ya que esta estará siempre cercana a la posibilidad de derrota. Pero, ojo, por el otro lado estar cerca de la derrota no significa que necesariamente vaya a ser así, no hay que ser derrotista porque puede salir bien. A esto lo llaman riesgo, qué cosas. La solución puede estar en poner el foco en que el amor, la chispa, la motivación siga viva y no en evitar una derrota que parece que no tiene intención de darnos tregua.

Bauman también decía que “los intentos de superar esa dualidad, de domesticar lo díscolo y someter lo que no tiene freno, de hacer previsible lo incognoscible y de encadenar lo errante son la sentencia de muerte del amor”, es el pez que se muerde la cola de la decisión, sin embargo, en términos de decisiones exitosas, valoramos más la consecución de algo que el proceso para conseguirlo o mantenerlo.

Damos más valor a conseguir el laurel que a hacer que no se marchite, y qué quieren que les diga, motivarse con hojas secas es complicado. Pretendemos que el trabajo nos motive, cuando lo mejor sería hacer el trabajo motivante, hacerlo participativo, que nos invite a formar parte del proceso y no solo de la evaluación de la consecución. ¿Se imaginan que Bauman también tuviera algo que decir al respecto?, pues la tiene, qué casualidad: “el amor no encuentra su sentido en el ansia de cosas hechas sino en el impulso a participar en la construcción de esas cosas”. Totalmente a favor. Agree. Amor a lo que decidan.

No es cuestión de pensar que hubiera pasado si tal o cual cosa, las hipótesis a toro pasado son hipótesis absurdas, la pregunta buena es qué va a pasar cuando haga esto o lo otro, porque ahí sí tenemos margen de decisión y de riesgo, por lo tanto, de crecimiento y mejora. Independientemente de que las consecuencias sean buenas o malas, ojalá sean las esperadas o incluso mejores, pero eso no puede evitar la toma de decisiones ni negar el valor que en sí mismo tiene decidir. Las buenas consecuencias, además, pueden ser para terceros.

Puede que nuestra decisión no tenga un impacto directo en nosotros, sino en los demás. Que nuestro ejemplo motive a terceros, o que haga mejor lo que nos rodea. Eso también es éxito, de hecho es mucho mayor, pero sólo vemos lo que es bueno para nosotros, y así no se avanza, así sólo reforzamos los muros. Curioso como repercute esto en la sociedad que vamos dibujando, ¿no creen? No sé si Zygmunt quiere aportar algo para cerrar este artículo a medias; dice que sí. “El progreso, en resumen, ha dejado de ser un discurso que habla de mejorar la vida de todos para convertirse en un discurso de supervivencia personal”. Gracias, nada más que añadir. La reflexión sobre la falta de motivación personal y la defensa de lo conseguido frente a la posibilidad de mejorar y su aplicación al modelo social que estamos viviendo ahora se lo dejo a ustedes, ¿les parece?

Yo me conformo con ser capaz de asumir esta crisis continua de vivir al filo de la derrota. Y de disfrutarla claro, o no.

Sonrío. ¿Caminamos?


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