• sábado, 20 de abril de 2024
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Opinión / Sabatinas

Dos comas no hacen una pausa

Por Fermín Mínguez

Igual que dos malas decisiones no hacen una buena. Esa regla matemática de que dos negativos multiplicados dan positivo no aplica en la vida real, multiplicar dos errores lo único que consigue es un error todavía mayor.

Varioas personas viajan en el interior de un avión.
Varias personas viajan en el interior de un avión.

Llevaba tiempo en mis notas de las comas y la pausa, me gustó cuando lo escuché, me recordó a todas las veces que amontonamos decisiones intentando tapar la primera que tomamos mal y eso es como forzar una herida no cerrada, que se abre más.

O cuando en lugar de parar, de poner un punto, de decir hasta aquí, vamos acumulando comas porque nos parece más fácil seguir adelante o porque eso evita que reconozcamos nuestro error intentando taparlo. Incluso lo que es peor a veces, tomar decisiones pequeñas que comprometen menos, en lugar de una grande y seria, que suele ser más dolorosa en el momento pero luego facilita la cosas. No asumir los errores y no tomar decisiones no solo nos perjudica a nosotros sino que contamina lo que nos rodea.

Les pongo un ejemplo tonto, haciendo un hueco entre tanta intensidad de opinión. El otro día me tocó viajar en avión, en un vuelo regional de estos que parecen autobuses con hélices, pequeñico, donde una vez que consigues sentarte ya es imposible moverte. Encajado a presión . Estoy convencido de que si alguna vez me toca una evacuación de emergencia tendrán que sacarme con una ventosa o un calzador.

En fin, que una vez sentado esperaba a que llegase mi compañera o compañero de viaje, albergando la esperanza de que no llegase nadie e ir más cómodo. Pero no fue así como suele ser habitual, y lo primero que llegó fue un olor a falta de ducha intencionada, denso, profundo y unos segundos después apareció un señor de unos cincuenta o cincuenta y cinco.

Pedí con todas mis fuerzas a San Fermín que pasase de largo, pero supongo que estaba ocupado en cosas más serias y el señor en cuestión se paró en el asiento, y dijo algo como “es mi sitio”. Tomé aire para suspirar y me arrepentí al momento, el suspiro se convirtió en tos y luego en broncoespasmo, qué olor, madre mía. Muy mala decisión, y falta completa de educación y empatía, la de ir a un transporte público sin pasar por la ducha. Pero todavía hay más.

No sé si porque vio mi cara, o porque era su solución habitual, sacó una especie de pañuelo de su maleta y al dejarse caer en el asiento empezó a abanicarse y pasársela por el cuello. Yo ya empezaba a acostumbrarme al olor, o estaba en semi KO después del bostezo-tos y ya me daba igual hasta que noto que el pañuelo estaba empapado de una colonia fuerte de hombre, tipo Varón Dandy (si alguno de ustedes usan Varón Dandy, no se molesten, que seguro que a ustedes les queda bien; o pidan otra más suave a los Reyes Magos, por probar...).

Unas ganas de llorar, oigan, una congoja terrible. Encima sonreía, con cara de “mejor ahora, ¿eh?”. No contento con llegar convertido en hombre anuncio de Cabrales, lo remata con una capa de masculinidad filtrada con pachuli. Sus muelas. La solución a oler mal no es oler más fuerte, ¿me siguen? No sé con qué cara contesté a su mirada, pero se giró y no se volvió más, agradable no debía ser.

Ahí me tenían a mí, incrustado en un asiento sin espacio para moverme o escapar y bloqueado por el hombre ambipur; desesperado hasta el punto de valorar la opción de acercarme a él, hundir mi nariz en su cuello y aspirar largo confiando en perder la consciencia y dormir hasta mi destino, o en el peor de los casos que se durmiera mi pituitaria incapaz de asumir semejante estímulo y tener el viaje tranquilo. Aun a riesgo de perder el olfato para siempre.

Al final me dio por pensar en esto de superponer malas decisiones, y de estos polvos estos lodos, o en este caso de esos efluvios estas reflexiones.
Intentar tapar errores en lugar de reconocerlos, buscar culpas en terceros, o justificaciones de las propias decisiones en conductas ajenas lo más probable es que lo único que consiga es que el error inicial cobre todavía más fuerza, que la unión de decisiones malas genere un barrizal del que sea más difícil salir cada vez y que nuestra imagen quede a la altura del betún. Si no piensen un momento en como se imaginan a mi compañero de viaje, ¿agradable?, ¿interesante?

Y esa imagen es suya, yo no les he dado ningún dato físico más allá de su edad, ¿cómo se lo han imaginado?, ¿bien vestido?, ¿arreglado? Estoy casi seguro de que no, y ahora este hombre tendrá un problema importante para convencernos de sus bondades. Quizás es alguien interesante, quizás tiene una historia increíble detrás, que seguro que sí, pero para mi será ya el hombre ambipur, y para ustedes esa imagen que tienen en la cabeza.

En otra esfera de toma de decisiones, la imagen de alguien que no asume errores, que culpa a los demás es similar, puede que esconda grandes habilidades y potencialidades pero será difícil que de inicio sea alguien confiable y mucho menos creíble.

Que igual esto de generar un olor peor superponiendo uno sobre otro, y hacer sufrir y castigar a los que te rodean que no tienen culpa de tus decisiones, se puede aplicar no solo a un viaje de avión que al final es breve y menor. Que igual esto de no rectificar, y hacer que todo vaya a peor y paguen justos por pecadores se puede aplicar a más ámbitos, no sé, a casos de corrupción pública, a decisiones políticas impuestas en nombre de ideales personales o a intentar justificar una aberración porque la víctima decidió seguir viviendo una vida que es suya.

Dos comas no hacen una pausa, efectivamente. A veces lo que hace falta es poner un punto a la vida, meter metros con lo que se ha hecho y asumirlo. Poner un punto.
Un buen punto y aparte que permita empezar de nuevo.

Fíjense en lo que ha dado de sí el vuelo perfumado, al final voy a tener que darle las gracias.


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Dos comas no hacen una pausa