• miércoles, 24 de abril de 2024
  • Actualizado 11:15

Opinión / Sabatinas

¿Cómo estas?

Por Fermín Mínguez

Por simple que parezca preguntarlo, siempre hay una oportunidad de mejora en preocuparse por los demás, en convertir la cortesía en interés y dar espacio a hablar de algo más que de lo estrictamente profesional o conveniente.

Varias personas trabajan en una oficina.
Varias personas trabajan en una oficina.

Uno de los riesgos de la digitalización de las relaciones que estamos viviendo es que se despersonalicen, y esto no tiene tanto que ver con la tecnología como con la actitud. Creamos agendas milimétricas con reuniones programadas en veinticinco cuarenta y cinco minutos que pintan el calendario como si fuera el juego de Hundir la flota, ¿les suena?

  • Tengo un hueco a las 11:15…
  • Tocado
  • ¿Y a las 12:35?
  • Agua. Durante 35 minutos.
  • Pues cerrado.


Hay una parte estupenda en esta quirurgicación de las agendas y es que han conseguido limitar algunas reuniones eternas donde personas con un cargo mucho más alto que su capacidad se dedicaban a soltar peroratas sin sentido y llenas de palabras largas y técnicas para demostrar conocimiento (sí, he arrancado con ganas de hacer amigos, un abrazo). Reuniones más largas que Cine de barrio e igual de productivas al final, entrabas como salías pero con bastante menos tiempo disponible.

La parte mala es que ahora estamos renunciando en la mayoría de los casos a cierta interacción personal que vinculamos a la presencialidad, y eso es un error. La tecnología no es más fría, es el uso que le damos lo que la enfría. Es fría cuando se emplea como sustitutivo de una acción cálida, pero no si se plantea como complemento o incluso como algo diferente a lo anterior. Me explico que luego dicen que me lío y no me hago entender.

Hay muchos afectos que la tecnología no va a dar jamás, principalmente porque no es su función, y por muchos que nos empeñemos en poner caras amables a muñecos, o que hagan cosas graciosas, incluso tactos cálidos, ustedes ya me entienden, habrá muchas ocasiones que lo que intentaremos con tecnología es cubrir la propia incapacidad de relacionarnos o cubrir necesidades afectivas en la vida real. Tecnólogos radicales del mundo, podéis enfadaros, pero en el fondo de vuestro corazón, no digital, sabéis que es así. De hecho los que trabajamos con personas mayores solas, que esto es exclusión social de libro, hemos visto como la necesidad de contacto hace que acepten unas reglas de juego con las que no estaban del todo de acuerdo. Y hemos visto programas que impactan y buscan romper ese aislamiento con propuestas rompedoras que funcionan, y hemos visto estupideces del tamaño del arco de triunfo donde se ha invertido más en impacto tecnológico que en el diseño social previo. Una vez dicho esto, y cambio de tercio que se me ve el plumero, hay un montón de ventajas que no estamos aprovechando de este distanciamiento tecnológico.

La primera es que llegamos a mucha más gente, y de forma más operativa como decía antes, lo que nos permite, o nos debería permitir, impactar en más personas. Es una pena que esto lo dejemos pasar. A veces olvidamos, yo lo hago, el interés o la necesidad que tienen las otras personas detrás de la pantalla. No me refiero a la frase esa de cada persona y sus batallas, y ser amable por los infiernos de los que vienen y así, no. Que hay gente que no viene de ningún infierno y también se merece la amabilidad. Que a alguien le vaya bien en la vida es motivo de celebración, no de envidia.

Así que no hace falta que pensemos que el otro puede estar pasándolo mal para ser amables, hay que ser amable porque sí. Ser cercano no es debilidad. De hecho esos perfiles que marcan poder siendo unos desagradables ya empiezan a sobrar, ¿no les parece?, son como los macarras de barrio que como no tienen más argumento, te empujan, o buscan faltar al respeto para meter metros. A estos ya tendríamos que ir pensando en sacarlos de circulación, quitarles el carnet de cargo de responsabilidad, a ver para qué sirven. Un imbécil con carnet tiene mucho peligro, demasiado.

A lo que iba, mejor ver lo positivo, es brutal el impacto que puede tener preocuparse de forma sencilla por los demás, con un “¿cómo estás?” vale. Al menos a mi me vale, me hace ilusión y contesto siempre. Preguntando aprendes, es la mejor forma de aprender diría, y además te pones en perspectiva, siempre que no seas un narcisista de libro, claro. En las respuestas a los cómo estás, o qué tal vas, aprendes que no eres el único que está desbordado por esta situación de restricción sostenida y que Kike (rs) definió tan bien cuando dijo que estaba a hasta ahí mismo “de esta situación que magnifica los problemas y minimiza las alegrías”, y que me apunté para poder compartirlo con ustedes. O que esa sensación de tener que acabar todo el trabajo cada día, es muy parecida a la respuesta de Emilio, “es que parece que el mundo se fuera a acabar cada día”, como ese Sísifo al que miro de reojo arrancando el día desde abajo con la piedra, sin llegar a hacer cumbre nunca.

Hay quien solo contesta con lo laboral, pero casi siempre hay un resquicio de respuesta personal, de espacio compartido, que ayuda y mejora. Hay quien dice que preguntando asumes el riesgo de que te contesten y que te suelten una chapa histórica, y que mejor no hacerlo por si acaso. Y yo lo que creo es que en evitar preguntar está el miedo a recibir una respuesta con la que te identifiques o te cuestione, incluso que la respuesta nos haga ser conscientes de que estamos presionando de más y no tratando bien al otro. Ese “bastante tengo ya con mi vida” tiene mucho que ver con un gato que se limpia y lame sus propias heridas, pasando del resto.

No, no es sólo cortesía interesarse por el otro, que va. Tiene mucho más que ver con la opción de proponer algo mejor, de que alguien tenga un día mejor aunque no lo veamos, hay vida más allá de nuestro ombligo. Que la gente pueda irse mejor de cómo ha llegado a nosotros tiene un impacto real, créanme, y no es tan difícil. De hecho es mucho más barato y efectivo un “¿cómo estás?”, que el libro “Empatía, las claves de la felicidad futura en otros zapatos” y similares.

Cuando recuperemos cercanía y contacto, ese mundo real que nos espera, será más fácil, pero no podemos utilizar la excusa tecnológica para perder calidez. ¿Cómo lo ven?, ¿probamos? Va, empiezo yo.

Hola, ¿cómo estás?

Sonrío.


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