• jueves, 25 de abril de 2024
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Opinión / Sabatinas

Ni fuerte ni amable: la opción Smith

Por Fermín Mínguez

De entrada les diré que me preocupa entre poco y nada las consecuencias que tendrán Chris Rock y Will Smith por el numerito del domingo en los Oscar. 

Por un lado porque ninguno va a tener que pedir un crédito al CDTI, aplazar sus cuotas de autónomo  o pedir algún tipo de ayuda social para pagar luz y agua. Y por otro porque ya están mayorcicos como para asumir las consecuencias de sus actos, así que, como no necesitan en absoluto de mi apoyo ni mi opinión, preocupación escasa, que quieren que les diga.

Lo que sí me llama la atención es la facilidad que tenemos para generar un debate profundo ante cualquier mamarrachada, que si está en juego la libertad de expresión, que si la masculinidad tóxica, que si el rol de la mujer, que si la violencia no es la solución, que si es un tema de raza, ha faltado la opinión experta de alguien vinculando el guantazo entre dos señores millonarios a la tercera guerra mundial. Volcados en el análisis de un hecho puntual que ocurre en un evento que no representa a casi nadie en la vida real, sin analizar el entorno en el que se produce y que lo promueve, por cierto. ¿Ya han decidido si son del equipo Rock o del equipo Smith?, ¿se han puesto a la derecha de Torrebruno eligiendo ser leones, (los más duros y los más melenudos / Los mejores, ra, ra, ra) o a la izquierda con los tigres (Más gigantes que elefantes, más valientes que Tarzán / Son los tigres los mejores, ra, ra, ra)? ¿Han ganado algo con eso?

A mi Chris Rock me ha parecido siempre un histriónico sobrevalorado, pero es mi opinión. De hecho su intervención completa en los Oscar no tiene desperdicio. Hizo chistes de calvos para meterse con una calva, uno a Bardem sobre su mujer, a la que no nombró, fue Bardem y su mujer están nominados, y se auto reforzó sus chistes. Vamos, que si me cuentan que se hizo el gangoso y que llamó “mariquita” o “mariposón” a Ian McKellen, y me dicen que es Arévalo en una gala de José Luis Moreno de finales de los 80, me lo creo. Y ese es el problema para mí, que en un evento como los Oscar, esta sea la propuesta de humor. Casposa y demodé. Todo el mundo debatiendo sobre la bofetada y muy pocos poniendo el foco en que el ambiente en el que se produce promueve y facilita este tipo de actuaciones, por lo tanto comentarios y por lo tanto respuestas. Responder con un soplamocos a estos chistes no me parece raro en esa propuesta, de hecho me faltó la música de Benny Hill en la salida de Smith y alguien tocando una bocina. ¿Quiero decir con esto que me parece justificada? Pues no, pero no por el hecho en sí, recuerden que desde estas líneas he propuesto alguna vez que la solución a problemas de acoso y abuso puede pasar por ser menos diplomáticos y algo más violentos, pero esto no es la opción Smith, hay un tema de equilibrio de fuerzas, de la posibilidad de defenderse de cada uno.

Smith y Rock tienen a su disposición miles de micrófonos para no tener que dilucidar esto con una guantada en público, de hecho diría que esto no es menor. Si le quieres partir la cara a alguien por la razón que sea, le esperas a la salida y le revientas los dientes, así, sin poesía ni lágrimas de perdón. Te plantas delante y pimpán, con alegría, y luego asumes las consecuencias, que te denuncie, que te la devuelva y sean tus dientes los que sufran, o acabar detenido, pero lo de la torta en público es estúpido a más no poder. 

Luego está lo de “lo hago en nombre de mi mujer”, ¿el qué haces en su nombre?, ¿el ridículo?, porque eso sí. Creo que fue mucho más castigadora la cara que puso Jada Pinkett al escuchar la broma, cosa que hizo recular a Rock, que el numerito de macho protector posterior. Macho protector flojo, insisto, esto se lo dejan al Fary y acaba peor. Que si por la familia, que si por su mujer, mira, estas cosas se hacen por uno mismo y, si fuera así, ha perdido la oportunidad de dejar que sea la ofendida, Jada, la que decidiera si merece la pena contestarle al Arévalo americano o no. Este tipo se sintió en ridículo, bien porque ya la habían tenido antes, bien porque primero se rió y luego quiso recomponerse, o por lo que fuera, pero el sopapo lo metió para defenderse a él mismo. Pueden llamarle como quieran a esto, masculinidad tóxica o lo que quieran, pero si me permiten yo lo llamaré “no dar para más”. Ni en el ambiente, ni en la propuesta, ni en los protagonistas. Si uno pone agua a hervir y le echa pasta, tendrá macarrones, si espera que salga un chuletón es que no le da para mucho. Si cocinas con ingredientes para  macarrones, comes macarrones. Pues eso.

Claro que el ambiente no lo justifica todo, que aquello fuera el certamen de Miss Redneck 87 no obliga a comportarse así, hay quien decide elevarse y brillar, y esto es lo relevante, estos son el ejemplo a seguir. El momento Pajares y Esteso en Yo hice a Roque III eclipsó una delicia que sí merece la pena admirar: la entrega del Oscar a mejor película. Lady Gaga acompaña a una frágil Liza Minelli, mayor y enferma, que aparece en silla de ruedas y cuando tiene que leer su parte se confunde y se abruma, con esa debilidad dolorosa de quien quiere y no puede. Ahí escucha un “te tengo” al oído, y responde con un “lo sé”. Es precioso. Discreto y sencillo. Sensible, lo que necesitaba la otra persona. En manos de los otros dos esto se hubiera cerrado con un “jaja, está gagá la vieja, ¿eh?, a ver si la silla tiene marcha atrás y desaparece”, o algo similar. Habría quien se reiría, quien no, organizados de nuevo en tigres y leones, y sin pensar en el impacto que tendría en la aludida. Esa es la opción, esa es la decisión, ser uno más o ser mejor. Y no me vengan con que es la diferencia entre hombres y mujeres, es la diferencia entre lo vulgar y lo distinguido, entre reflejar o brillar, y esto está al alcance de cualquiera. Es sólo un tema de voluntad. Lady Gaga fue fuerte y amable, supo adaptarse y actuar en consecuencia, buscando la mejor opción, sin justificarse en nombre de nadie.

Si se quieren defender, defiéndanse como les dé la gana, faltaría más, pero sin excusas. Si no tienen recursos para otra cosa que soltar mandobles, pues suéltenlos pero asuman las consecuencias. O esfuercénse en mejorar y desarrollen otras formas. Que aquí se viene a brillar, y a llorar, a la llorería.

Menos mal que no tenía mucho que decir sobre el asunto. Cierro con una canción preciosa de Lady Gaga con Tony Bennet, porque nada es casualidad en esta vida, todo se prepara, claro. Sonrío.

Sean buenos y, sobre todo, sean felices. Día y noche.


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