• martes, 23 de abril de 2024
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Opinión / Sabatinas

Miedo a una vida en bucle

Por Fermín Mínguez

Feliz 2017. Así me felicitaba Paula las navidades y el año entrante, y lo que empezó como un error acabó en una broma sobre que igual no era tan mala idea repetir el año, empezarlo de nuevo.
 

Una escultura que refleja el bucle de la vida
Una escultura que refleja el bucle de la vida.

No sé ustedes pero yo tengo una extraña sensación de año en bucle, no diré perdido porque han pasado suficientes cosas de las que aprender como para no hacerle el feo a 2017, sin embargo no acabo de sacudirme esa sensación.

He repasado mis artículos de esta fecha de 2016 y es curioso pero los podría repetir, no solo el de 2016 sino, lo que es peor, el de 2015. Que hablaba de cómo todos los partidos que concurren a unas elecciones ganan. Y el del año pasado del atentados suicidas. Y después de pérdidas significativas, de gente que se muere sin rendirse, y les echamos de menos.

Y todas las frases empiezan por y, y se van enlazando unas cosa con otras, corriendo, sin darse tregua ni tiempo de pararse a mirar y disfrutar como en los domingos diésel de Miqui.

Parece que la vida fuese una concatenación de filias y fobias en las que militar por temporada o convencimiento, y hay temporadas altas de emociones donde nos convencemos de lo importante y primordial de nuestra actuación; y otras bajas donde cocinamos a fuego lento los rencores que nos harán levantarnos en la próxima subida emocional. Es como si comprásemos una entrada para un Dragon Khan anual, nos montamos, manos arriba, gritos al bajar, manos arriba otra vez, curva, contra curva, loop y al punto de partida. Las uvas y a volver a empezar.

Si uno mira la historia se da cuenta de que también es cíclica, también una montaña rusa pero infinita, también un ir y venir de convencimientos y bandos. No sé si esto es muy motivador, ser parte de algo que parece programado. Tomamos bando y militamos en él, a veces en causas justas, otras históricas y la mayoría de veces caducas. ¿Pero militamos desde el convencimiento o desde lo previsible?, ¿cuánto de opción personal hay en participar en un movimiento mayoritario?, ¿cuánto de libertad hay en la elección de una de las propuestas que se nos ofrecen?, ¿cuanto de reivindicación en nuestra pertenencia a proyectos diseñados por terceros?

Seguimos hablando de mejorar, seguimos manifestándonos con banderas, indignándonos por maltratos y agresiones sexuales, llenando change.org de peticiones justísimas o inundando las redes sociales con emoticonos de risas o indignación (o vómito, que no contentos con comunicarnos a través de las puñeteras pelotas amarillas encima las utilizamos cada vez más desagradables), y pum, es diciembre otra vez.

Qué miedo me da la vida en bucle, arrastrados por temas de actualidad, en esa obligación de defender nuestra trinchera, obligados a tener opinión y contraopinión, cuando a veces no hace falta tener opinión sino mala leche, sacar a pasear el arrabal y posicionarse desde lo personal, desde las vísceras, desde la posición personal. Enseñando la lengua mordida. Esa posición que no tiene por qué ser compartida con nadie. El agridulce hecho de vivir.

Igual Paula tenía razón y lo que toca es revivir 2017 en clave personal pero eso, a menos que tengan ustedes un Delorean y conozcan a Doc, se antoja complicado. Lo que sí podemos hacer es vivir 2018 como nos prometemos hacerlo cada uno de enero, sin esperar a que nos digan dónde posicionarnos.

O lo que les dé la gana, que para eso es su año, ¿o no?


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