• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / Sabatinas

El cielo

Por Fermín Mínguez

Pocas fiestas tan bonitas como la de recordar a los que se fueron. Pocas alegrías tan sinceras como las que brotan del dolor más profundo. Nada más fuerte que asumir las consecuencias, celebrar lo celebrarle y decidir qué hacer con el resto.

Día de Todos los Santos en el Cementerio municipal San José de Pamplona. IÑIGO ALZUGARAY
Día de Todos los Santos en el Cementerio municipal San José de Pamplona. IÑIGO ALZUGARAY

Escuchaba el otro día a Will Smith, el Príncipe de Bel Air, sí, decir que mucha gente le dice que le gustaría tener su vida pero que pocos quieren asumir los peajes que eso comporta. Y lo hacía citando una frase de los Marines que dice que todo el mundo quiere ir al cielo pero nadie quiere morir. Podríamos hablar del cielo como concepto, o del Cielo como consecución de objetivos vital y Paraíso postmortem, pero estoy más cerca de verlo como chantaje que como recompensa. El cielo como recompensa es engañoso, tiene mucho más sentido verlo como consecuencia.

Es seductora la idea de que cumpliendo determinadas normas y pautas al final del camino espera una recompensa que nos habremos ganado a base de renuncias y esfuerzos, y que hay que asumir determinados peajes para alcanzarla. Elijan ustedes la recompensa, aquí caben desde un sueldazo hasta la vida eterna, igual da. Pero sinceramente es una pena que el cielo esté al final, que solo mediante la consecución de su amenaza podamos vencerla.

Totalmente de acuerdo con Will y su planteamiento de que queremos la recompensa sin el esfuerzo, y así no se llega ningún sitio, el éxito, personal o profesional se gestiona desde la consecuencia. Pero no puede ser que se pueda conseguir el éxito simplemente cumpliendo las normas. No lo pueden tener tan fácil los mediocres, ¿no creen?

Podemos asumir la angustia y la agonía como monedas de cambio para otra vida mejor, e ir dejando de vivir alegrías en pos de una alegría mayor, esa fe en la compensación posterior del sacrificio, esperando que un tercero valide y recompense nuestro esfuerzo. Como una rascadita en las orejas después de traer el palo. Como las insignias de los boy scouts, las chapas del Burger King, o los ascensos progresivos y establecidos en el mundo profesional. Todo ordenado y supeditado al cumplimiento de lo esperado.

O podemos aceptar que la mejor forma de conseguir alegrías posteriores es a base de alegrías acumuladas, muchas alegrías inmediatas se convierten en el alegrón final. Asumir que haciendo las cosas bien tiene sentido que vengan los frutos esperados, o al menos la posibilidad de buscarlos de nuevo con la confianza de hacer lo correcto.

Mi padre me decía que tenía que vivir pudiendo mirar hacia atrás con tranquilidad, que es una forma preciosa de decir que lo mejor siempre es hacer lo correcto. Oigan, igual el cielo es eso, igual transcender es algo tan bonito, tan simple y complicado como vivir en los demás. ¿Se imaginan? Igual lo importante es la huella que uno deja, la evolución del egocéntrico “Pienso, luego existo” en un compartido “Me piensas, luego sigo existiendo”.

Ojalá vuelva a encontrarme con mi padre en ese Cielo del final de los días en el que la Fe me ubica pero la razón me cuestiona, pero de momento él se mantiene intacto en el recuerdo de todo lo que hizo bien durante su vida. Igual la recompensa es todo aquello bueno que cada uno va haciendo, igual la recompensa está en los demás. Como esa diferencia que cantaba Machín entre el mar y el cielo, parecidos al final pero no iguales.

Me niego a pensar que la vida es una especie de tarjeta descuento del McDonald’s que te va dando puntos hasta que consigues un menú gratis.

Me niego a pensar que la evolución personal prima la consecución sistemática de objetivos frente al talento. No puede ser que ser bueno sea más importante que ser feliz. Sonrío, Cris.

Me niego a pensar que a la felicidad máxima se tenga que llegar a base de renuncias en lugar de a base de felicidades progresivas, de apuestas personales, de chocar contra paredes que sé que, si no yo, alguien acabará rompiendo.

Me niego a pensar que tengo que esperar a ser feliz cuando ya no pueda serlo.

Me niego a pensar que tengo que esperar a disfrutar de quienes se han ido hasta que yo me vaya, y no pueda exprimir su recuerdo hasta el tuétano e integrarlos en mis alegrías por mucho que duelan.

Me niego a pensar que no soy responsable de todas y cada una de mis decisiones y de sus consecuencias.

El tráiler de la próxima película de la saga de Star Wars, además de recordar que nadie se ha ido, dice "Ahora mil generaciones viven en ti, pero esta es tu lucha".

Y ustedes, ¿ya saben cuál es la suya?

Feliz día de todos los Santos, honrémoslos.


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