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Opinión / Sabatinas

Los hombres que mataban a las mujeres

Por Fermín Mínguez

Cuatro mujeres asesinadas en los primeros ocho días del año, y dos más en investigación. Es una salvajada. Les aviso que si esperan aquí el enésimo speech sobre jueces, la ley, la ministra, o cualquier tema que desvíe la atención, ya pueden cerrar e irse a leer a otros columnistas. Aquí vamos a hablar del problema principal: los hombres que matan a las mujeres.

Ojalá pronto podamos hablar en pasado como el título de esta Sabatina, homenaje a la novela de Stieg Larsson, en su caso eran los hombres que no amaban a las mujeres. Ojalá quedarse ahí, en no amar, o en amar a otra, o a otro, o a nadie, pero sin acabar matando. Que igual se nos ha acostumbrado el oído a eso de que aparezcan mujeres muertas, como se nos acostumbró a los muertos por COVID o por SIDA en su momento, pero es que esto es diferente, esto es que hay unos miserables que han decidido llevarse por delante a una mujer por el mero hecho de que les parece lo correcto. No es que sean tres este año, es que son 1.825 desde 2003. Mil ochocientas veinticinco, que cueste leerlo.

MIL OCHOCIENTAS VEINTICINCO.

Es una puta salvajada, disculpen. Por cada una de estas muertas ha habido alguien que ha decidido que para seguir así, en vez de asumir las consecuencias, mejor matar. Y tan tranquilos, oigan. Luego están los que deciden suicidarse, que además de ser escoria, son la escoria más cobarde del mundo. Te arranco la vida, destrozo la de quien te quiere, incluso si son mis hijos, y luego, como no tengo nada de esos cojones de los que presumía en público, me quito de en medio. Miren, si hay algún cabrón de esos leyendome, que no creo, porque son más de beber sol y sombra que de leer, el orden es el inverso: primero te metes un tiro, a poder ser dos, el primero en las pelotas y el segundo en la boca, y luego ya si eso te dedicas a matar al resto.

Ya disculparán el tono de hoy, pero es que estoy muy enfadado, y triste, también triste. Triste porque creo que una parte de culpa de todo esto es mía. Mía por no ser más claro en enfrentarme a esta gentuza y no llamarlos asesinos a la cara. Cobardes, mezquinos, mierdas de personas y demás. Igual también tienes tú un poco de culpa por normalizar comentarios que no los son, por reírte un poco y decir “qué bruto eres” cuando la medianía esa que está contigo hace comentarios machistas. O tú, por confundir machismo con misoginia. O usted, no le tuteo que le conozco menos, cuando da espacio a esos debates sobre que sin prostitución habría más muertes y más violaciones, como si fuera un razonamiento a debatir. O usted, y tú, cuando tiñes de violeta las redes sociales pero luego compartes mesa con el putero de turno que defiende que “una hostia a tiempo doma a la mujer”, y en lugar de levantarte, darle con el servilletero en la cabeza e irte, sacas alguna frase profunda sobre el empoderamiento de la mujer. De otras mujeres, claro. O tú, y tú, y tú, que en un entorno de machotes te unes a la broma de encimar a una chica, al relato ese de que se visten para provocar y arrimas el paquete convencido de que tienes en la entrepierna el grial del amor.

Igual es que la suma de todas estas pequeñas culpas han generado un espacio en el que una banda con un retraso mental, cognitivo y social importante se creen en el derecho de matar. Creen que matar a una mujer es una opción.

Gentuza, ni gente, neandertales que en vez de mirarse para dentro y sacar todos esos complejos que tienen, esas mierdas que les adornan, dan por hecho que la solución a su patética existencia es matar a la que ha sido su pareja. Si en este punto están pensando en eso, de que sí, que claro, que lo digo yo que he tenido suerte y no he topado con una mujer mala en mi vida. Si están en ese punto acaban de pasar al grupo de gentuza que da ascoputo, pueden ir pasando, no se paren en la puerta. Me da igual que la mujer sea mala, o el mismísimo demonio con tetas. Te separas, te vas, o denuncias o lo que te brote, pero no te llevas a nadie por delante. Y no, no me valen casos puntuales que les han contado. No se mata. Es como si decido, por mi cuenta y riesgo, reventarle la cabeza a mi mecánico con una llave inglesa porque me ha cobrado mucho o lo ha hecho mal, y el resto hace lo mismo. Y se convierte en opción reventar cabezas a los mecánicos. Que no, que lo que nos distingue de los animales es la capacidad de razonar.

