• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / Sabatinas

El final

Por Fermín Mínguez

Cerramos el año, otra vez, esta vez también década. Parece que esto le da más importancia al cierre, como de acabose total. Pero la realidad es más simple, el primer día del año solo será el día siguiente a otro. Habrá que seguir intentándolo, con el año no se acaba nada. Ojalá fuera así a veces.

Imagen para representar el esfuerzo y la superación ARCHIVO
El éxito son esos pequeños cambios progresivos que consolidan el cambio final. ARCHIVO

A fin de año parece que toca hacer evaluación de aquello que nos propusimos y ver si lo hemos conseguido. No está mal, pero lo suyo hubiera sido ir haciendo evaluaciones parciales, ver cómo van evolucionando esos propósitos y reforzarlos o hacer alguna acción correctiva de las que hablan los sistemas de Calidad. Porque jugárselo todo al último día o al último mes, además de arriesgado, es tramposo y desmotivador.

Qué quieren que les diga, si el objetivo era adelgazar cinco kilos durante el año y hemos bajado cien gramos a 30 de noviembre, no parece que vayamos a conseguirlo aunque nos pongamos a dieta de borraja y pollo después del puente de diciembre. O si el objetivo era ser mejor persona, (ay, esos objetivos abstractos que no valen para nada…), el hecho de enviar cuatro felicitaciones no lo va a arreglar.

El éxito aquí son esos pequeños cambios progresivos que consolidan el cambio final. Esos cambios que producimos porque realmente queremos mejorar. Preocuparse más por los demás, tener más empatía, no pasa por convertirse de la noche a la mañana en una especie de gurú namastésiano que comparte tu dolor cuando realmente le importa un pito, sino en dedicar tiempo a la escucha del otro, aunque sea algo que nos cueste, porque sabemos que le hará bien. Eso es mejorar cumpliendo objetivos menores.

Otras veces encubrimos el cumplimiento de objetivos a través de terceros, que ya es la bomba. Yo no he adelgazado, pero he ayudado a que otros lo hagan; pistonudo, oigan. O voy a mejorar mi capacidad de decisión, de asumir riesgos, y para eso voy a esperar a que otros decidan por mí. Que está muy bien ayudar a que otros hagan, pero eso no puntúa como cumplimiento de objetivo personal, ¿no creen?

Lo peor de esto es que, como no cumplimos los objetivos, a veces imposibles por un exceso de confianza, es que nos rendimos. Y como no hemos dejado de fumar, fumamos más; o nos enrocamos en actitudes que no nos gustan para protegernos. Confundimos rendirse con abandonar, y no, queridas y queridos, no es lo mismo. Nada que ver.

¿Conocen a Phil Knight? Yo, personalmente, no, pero sé que es uno de los fundadores de Nike, que ahora tiene un fortunón, como pueden imaginar, y que ha escrito un libro sobre la fundación de la marca, que caerá en breve. El libro se titula Dog Shoe, que, como todos saben, en castellano se traduce por "nunca te pares" (en fin, querernos así traduciendo títulos). Parece un buen ejemplo para emprendedores; no les ha ido mal. Pero les hablo de él porque me llamó mucho la atención una de sus frases sobre rendirse. Miren, Phil dice esto: “¿Y los que alientan a los emprendedores a no rendirse nunca? Charlatanes. A veces hay que rendirse. A veces hay que saber cuándo hacerlo e intentar otra cosa; eso es una genialidad. Rendirse no significa parar. No os detengáis nunca”.

Me saco el sombrero, totalmente a favor. A veces hay que rendirse, y eso no significa claudicar ni renunciar a lo que uno quiere. Rendirse en intentar algo que nos agota y que nos impide alcanzar lo realmente importante. Rendirse pero no parar, gracias Phil.

Los que tenemos la suerte de ser pedagogos, esto lo entendemos bien, no solo por lo difícil que es tener una profesión que la mayoría desconoce, sino porque aquellas horas dedicadas a la Didáctica General tienen su premio aquí. Sabemos perfectamente organizar la vida en objetivo principal y secundarios, siempre en infinitivo y en positivo. Sabemos que los secundarios están al servicio del principal y que, al evaluarlos, pueden modificarse y cambiarse por otros que sirvan mejor al objetivo final. En resumen, sabemos que los qués necesitan de cómos.

Igual de importante que definir un objetivo es tener claro cómo vamos a conseguirlo. Estarán de acuerdo que, si el objetivo es forrarse, puede conseguirse con esfuerzo o robando, y, aunque el objetivo sea el mismo, la forma de llegar no lo es. Quizás sea más largo a través del esfuerzo y haya que cambiar algunas veces de objetivos secundarios, ya que habrá que rendirse en proyectos que no aportan lo que esperábamos, pero seguir con otros que emocionen. Rendirse pero no parar.

Los pedagogos también sabemos diferenciar entre oportunidad y situación, sabemos reconocer que una situación es favorable a nuestros intereses, pero que quizás no sea la oportunidad correcta, porque se aleja de la forma en que la esperamos. Esto es reconocer que haría lo que fuera por alguien como tú, pero no contigo. Ese es el matiz.

Se habrán dado cuenta de que, en la vida, las cosas no suelen salir bien a la primera, pero eso no significa que haya que bajar los brazos, como tampoco significa que haya que intentar lo mismo una y otra vez. A veces se fracasa y toca rendirse para reinventarse y empezar de nuevo de manera diferente. Algunas veces, la vida nos da esa opción, y otras es más rastrera y nos la impone. Pero lo que está claro es que el límite no lo va a poner un 31 de diciembre, qué va. El límite lo pondrá cada cual y sus expectativas, como siempre.

Así que espero que cierren bien el año y, si toca rendirse, lo hagan con alegría y con la vista puesta en otro objetivo. Los buenos ganan, aunque toque insistir. Y el final de lo que sea solo significa eso, que es el final.

Feliz año.


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