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Opinión / Sabatinas

Nuevos ricos del saber

Por Fermín Mínguez

Es importante tener en cuenta cuando aprendemos algo nuevo que, aunque para nosotros sea un descubrimiento, hay gente que hace mucho que lo sabe, y lo que es más importante,  hay otros tantos que sabiéndolo les importa un pito.

Los payasos de la tele, Fofito, Miliki, Fofo y Gaby, en una actuación de televisión.
Los payasos de la tele, Fofito, Miliki, Fofo y Gaby, en una actuación de televisión.

Me encantaría que el término “nuevo rico del saber” fuese mío, pero mi fuente es Elena Guzmán, profesora de arte en COU, a la que recuerdo perfectamente diciéndolo para advertirnos de que no fuéramos dando el tostón ahora que sabíamos interpretar cuadros, esculturas y construcciones. Son de esas frases que se te graban para siempre sin saber bien por qué, pero luego utilizas de forma recurrente en tu vida, ¿no les pasa?

Nuevos ricos del saber es además una forma mucho más bonita de definir a los listos de los cojones, que es un término más habitual, o “los Tolosa” porque “todo lo saben” que decía una compañera de trabajo. Todos, o casi todos, hemos sido nuevos ricos del saber en algún momento el problema es insistir. Insistir dando por hecho que puede importar lo que queremos contar y que además tenemos la verdad absoluta porque hemos tenido una especie de revelación sapiencial que lo justifica todo, y el otro, pobre ignorante, no ha sido capaz de entender y vamos a explicárselo.

Harto estoy de iluminados y salvadores en general, de personas, empresas o patrias, que igual da. Los nuevos ricos del saber llegan a todos los rincones, sabiendo algo más y mejor que quien estaba antes. Jefes, ministros o parejas, que estos son los peores, los de “conmigo vas a aprender a vivir…” Pereza infinita y brote de violencia inmediato es lo que producen.

Esto es como cuando se es adolescente y empiezas a salir y flirtear con lo que sea que decidas flirtear y tienes la necesidad imperiosa de contarlo, convencido de que nadie ha probado / descubierto / besado / prefiero no seguir poniendo cosas/ mejor que tú en la vida; y lo cuentas con una seguridad que produce ternura la primera vez y hartura la quinta, ¿lo recuerdan? Esa seguridad con la que dices que este será el amor de tu vida porque es tu primer beso, confundiendo hecho puntal con proyección, oportunidad con expectativa y deseo con posibilidad. El primer beso no se olvida, el primer amor se diluye. Sonrío.

Pues los nuevos ricos del saber eso no lo saben, y siempre sientan cátedra. Se les suele reconocer porque si no demuestras interés por su discurso te ignoran, y si lo cuestionas te critican. Esa defensa de la novedad huele a querer tapar algo de lo anterior, centrarse en lo nuevo evita tener que lidiar con la historia, así entiendo que convencen las sectas y, en otro nivel, las campañas políticas. El hecho de ganar en lo inmediato, poner el foco ahí, evita ponerlo en las miserias personales. Pero es agotador que haya alguien siempre intentando convencerte de su verdad. Déjennos vivir, por favor.

Entiendo que haya cosas interesantes para otros, vitales diré, pero créanme que no soy el único al que le importan un pepino, y no por mucho que alguien se prodigue en explicaciones piromusicales me van a importar más. A tus compañeros no les importa, a tus trabajadores no les importa, a tu pareja no le importa, ni a tu familia ni a tus amigos. Y está perfecto, oigan, que creamos tener la verdad, o que incluso la tengamos, no implica que alguien quiera comprarla porque, entre otras cosas puede no necesitarla. La Verdad os hará libres, ¿les suena?, totalmente de acuerdo pero, ojo, que libres no significa felices, y hay quien prefiere felicidad a libertad y es tan absolutamente legítimo que cuestiona. La verdad os hará libres, pero puede que no felices.

Para muestra dos canciones de los payasos de la tele. Sabrán ustedes que la gallina de la canción, (la que ha puesto un huevo a puesto dos y a puesto tres) se llama Turuleca, con c sí, no turuleta como seguro que casi ninguno de ustedes cantará. O que en la de feliz, feliz en tu día nos desean “que reine la paz en tu vida”, no en tu día, en tu vida, vi-da. ¿Lo sabían?

Pues es así, cierto y verdad. Dogma de canción infantil. Pues bien, a pesar de que me sé en posesión de la verdad no tendría ningún sentido emprender una cruzada y dar la turra con esto. Parando fiestas de cumpleaños para corregir la cancioncita o dispersando actuaciones infantiles en nombre del turulequismo, ¿no creen? Tener razón no es condición necesaria ni suficiente para abrir una discusión, la consecuencia de tenerla sí lo es. Cualquier canción, lo que representa, es siempre, siempre, siempre más importante que la letra. El todo, su sentimiento, es siempre mucho más que la suma de sus partes.

Lo siento nuevos ricos del saber, vuestras parcelas de descubrimiento es posible que sean irrelevantes para la mayoría de personas.

¿Qué narices hacemos intentando convencer a nadie de que se libere de las cadenas de la esclavitud de sus afectos oprimidos, sexualidad no resuelta, incorrecta percepción del mundo laboral, replanteamiento de su vida de pareja porque he tenido una revelación?, porque ¿existe la posibilidad de que lo que intente sea justificar mi desasosiego y/o descontento con mi vida replicando mi modelo en otros?

Al final lo importante es que cada cual tome sus decisiones, buenas o malas, de manera consciente y si otros pueden ser de ayuda en esta toma de decisiones, como ejemplo de lo que se quiere o no se quiere hacer, perfecto, pero esta necesidad de conquistar las mentes es absurda, ¿no creen?

A la vida se viene a vivir, a ser libre y feliz a la vez o a decidir que se prefiere, a ayudar al otro a serlo asumiendo que esto no implica que nadie se construya a nuestra imagen y semejanza.

Y también se viene a cantar Turuleta, claro. (aunque no esté bien y mi TOC se rebele), porque tener razón, fíjense qué cosas, no garantiza la felicidad.

Que sean felices en su vida, no sólo en su día, no, en toda su vida.

(Hace 25 años de la muerte de Kurt Cobain y ya conocía a los nuevos ricos del saber)


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