• martes, 19 de marzo de 2024
  • Actualizado 09:57

Opinión / Sabatinas

Normalización

Por Fermín Mínguez

Normalizamos con mucha facilidad, con más facilidad lo malo que lo bueno, incluso. Hemos normalizado situaciones que ni en películas de terror hubiéramos creído hace tres años. Por normalizar hemos normalizado incluso la palabra normalizar como justificador de todo.

Comienza la vacunación contra el coronavirus en las instalaciones deportivas de la UPNA para mayores de 80 años. MIGUEL OSÉS
Comienza la vacunación contra el coronavirus en las instalaciones deportivas de la UPNA para mayores de 80 años. MIGUEL OSÉS

Normalizamos con mucha facilidad, con más facilidad lo malo que lo bueno, incluso. Hemos normalizado situaciones que ni en películas de terror hubiéramos creído hace tres años. Por normalizar hemos normalizado incluso la palabra normalizar como justificador de todo.

La RAE, hoy va a ser coautora de esta Sabatina, tiene tres acepciones para normalizar, que hacen referencia a que normalizar es hacer que algo se estabilice, se instale en lo normal, que se ponga orden a algo o que se ajuste a una norma. Una misma palabra que esconde diferentes formas de normalizar, y la intención con la que se hacen las cosas saben ustedes que es importante. Visto así, la nueva normalidad puede tener al menos dos enfoques. El primero se refiere a que lo que consideramos normal ahora ya no es lo que era antes; y el segundo dirigido a que las nuevas normas que tendremos que cumplir ahora harán diferente la vida respecto a la que teníamos antes. Ponerle “nueva” delante es una trampa del lenguaje, siempre es el lenguaje recuerden, siempre es lo que configura la realidad, la forma en la que la nombramos. Cuando algo es nuevo pensamos de inicio que es bueno, y más en esta sociedad que castiga lo viejo sin piedad, cosas y personas, lo nuevo tiene potencia por sí mismo, lo viejo tiene que demostrarlo, de hecho lo disfrazamos con nombres petardos como vintage y así. Queda mejor “me he comprado una chaqueta vintage”, que “me he comprado una chaqueta usada del 82”. Pues con la normalidad pasa lo mismo, queda mejor decir nueva normalidad, que normalidad rancia, por ejemplo, o normalidad-en-la-que-el-control-normativo-recuperará-la-fuerza-que-había-perdido-en-los-ultimos-años, o normalidad política, donde la distancia entre el que vive de su trabajo y quien vive del trabajo de los demás cada vez es mayor.

Hemos normalizado no darnos besos, no abrazarnos, separarnos para caminar por la calle, socializar, de hecho hemos normalizado un “nuevo” ocio que condensa las horas con la promesa de que volveremos a recuperar lo que perdimos.

Hemos normalizado un sinfín de renuncias con tal de recuperar lo que perdimos, o eso decimos, sin embargo creo que hemos normalizado tantas cosas con el único objetivo de sobrevivir, de no morirnos. De hecho tenemos tanta necesidad de sobrevivir, de no morirnos, insisto, que cuando se presenta una solución en forma de vacuna, también nos cuestionamos que nos pueda matar. Que nos pueda matar a nosotros, ojo, que se mueran otros nos resbala. Estoy seguro de que si la noticia fuera que ha habido cien fallecidos sobre mil vacunados en África por trombos en una vacuna defectuosa, suspiraríamos con condescendencia, un ruido de lástima con la boca y en el mejor de los casos una donación a Médicos del Mundo, pero nadie pediría el cese de la vacunación, ya que entra dentro de la normalidad que otros se mueran, sobre todo en países pobres. Sin embargo ponemos el grito en el cielo cuando se producen alrededor de setenta trombos entre al más de veinte millones de vacunaciones, en números igual se entiende mejor: 70/20.000.000. Ojo a la diferencia de ceros. En dinero sería como si alguien viene y nos dice “mire, voy a darle veinte millones de euros, pero tiene que darme setenta como gastos de gestión”, seguro que ustedes le dirían que es un estafador, que se meta sus diecinueve millones novecientos noventa y nueve mil, novecientos treinta euros por donde le quepan, ladrón, que o les da los veinte millones completos o no quiere nada. A ustedes les van a timar, venga ya, iban ustedes a normalizar el timo. ¿O alguien cogería los casi veinte millones?

