• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Sabatinas

Fue sin querer

Por Fermín Mínguez

Recuerdo un artículo de Pérez Reverte de hará 20 años en el que decía que le daba mucha rabia que los delincuentes y asesinos se excusaran cuando les pillaban haciendo algo grave y planificado. Me estaré haciendo mayor, pero empiezo a entenderle.

Miren Gaztañaga y Félix Millet, protagonistas de la semana.
Miren Gaztañaga y Félix Millet, protagonistas de la semana.

Y no crean que no será por ganas de creerles, que parecen buena gente todos y no es justo que les sometamos a semejante presión, que destrocemos sus vidas con lo que han hecho por nosotros. Fíjense en el pobre Millet. Habrán oído que ha dicho que sus hijas no querían casarse en el Palau, que lo hicieron por obligación, para promocionar las bodas allí. Es normal que luego por despecho se lo cargase todo a las cuentas públicas. Y lo que es la guinda es que le cobrase su parte al consuegro. Imagínense por un momento el primer cumpleaños familiar después de saberse la noticia. “No quería, me obligaron”, estupenda excusa. Apúntenla.

También es buena esa de “todo empezó a corromperse cuando yo salí”. Como esos fines de semana en los que te quedabas solo en casa y en 15 minutos habías pasado de Dr. Jekyll a Mr. Hyde, igual, pero en vez de copas con sobres. Perdón, presuntos sobres. Las copas estaban confirmadas.

O la de “era un programa de humor que iba dirigido a una audiencia reducida”. Lo de la audiencia reducida en 2017 es de una inocencia que inspira hasta ternura. Pretender que no tenga repercusión en tiempos de ediciones inmediatas, de redes sociales que funcionan como redacciones sin filtro. Y aquí entramos en el tema de las consecuencias. No valoraré las declaraciones, si son correctas o no, allá cada cual con su conciencia y sus consecuencias, porque las consecuencias son, como en la canción de Bunbury, inevitables.

Uno se siente cómodo, se viene arriba y dice cosas en términos de conversación de bar. El problema es que en este gran hermano en el que vivimos (me refiero al de Orwell, no al de Milá) las paredes oyen, se entera el vecino y está en su derecho de que le sienten mal. Decir que alguien te parece un cateto o un hortera es legítimo y perfecto, pero habrá que entender que si se entera se moleste. ¿O no? Soy poco amigo de boicots, en general, porque acaban pagando justos por pecadores pero muy fan de las decisiones personales, de lo que se llama obrar en conciencia y entender eso tan sencillo de la acción reacción.

Me encantaría un “miren, les he sacado hasta los ojos, me lo he llevado crudo y me he pegado una vidorra que no tendrán ustedes en tres vidas. Ahora me han pillado, y me toca pagar, pero miren, ha merecido la pena”, me encantaría. Asumir que cada decisión que uno toma en la vida provocará reacciones.

La libertad de actuación y de expresión no significa que diga lo que diga nadie se ofenderá, no, significa que puedo decir lo que me dé la gana, aunque alguien se ofenda, y que lo tendré que asumir. Y las batallas se plantean y se defienden mientras duren, después ya no procede justificar sino asumir, asumir el riesgo. Si me permiten un ejemplo tonto esto es como si alguien entra en un vestuario colectivo con una de esas toallas manta o poncho y pretende pasar desapercibido, miren no, de todo menos desapercibido.

Supongo que estarán todos viendo el VI Naciones de rugby, ¿verdad? Cuánto nos gusta este deporte. Hace un mes jugaron Gales e Inglaterra, que como partido es calentito, pero eso, el partido. Respeto de las dos hinchadas a la salido y los himnos de los equipos, tensión y dureza máxima durante 80 minutos, y respeto de nuevo al final. Los problemas se solucionan en el durante. La consecuencia del partido es que Inglaterra es tuvo más hábil, lo gestionó mejor, ganó y de paso me arruino la porra. Ni la culpa fue del árbitro, ni del viento, ni de nadie. Sin excusas, ganaron y punto.

Mal vamos si en vez de asumir responsabilidades cuando se le ven las orejas al lobo empezamos a justificarnos y pedir perdón con carica de pena para ver si cuela. Eso hubiera estado bien si el arrepentimiento viene sin lobo cerca. Si es a esto a lo que se refería Perez Reverte, fíjense, le entiendo.

La otra opción es cantar por Sabina y negarlo todo. Y que pague tu consuegro.


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