• martes, 19 de marzo de 2024
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Opinión / Sabatinas

La ilusión

Por Fermín Mínguez

Me dijiste que te cuesta encontrar la ilusión, y fue como si me explotase la cabeza. No puede ser que alguien como tú, que tantas veces la ha provocado, tenga ahora que estar buscándola, a veces esperamos la ilusión en reactivo, cuando es lo más proactivo del mundo.

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"No pude decirte nada de esto embebido por la ilusión de volver a nuestros lugares comunes, mejor vestidos, en mejores sitios, y en mejor coche, pero reviviendo la misma ilusión que creamos en su día".

Seguías hablando con esa serenidad de quien sabe lo que dice, sin pena, de cómo a medida que avanza la vida y vamos cumpliendo planes cuesta más ilusionarse con otros nuevos y, mientras te escuchaba, pensaba en que el mismo hecho de cumplirlos, de poder mirar atrás y ver lo que has conseguido en esta vida de huracanes que hemos compartido tenía que ser motivo de ilusión en sí mismo. Pensaba en muchas cosas que decirte mientras te escuchaba, gracias a esa vena Orayen que tengo y que me permite hacer dos cosas a la vez, y que no te dije porque me hacía mucha ilusión poder volver a escucharte, tenerte cerca, y recuperar aquellas noches anárquicas de cenas en sitios horribles con conversaciones brillantes que siempre me hace ilusión recordar y que la sola posibilidad de poder repetir me devuelve la sonrisa. 

Me vino a la cabeza una frase de la serie 30 monedas de Álex de la Iglesia donde el malo malísimo dice que tener Fe es querer tener Fe, y pensé en que tener ilusión es lo mismo, es querer tener ilusión. La ilusión no puede depender de terceros, ni siquiera de que podamos cumplir lo que esperamos, porque siempre habrá cercenadores de ilusiones y pudridores de alegrías a los que no preocupa el impacto que tienen en terceros. Pero también existen los generadores de ilusión y abonadores de alegría, como tú, que son personas que te encienden de nuevo, que avivan tus brasas hasta que vuelves a tener llama y puedes encender a otros. Y eso tiene que ser un motivo de ilusión, saber que puedes impactar en otros, que tu forma de afrontar la vida, de cuidarla, pueda hacer que la vida de otro sea mejor, como haces mejor la mía.

Hablabas de que las cosas cambian y que te resitúan, y yo tarareaba la canción de Bunbury (bendito gen materno) mientras te escuchaba. Claro que cambian y no siempre para bien. Pensaba en esa falacia de que todo es para bien, y una mierda es para bien, hay cosas que son para mal pero ni son eternas ni deben salpicar al resto de tu vida. Te hacen reubicarte y buscar ilusión en otras cosas. Hay puertas que cerramos para no abrir más, y hasta eso es motivo de ilusión. Me hubiera gustado decirte que tú me has enseñado a cerrar puertas y que es una de las cosas que más me ha ayudado en la vida, y a asumir las cicatrices cambiando el miedo por la ilusión de buscar otras nuevas. De lo importante que es a veces cambiar oro por madera, que tiene menos valor pero da más calor. Claro que cambian las cosas, chica, igual que hace casi tres años que ya no llevo reloj, con lo que me gustaban los relojes, sino una pulsera de Cris en la muñeca izquierda porque el tiempo ha dejado de tener el sentido que tenía, y he cambiado la ilusión de acumularlo por la de quemarlo a segundos.

Y te hubiera hablado de que a la ilusión hay que provocarla, pero entonces recordé que a las nuevas generaciones les gustan también las canciones que empiezan tranquilas y acaban “así muy fuerte” y no podía sacarme el Getting away with it de James, y el Be mine de R.E.M. y Daughter de Pearl Jam que tendré que incluir en el disco que le estoy grabando y que me hace una ilusión tremenda porque sé que será una forma de perdurar.

Que quizás tienes razón, como casi siempre, aunque esto no te lo diré, claro, y hay un momento en el que la estabilidad puede ser una buena opción y lo de vivir sin sobresaltos y con alegrías comedidas ayuda, pero qué quieres que te diga, chica, esto no tiene por qué significar desconectarse de la ilusión. Que igual toca cambiar esa ilusión de los planes por cumplir por la ilusión de los planes cumplidos, que no está nada mal. Por la ilusión de seguir impactando en otros que todavía tienen mucho por recorrer, y en todos los que vamos a seguir necesitando a quien nos ilumine en estos tiempos de miedos pandémicos, de ilusiones tapadas con mascarillas, de amarguras cotidianas, de egoísmos políticos, de restricciones bloqueantes y de perdidas continuas de libertades. Alguien como tú, que es luz hasta cuando todo se oscurece, incluso cuando tú te oscureces, fíjate.

Pero no pude decirte nada de esto embebido por la ilusión de volver a nuestros lugares comunes, mejor vestidos, en mejores sitios, y en mejor coche, pero reviviendo la misma ilusión que creamos en su día y que consigues encender cada vez que nos damos la oportunidad de volver a vernos. La misma ilusión con distinto traje.

Porque, ¿sabes que, chica?, que aunque lo que está puede estar igual de bien con ilusión, de hecho hasta mejor, la verdad es que lo que está, está, y está bien. Y mientras repetías esto yo miraba por la ventanilla recitando el Hagamos un trato de Benedetti, porque lo que hace verdadera ilusión es saber que puedo contigo, y tú también, no hasta dos o hasta diez sino contar conmigo.

¿Y sabes que es lo mejor? Que esta conversación que es entre tú y yo, espero que sirva para que muchos otros enciendan ilusiones, tomando conciencia de que sus ilusiones no dependen de terceros sino de querer tener ilusión. 

Estoy seguro de que alguien nos ayudará siempre a volver a cantar, aunque sea a otro ritmo y compás. Yo te esperaré, claro que sí. Se que esto te hace ilusión.

Sonrío, gracias.


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