• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Sabatinas

La dignidad de los tornillos

Por Fermín Mínguez

Pensaba escribir sobre gestión de equipo y la importancia de las relaciones, y me ha salido un artículo hablando de armarios, tornillos descabezados y carpinteros amateur que aprietan mucho y queman recursos.

Tornillos y tuercas amontonados ARCHIVO
Tornillos y tuercas amontonados ARCHIVO

Los tornillos, esas piezas metálicas pequeñas que siempre sobran cuando se monta un mueble. Seguro que tienen un montón en casa en alguna caja, o en ese cajón donde una vez dejaron uno y se convirtió en el cajón de los tornillos para siempre. Irrelevantes los tornillos. ¿O no?

Mi amigo el politólogo, (si amigos ya se tienen pocos, politólogos menos), me dice que si quiero viralizarme y tener repercusión tengo que meterme con Pérez Reverte o con la vicepresidenta Díaz, insultar un par de veces y si puedo inventarme algo, pues mejor. Es posible que tenga razón, pero fíjense, hoy quiero hablar de tornillos.

Seguro que les ha tocado montar algún armario o mueble alguna vez, de esos que en las instrucciones aparece un señor con tres dibujicos y en dos páginas pasa de tener tres tablas a tener un armario de tres cuerpos con estantes, cajones y una puerta con espejo, ayudado de un destornillador y un palillo. Que uno empieza a montar aquello pensando que es MacGyver, y acaba con la autoestima necesitada de dos copazos. Los que ya tengan unos años se habrán fijado en que la calidad de los tornillos ha cambiado, ¿lo han visto? Antes eran metálicos, o algo más resistentes, y ahora son de un material más blando, seguramente más barato, claro. Se nota porque si se hace demasiada fuerza, o se utiliza un destornillador o broca que no encaje del todo pierden la forma de la cabeza, ¿se han fijado? Para los que no somos mañosos, no se puede ser perfecto, esto es una dificultad añadida, ya que hay veces que los tornillos pierden la forma al principio, se quedan a medio meter, no se puede ajustar, apretamos más fuerte o le damos al botón de la atornilladora como si nos fuera la vida en ello y lo único que conseguimos es que se deforme más y se tuerza un poco incluso. Con el desastre consumado, no antes, claro, la decisión correcta es intentar sacar el tornillo para ponerlo mejor o utilizar otro que habite en El cajón de los tornillos desde el mundial del 82.

Si se piensa bien, lo de forzar una pieza deformada presionando en la dirección contraria no parece muy buena idea, ya que lo normal es que se deforme todavía más e incluso haga más grande el agujero y pierda estabilidad. Pero hemos venido a demostrar que somos capaces, es nuestro armario y mandamos nosotros, así que reventamos el tornillo marcha atrás, después de hacer cuatro comprobaciones en la atornilladora de que la dirección es la correcta, que eso de derecha apretar, izquierda soltar cuesta de retener. Orden, contraorden, reorden, paracontraorden y apretar para sacar el tornillo. El resultado suele ser que la forma inicial de la cabeza se difumina por completo y ese tornillo se queda medio inutilizado, haciendo sus funciones a medias y pendiente de una solución drástica: o se arranca o se mete dentro a martillazos.

Esa fase definitiva comienza con un periodo de reflexión profunda donde uno se va cagando progresivamente en algo cercano, la industria de los muebles, la población nórdica en general y culmina con algún juramento, preciso y dirigido, sobre el rey de Suecia. Una vez finalizado el proceso la decisión está tomada: arrancar o martillear. Las dos son malas como saben.

Si se arranca, será la segunda vez en la vida que usaremos el alicate super pro de dos colores de metal y mango verde o naranja, pasan dos cosas. La primera es que reventamos definitivamente la cabeza del tornillo y queda inutilizado para volver a su función. Sin cabeza, sin ganas y sin entender. Y la otra es que el hueco (¿se llama hueco?) que ocupaba queda deformado, de forma que tendremos dificil encontrar un tornillo que ocupe ese hueco, ya que es diferente del original.

Si lo metemos para dentro a martillazos tampoco es buena opción. No les comento como queda la cabeza del tornillo y la estructura, aunque de fuera se vea bien porque se ve la cabeza del tornillo a ras de madera, está dañada. A veces hasta se raja la madera por los golpes pero se tapa con un embellecedor y listo. Que a mí nunca me ha pasado, oigan, pero me contaron que a alguien le pasó una vez, sí.

Que si el objetivo era montar el armario en una tarde y que se vea bonito, objetivo conseguido. Como si lo que se busca es que quede mono porque queremos alquilar o vender el piso, o incluso vender el armario, que si no lo tocan mucho dará el pego. Ponemos unas puertas chulas, con espejo, que pesen y se vean robustas, y solucionado.

El problema es si queremos que la estructura dure, que al cabo de un tiempo podamos cambiar las puertas, o que si cambia la temporada, o la talla de ropa, o el objeto de almacenamiento, o, qué sé yo, cambiamos de casa a una más grande o pequeña por necesidades del guión de la vida, sea posible desmontar el armario y volverlo a montar. Esto sólo se podrá hacer si se han elegido los tornillos correctos, se han puesto con cariño, dedicación, maña y capacidad, que no todo el mundo es capaz de todo y aquí hay que ser honesto, y se ha invertido y asumido el coste de tener unos tornillos buenos, los mejores posibles para cada puesto. Sujetarlos bien y dejar que hagan su función, dar sentido y robustez a la estructura, permitir que otros la usen tranquilamente porque allí están ellos para aguantarla. Y revisar su estado para garantizar que siguen bien, claro, que a veces hay cargas que no se pueden aguantar.

Porque si no les damos la importancia que tienen a los tornillos, aunque no se vean, aunque parezcan de importancia menor, el armario puede complicarse, tambalearse, que se le caiga una puerta, o que venga un carpintero que entienda de armarios y nos saque los colores porque lo que llamamos armario porque le hemos puesto unas puertas preciosas y solo enseñamos el cajòn que queremos enseñar, es una ruina cuando se abren todas las puertas.

En las piezas pequeñas de los armarios, las de operativa real, es donde radica la mayor parte del éxito de cualquier armario. No tanto en la herramienta utilizada o en el material final. La estructura es la que da el éxito casi siempre, trabajar bien la base sin dejarse cegar por el objetivo final.

Qué cosas. Pensaba escribir sobre gestión de equipo, estrategia empresarial, y la importancia de las relaciones, y me ha salido un artículo hablando de armarios, tornillos descabezados y carpinteros amateur que aprietan mucho y queman recursos que luego es difícil reutilizar. Prueben a poner tornillo en el traductor, primero screw (tornillo) y luego screw you, ya verán el matiz.

Qué cosas. Sonrío.

Y si todo se cae, tranquilidad ya saben cuál es la solución: ¡¡putos suecos!!

Sean buenos pero, sobre todo, sean felices. Y cuiden sus tornillos, propios y ajenos, todos tienen un límite. Escuchen la canción que Gardel siempre tiene razón…


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