Lo que nos da miedo no es la vacuna, es que nos toque a nosotros. Es imposible que nadie se crea que en una campaña de vacunación mundial no va a haber ninguna consecuencia, el problema es que nadie quiere morirse y, casi peor, nadie quiere asumir la responsabilidad de que alguien se muera por una decisión suya. Estamos más preocupados en redactar textos correctos que no hieran la sensibilidad de nadie que de salvar sus vidas. 

Apostamos siempre por sobrevivir, sí, pero nunca valoramos la opción de no hacerlo y a veces morirse es la opción, que quieren que les diga. Mantenemos que todo tiene solución, yo he sido el primero que he militado en esta teoría, lo asumo, y hay veces que las cosas no tiene solución, oigan. Eso de que todo tiene solución menos la muerte es una doble mentira, porque habrá cosas que no tengan solución y habrá que asumirlo y reinventarse, y habrá veces que la muerte sea una solución. Y si no piensen en la de veces que han sostenido una relación tóxica pensando en que se podía cambiar y han tragado carros y carretas para acabar mucho peor de lo que hubiera acabado si hubieran aceptado que aquello no tenía solución antes. Alguna de estas conocerán seguro, quizás no en ustedes, pero sí en gente que no lee las Sabatinas, sonrío.

En este empeño de sobrevivir puede que se nos esté olvidando vivir, que es lo importante, porque ¿a qué queremos sobrevivir sin haber vivido?, que igual lo que queremos es durar en vez de vivir, porque nos da un miedo atroz asumir que nos moriremos, y un miedo todavía peor a morirnos sin haber hecho nada relevante con nuestra vida, algo por lo que nos puedan recordar. La RAE, ya les he avisado, tiene tres acepciones para sobrevivir. La primera es la que más manejamos, la de vivir más allá de determinado suceso. La segunda, dice que sobrevivir es, ojo, redoble de tambor, vivir con pocos medios. Zasca. Kabúm. Aquí igual nos reconoceos más, vivir pasándolas canutas, y esto no hace referencia solo a medios económicos, ojo. Estamos sobreviviendo arrastrados en lo afectivo, por ejemplo, pero nos vale si sobrevivimos a esta pandemia. Antes vivo que complejo, que vivido, en contra de la canción de Maria Isabel.

La tercera acepción es la bonita, pero está al final: permanecer en el tiempo, perdurar. Y para esto no hace falta vivir demasiado, sino vivir bien, arriesgando y dando ejemplo que otros puedan replicar. Sobrevivir vs. Perdurar. Vivir plano, asustado, negando que nos puedan pasar cosas, sin impactar, o asumir que aquí se viene a jugar. A asumir responsabilidades y a brillar.

Es curioso que las mismas autoridades que paran la vacuna porque puede ser que tengan efectos secundarios en un porcentaje pequeño de personas, ganen dinero vendiendo tabaco o permitiendo la receta masiva de antidepresivos como si fueran sugus, que como bien saben no hacen daño a nadie. Aquí la responsabilidad es diferida, y como se mueren otros, pues tira. Opiáceos sí, vacuna no. De la misma forma que no quiero ni pensar la cantidad de complicaciones que causan viagras, vacunas gripales, medicación con estrógenos y lo que se tercie, pero no, ahora el miedo está normalizado y dirigido.

Para cerrar, que me estoy alargando, les recomiendo que vuelvan al diccionario de la RAE y consulten la palabra vivir. Tiene once acepciones, muchas más que sobrevivir, todas breves y sencillas, y todas en activo. Me quedo con las tres últimas, sobre todo con la de perdurar en la memoria, en la voluntad o en la consideración. 

Quizás haya que cambiar el concepto darwiniano de que quien se adapta sobrevive, por otro que diga que quien vive, perdura. Quizás hay que empezar a asumir que sobrevivir no es un objetivo sino una consecuencia de vivir. Que a veces no hay soluciones, ni salidas razonadas y que la vida carga la pistola de su ruleta rusa con las balas del azar, y que la única preparación posible es haber vivido sabiendo que habrá un día en el que no tengamos la suerte de cara. O de sien. Que igual estamos obcecados en componer una discografía larga y completa y lo que tenemos que hacer es un single que no se pueda olvidar.

Pienso ir a vacunarme, si es que me llaman, que estoy en una edad muy mala de tierra de nadie, confiando en que no me toque efecto secundario grave, pero convencido de que es la mejor solución. Peores cosas nos hemos metido en el cuerpo, ¿no creen? Por si acaso iré cantando, claro. Calamaro, por supuesto. No se puede parar una canción, si está el tilín del corazón…


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