• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / Sabatinas

Una forma de vida

Por Fermín Mínguez

Se puede pasar por la vida, transitarla, probando opciones pero sin asumir riesgos, y luego está la posibilidad de dejar a la vida pasar por ti y hacer que vivir sea una forma de vida. El rugby es un ejemplo de esto. Los objetivos por encima de los individuos. Ojalá mañana pudiera votar al rugby.

El viernes se jugó en Barcelona la final del Top 14, la liga francesa, la mejor del mundo. Más de 99.000 espectadores, un partido cargado de épica y de gestos pero sobre todo de lo que es renunciar al valor individual por el de grupo.

Para empezar más de 70.000 personas compraron la entrada antes de saber quién jugaría la final. Algunos, incluido yo, la compramos el año pasado. Imaginen. Porque lo importante era ver una final de primer nivel, disfrutar de tu deporte y aprender de los mejores. Independientemente de qué actores fueran. Quien llegue será el mejor porque lo merezca. Lo importante no es quién, sino cómo. Igual que en esta campaña electoral, ¿no creen?

Vino un amigo futbolero, entramos pronto para ver la zona de aficionados, tiendas, y todos los espectáculos que se programaban. ¿A la zona de qué equipo vamos?, preguntó. ”Están juntas”.

A una final se va a disfrutar, no a discutir. Claro que quieres que tu equipo gane, pero lo primero es el rugby, no tus preferencias. Las aficiones mezcladas, un fondo para cada una, pero en el resto todas juntas. Banderas, gritos de ánimo, bebiendo juntos. Esto es un partido, si quieres contacto, juega, baja al campo y placa. Si quieres pegarte, este no es el sitio. La intensidad no la da la violencia, sino la técnica. En el Camp Nou no se podía beber alcohol, pero en la mayoría de partidos se permite y no hay broncas ni peleas. No es el alcohol, son las personas. Otra vez la individualidad en segundo plano.

Un partido intenso de nivel. Expulsado un jugador en el minuto 20. Excesivo, pero ni rechista. El árbitro manda porque es quien defiende el deporte, la táctica cambia. Esto es habitual, pero un equipo plagado de estrellas, entre ellas Dan Carter  jugador mejor pagado del mundo, entienden que toca sacrificarse y defender. Independientemente de sueldos. Flexionar, bajar el hombro y placar, una y otra vez. Y recolocarte. Sufrir y no lucirte, y esperar cada oportunidad para puntuar. Y las oportunidades llegan y puntúan y Racing se pone por delante. Sufriendo.

Los últimos minutos son de un acoso constante, y hay una melé (eso que nos empujamos unos contra otros con el balón en medio, mi tía lo llama “amochamiento”) que puede hacer que pierdan el partido. Así que vuelve a entrar uno de los jugadores que tuvo que retirarse lesionado. Hay que estar destrozado para salir de una final, así que volver a entrar no parece el mejor plan, pero tu equipo te necesita. Así que Tameifuna sale, sus ciento treinta y pico kilos empujan, ganan la melé y despejan el peligro. No quiero pensar como estará hoy, pero ayer tocaba empujar. Y se empuja. Borrarse no es una opción, que te duela no es una opción. Tu equipo sí lo es.

Objetivo claro y todas tus capacidades enfocadas a conseguirlo. No pensando en que el otro no consiga los suyos, no, sino en que conseguir los propios. No quiero que pierdas, quiero ganar. Quiero conseguir mi objetivo y si es común me pongo a disposición del equipo. Quien dice equipo dice país, que también es colectivo.

Ayer fue una gozada llevar a los chavales de la escuela a ver un partido donde no hubo violencia, no hubo cánticos ofensivos, no se insultó al árbitro y vieron como después de una batalla campal los equipos se abrazaban. Ese es el tipo de espectáculo que las nuevas generaciones tienen que ver. Esa es la forma de vida que hay que inculcar, compromiso y sacrificio. Sin fingir lesiones, sin criticar al otro. Las metas se alcanzan siendo el mejor. Aprendieron a jugar. No a ganar, a jugar.

Así se consigue la admiración. Se cree en quien da ejemplo. Ese el espectáculo que hay que dar. Y no el de rencilla, cálculo de posibilidades y crítica a voces. Aprendan.

Ojalá pudiera mañana votar por Carter. O por Tameifuna.

Por la vida no se puede pasar de puntillas, vivir es un billete de ida.


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