Ahora toca el tema de los jueces. Que sí unos, que si otros, que si la madre que los trajo. Yo sería mucho más severo, pero no soy juez y confío en que serán lo más justos posible, y si hay que limar procedimientos y mejorar protocolos, pónganse a ello, pero me temo que, de toda la cadena de culpables, tenemos más porcentaje nosotros que ellos. Cuando llegan a sus manos, estas alimañas ya han amenazado, gritado, pegado, acuchillado o decapitado y cortado las manos como a Natalia, de 46 años, este enero negro. Hay que actuar antes, ellos, la policía y sobre todo nosotros, padres, hermanos, hijos, cuñados, primos, tíos, sobrinos, amigos, vecinos y lo que quieran. Y acabado en a y en e.

Luego están los políticos que legislan. Y que si la ley es un truño que favorece a los malos y que la culpa es de los jueces. No tengo ni idea de leyes. La aplicación no parece del todo buena, pero echar la culpa a los jueces y discutir me parece una desvergüenza mientras fuera siguen matando mujeres esperando que alguien tome decisiones. Menos drama, menos lágrimas, menos tú más, pues tú menos, y más remangarse, joder, y poner soluciones. Recordemos que los políticos son la representación del pueblo, de nosotros, de los ustedes y túes de antes, así que igual tenemos lo que merecemos. Personalmente no espero demasiado de una clase política que hemos elegido una sociedad a la que tuvieron que hacernos tutoriales sobre cómo lavarnos las manos en la pandemia, y a la que últimamente le han tenido que poner un cordelico de plástico a los tapones de rosca de las bebidas de refresco para que no se caiga… que es que igual tenemos la clase política que nos merecemos, borrega, egocéntrica y partidista, que es lo que somos como sociedad. Que es seguramente lo que hace que nos moleste, pero no tanto como para implicarnos, que maten mujeres porque como a nosotros no nos matan, pues eso: camisetas, redes sociales e indignación política.

¿Saben qué? Que cualquier día un anormal llega y le mete dos guantazos a su hija, o a su hermana, o a quien sea que ustedes quieran mucho, porque nadie le ha plantado cara cuando empezó con los chascarrillos de machote ilustrado. Que ojalá no, pero tiene toda la pinta si no intervenimos y les cerramos la puerta en la cara. Esto no va de señores carcas que van sembrando odio consecuencia de su educación rancia y su incapacidad, de mierda, para asumir sus límites, (que éstos se lo tendrian que hacer mirar también, cómo impactan en las nuevas generaciones), esto va de chavales matando chavalas. Esto va de que a Belén, una chica de veinticuatro años la mató un imbécil de treinta. 30 y 24. Treinta y veinticuatro. Este no ha tenido tiempo de criarse con los chistes de mariquitas, gangosos y mujeres de Arévalo y no puede ser culpa del reguetón. Muchos hemos crecido con Arévalo en el coche, con “La mataré” de Loquillo o “Cómo pudiste hacerme esto a mí” de Alaska, y no se nos ha pasado por la cabeza acuchillar a la mujer que hemos tenido al lado por mucho daño que nos haya hecho.

Que no, que la culpa de todo esto es mayoritariamente de que les hemos dejado un espacio a la morralla que mata. Les hemos dejado creer que hay algo de justiciero en esto, de dignidad masculina en imponerse. Si fueran tan valientes irían a quejarse al padre, hermano o amigo fuerte de la mujer, pero no, la arrinconan en solitario, la ningunean, la anulan, la maltratan y la matan. Menos hacer bandera de las frases de que las mujeres facturan de una estrella millonaria, y más arrimar el hombro a las mujeres que sufren y no facturan. Que sepan que pueden acudir a cualquiera sin miedo, que el desgraciado que les amenaza es minoría, y que acabará en la cárcel o con la cara hecha un cromo si se hace público.

Que la Administración ayude, y los jueces, y los ministros/as/es, vale, pero sobre todo ayude usted, y usted, y usted. Y ayuda tú, y tú, y tú. Y tú plántate. Y tú dile que le va a hacer la gracia a su puto padre. Y usted que ese chiste es una grosería y está fuera de tono y lugar.

Que dejemos de pedir que no mueran más mujeres para exigir que no maten a más mujeres. No demos tregua. Aquí no hay espacio para asesinos, maltratadores y misóginos clasistas. Aquí no. Estad incómodos. Tomad medicación. O quitaros de en medio. Pero aquí no hay sitio. Ojalá nos acompañe luego la ley, pero en lo que nos toca a nosotros, a la sociedad, a los del tapón con cordelico, no os vamos a dejar ni un metro. Ni uno.

¿Les parece? ¿Hacemos este trato también? Sin excusas, haga lo que haga el otro, nosotros a lo nuestro, a desenmascarar a estos desgraciados. Que no tengan sitio. Por Belén, Eva, Hayate y Natalia de este 2023, por las mil ochocientas veinticinco de los últimos veinte años. Por las hijas e hijos que están y que vienen, que no tengan que encontrarse con esto sin solucionar. ¿Vamos?

Sean buenos pero, sobre todo, sean felices. Y no cedan ni un metro.
 


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