• miércoles, 24 de abril de 2024
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Opinión / Sabatinas

Mentiras, verdades, perros y lobos

Por Fermín Mínguez

Me hablaban ayer de un cordobés que decía que el parecido entre aduladores y amigos es el mismo que entre lobos y perros. Y lo primero que me vino a la cabeza fue el debate electoral y esta campaña deja vu.

Los candidatos a la presidencia del Gobierno, (i-d) Pablo Casado, Pedro Sánchez, Santiago Abascal, Pablo Iglesias y Albert Rivera, momentos antes de comenzar el debate electoral que tiene lugar este lunes en el Pabellón de Cristal de la Casa de Campo de Madrid, y que será moderado por los periodistas Ana Blanco y Vicente Vallés. EFE/Juan Carlos Hidalgo
Los candidatos a la presidencia del Gobierno, Pablo Casado, Pedro Sánchez, Santiago Abascal, Pablo Iglesias y Albert Rivera, momentos antes de comenzar el debate electoral. EFE/Juan Carlos Hidalgo

Creo que la frase era así y hablaba de parecidos y no de diferencias, pero el caso es el mismo, si bien puede haber un parecido razonable entre lobos y perros, sobre todo de lejos, no es lo mismo uno que otro. No sé si ustedes dormirían tranquilos sin saber si lo que tienen al lado es un perro o un lobo, imagínense que lo descubren cuando se giran y le ven los dientes amenazantes.

Hay dos actitudes que me han resultado sorprendentes estos días. La primera es la facilidad con las que se nos olvida la decepción política para volver a hacer campaña por los nuestros. Nos indigna que no lleguen a un acuerdo, los otros claro, pero les hacemos a campaña gratis reventando las redes sociales con mensajes y vídeos e inundándola de peticiones de voto o críticas al resto de partido. Mensajes que en su mayoría se volverán críticas en la mayoría de los casos después del 10-N. Es como una relación tóxica que sabemos que nos hace daño pero parece que no podamos evitar volver una y otra vez.

La otra es la forma en la que nos creemos las promesas políticas y validamos durante un par de semanas el sistema que queremos cambiar los siguientes cuatro años. Nos encanta creer que los lobos que nos han mellado a dentelladas son ahora preciosos perretes, alguno incluso olerá a leche todavía, que prometen no hacerlo mal otra vez y que esta vez sí que no nos defraudarán.

Es increíble como el modo de contar y transmitir influye en la percepción. Increíble que las formas sigan contando más que los fondos. Que lleguemos a normalizar barbaridades xenófobas, que los datos estadísticos niegan, sólo porque se presenten con un envoltorio de seguridad. No puede ser que nos estemos planteando derechos sociales que ya están más que consolidados porque alguien está agitando la bandera del miedo. Aduladores del miedo, no se me ocurre combinación más peligrosa. Valoramos más un minuto de oro que cuatro años de níquel, que no brilla y produce alergias.

La credibilidad la dan los actos, las obras que son amores, no las campañas breves y programadas diseñadas para conseguir votos por atracción y no por convencimiento. Unos perfiles que se saben conocedores de las reglas del juego y están convencidos de que pase lo que pase seguirán teniendo premio. Como esa generación de ninis que no hacen ningún esfuerzo por ganarse el pan pero que lo exigen por derecho. Esa generación que estamos encumbrando dándoles infinidad de oportunidades sin que se hayan merecido ni siquiera la primera. Y que además sirve de espejo a las siguientes que ven que lo de esforzarse ya si eso otro día, que visto lo visto no hace falta. ¿Qué no nos merecemos estos políticos que no llegan a acuerdos? Vamos que si nos los merecemos, y los que vengan después también.

Los contenidos son lo importante y no los continentes, la intención que se esconde detrás de la forma, porque melodías similares pueden traer mensajes muy diferentes, para ejemplo las canciones de hoy. Sobre la misma base dos sentimientos diferentes.

Vayamos al fondo de las propuestas siempre, diferenciemos siempre entre perros y lobos por muy agradable que sea el halago.

Hace treinta años que cayó el muro de Berlín. No es posible que hayamos olvidado tan pronto la alegría de tirar muros para que ya estemos propiciando el rencor que nos haga levantar otros nuevos.


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