• jueves, 18 de abril de 2024
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Opinión / Sabatinas

El amigo gay

Por Fermín Mínguez

Seguro que alguien les ha dicho alguna vez aquello de  “pero cómo voy a ser homófobo yo, si tengo amigos gays”, en un intento de justificar actitudes escondiéndolas detrás de una normalidad social que no comparten. Qué quieren que les diga, me repatea. 

Varias personas utilizan el lenguaje de signos con las manos.
"Es importante el lenguaje, claro que lo es, es vital, sobre todo porque el lenguaje es lo que vehicula la realidad, lo que la define".

A decir verdad no suelen decir homófobo, sino homófogo o hobofomo como mucho, y después suele venir una frase como un pero que anticipa desastre. Lo más preocupante es que este tipo de peroratas se están extendiendo para justificar racismos, machismos, posiciones políticas y hasta opciones climáticas ya que basta por cambiar gay por chino o negro, mujeres o lo que se tercie, y parece que funciona porque cómo va a ir nadie en contra de sus amigos. Por favor, y menos en este país de sinceros que nos acoge.

Es un problema, porque esta justificación, esta militancia de boquilla se nos está metiendo hasta el tuétano, no sólo en lo particular sino también en lo colectivo y público, y parece que si te gusta Jordan o Ansu Fati para los de la ESO ya no puedes ser racista, y miren no, podemos jugar al autoengaño, pero esto no es así. Lo que define a una persona es lo que hace, no lo que dice, y mucho menos lo que quiere hacer. Si fuera así tendríamos que creer que todos los que llevan una camiseta de Ramones, el nombre va sin articulo para empezar, serían punks. Que igual no nos venía ni tan mal, oigan, pero no veo yo mucho perfil subversivo cuando las compran en Bershka, que quieren que les diga.

Estamos predicando un modelo y legislamos otro, como si el cambio deseado fuera un problema de los demás. No sé, por ponerles un ejemplo, estamos librando una guerra brutal con el lenguaje para que todo el mundo se sienta nombrado, nombrada/e/i/o/u, pero no vamos más allá de las consecuencias. Qué mas nos dará terminar en e los géneros (que es una horterada supina que lo único bueno que tiene es que recuerda a ese acento precioso que tienen en Asturias), si luego tragamos con unas políticas nulas de conciliación familiar, o de incorporación de la mujer al trabajo. Es más, que más nos dará legislar el lenguaje si luego vemos unos programas de televisión donde son incapaces de juntar tres palabras sin decirlas mal (me chino, me rayo). Y ojo que las noticias las reproducen los medios serios. Lo preocupante de que una chica de veintialgo defina el muro de Berlín como una valla tocha que pusieron después de una guerra gorda para separar a los pobres de los ricos, queridas y queridos, no está en el género.

Es importante el lenguaje, claro que lo es, es vital, sobre todo porque el lenguaje es lo que vehicula la realidad, lo que la define. Esto me lo enseñó a poner en práctica Rosa cuando empezamos a trabajar juntos, y es cierto que modulando y eligiendo palabras oportunas modificas de largo el mensaje. Lo malo es que creemos que con esto basta, y me temo que si la letra de una de las canciones más escuchadas este verano dice, literal: Cuando la azoto suena pam, pam, pam, pam, pam / Y las pistolas suenan pam, pam, pam, pam, pam, pam, poco margen de mejora le dejamos al lenguaje. Por cierto, en un alarde de creatividad, la canción se titula Pam. Ojo.

De verdad que no quiero parecer el abuelo cebolleta, que a mi que cada cual cante lo que le salga de las narices, y baile perreando hasta que se reviente las articulaciones, que cada generación hemos tenido nuestra ración de incordio a la anterior, pero esto es como aquello de señalar la luna y que miren el dedo. Va hacer falta algo más que pedirle a la RAE que acepte miembros para hablar de igualdad.

¿Y saben qué?, que nos da igual. Nos vale esa militancia de postal para mirar hacia otro lado, de hecho ya no militamos en convicciones sino en movimientos, y eso nos diluye, nos disuelve entre soflamas de pandereta, convencidos que lo importante es que nos vean comprometidos más que el compromiso. He conocido directivos que cumplían la descripción perfecta de señoros impulsando políticas de conciliación más sólidas y comprometidas, que directivas que enarbolaban banderas y, en un acto de locura bebían cerveza de lata, y luego eran incapaces de facilitar herramientas de conciliación porque había que fichar. No son las palabras las que nos hacen mejores, que va, son las acciones y las decisiones. Y lo importante no es un tema de política, sino de objetividad.

¿No lo ven así? Por esa regla de tres un partido que tenga un juez en sus filas sería un partido justo, el que lleve a un músico será cultural y, que sé yo, por poner un ejemplo al azar, un partido en el que su candidato sea negro no podrá ser racista, ¿no? Lo que definirá a cada partido será lo que proponga, y lo que definirá la altura de los políticos será lo que acuerden, porque una ley no consensuada durará lo que dure quien la proponga.

Insisto en que creo que es un tema de capacidades, y la capacidad es neutra, no entiende de géneros, tendencias, colores, patologías e incluso es independiente de la propia discapacidad como la entendemos ahora. No debe ser limitante. De hecho yo me considero discapacitado para casi cualquier tarea que tenga que ver con el equilibrio. Aquí lo que entra en juego es el esfuerzo que es un tema de voluntad

Claro que tengo amigos gays, y heteros, y algunos que prefiero no saber, pero lo sé porque me lo dicen. La tendencia sexual es indiferente, de hecho no sé ustedes, pero yo a mis amistades les pregunto antes por su plato favorito para poder cocinarlo cuando vienen a casa, que con quién se meten en la cama, ¿ustedes no? La cama, excepto que uno vaya a estar dentro, es territorio de cada uno. Qué más dará qué sea cada uno y qué piense si esto no afecta para nada. Miren, les contaré una cosa personal de esas que lee mi madre y luego me llama para reñirme, creo que jamás he votado lo mismo que mis parejas (me refiero a parejas estables, no a las puntuales que ahí me reconozco Marxista convencido, de Groucho, y cambiaba de principios lo que hiciera falta porque el fin era otro) y eso nunca ha sido un problema. Lo importante está siempre de puertas adentro. Lo importante es ser justo y bueno, y lo más difícil.

Me temo que lo que suelen ocultar estas justificaciones son una inseguridad tremenda en uno mismo y un miedo a sentirse cuestionado, por eso incomodan ciertas presencias que han estado siempre pero ahora son visibles. Lo que hay que hacer es esforzarse por dar la mejor versión posible de cada uno y dejar de defenderse de la propia incapacidad. Menos manifestaciones con banderas de colores y camisetas de grupos punk y más tomar decisiones radicales en nuestro día a día. Más escuchar a la gente inteligente, venga de donde venga, y aprender de ellos que bloquearlos con miedo.

Que estamos fiando demasiado futuro a que nos perciban como buenos en vez de serlo, y se nos está escapando la posibilidad de mejorar la vida entre sufijos, pampams y eslóganes de baratillo, y al final, como decía George Orwell, lo importante no es mantenerse vivo, sino mantenerse humano.

Esto sí que es un pam, ¿eh?, pero en toda la boca.

Sonrío.


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