• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / Sabatinas

Chéryshev y Yoko Ono

Por Fermín Mínguez

Hay una viñeta de Quino que me encanta en la que Miguelito, por un tema de perspectiva cree que su pulgar es más grande que la casa que está detrás.

Cuando Mafalda le pregunta que si sabe por qué es eso, él le contesta que sí, que es porque el dedo es suyo y porque la casa le importa un pito. Me encanta porque demuestra cómo pueden entenderse los valores desde el punto de vista de un niño. Sin embargo esta semana de arranque de campaña electoral la he tenido muy presente y no por la parte de la inocencia infantil, sino por la sensación de que los candidatos estaban mirando la casa del fondo, mirándonos a nosotros, poniendo delante el filtro de su partido, de su color.

Sin embargo la guinda ha sido la eliminación del Real Madrid de la Copa del Rey. No quiero hacer más leña, suficiente hizo la siempre artista afición del Cádiz, pero sí que me resulta llamativa la forma en la que se produce, más allá de colores y favoritismos deportivos. Máxime si lo comparamos con la postura de Osasuna, mi Osasunica, en la misma situación.

Un club pequeño, con una estructura pequeña, comete un error al alinear a un jugador sancionado, lo que supone su eliminación de la competición. Se hace efectiva la sanción. El club se disculpa con sus aficionados, el entrenador dice que buscar culpables no tiene sentido (bueno él dice que es “una chorrada como un piano”, así es Martín), se depuran responsabilidades, se asume el error, se paga la multa y fin. Cualquiera se equivoca. Sienta mal y habrá que asumir las consecuencias, pero así es la vida. Si esto pasa en la vida real, en la empresa, se habría despedido al responsable y a otra cosa. (Donde dice responsable se puede colocar también al último en llegar o al becario, según la catadura de la empresa). Me pareció lógica la postura del club.

Ahora es un club grande, con una estructura fuerte y con recursos el que incurre en el mismo error. Y aquí sólo ha faltado una entrevista de Chéryshev en casa de Bertín para meter presión antes del dictamen final de la Federación. Todos con el dedo delante de los ojos, perdiendo la perspectiva. No importa que se haya procedido de la misa forma con la que se ha hecho con los demás clubes. No importa que un jugador profesional no sepa que está sancionado. No importa que haya habido recientemente un caso similar. La culpa de todo es que no se ha procedido como se supone que se debe proceder con ellos. Faltó decir que la culpa de todo, la tenía Yoko Ono.

La solución no era demasiado complicada. Hubiera bastado, en ambos casos, que alguien del personal técnico se hubiera leído la lista de jugadores sancionados que envía la federación. Lo que tiene sentido justo antes de empezar una competición nueva. Es como si uno decide hacer un arroz a la cubana y cuando tiene todo hecho se da cuenta de que le falta el arroz y culpa a la red de distribución arrocera de que no se lo haya hecho notar. Las responsabilidades sobre las propias decisiones, queridos, son propias. Por lo tanto las consecuencias también. Cuando uno no hace todo lo que debe hacer, suele ser habitual que haya problemas, confiar en que el azar sea generoso es todavía más infantil que la postura de Miguelito. Aunque si estamos en esos niveles de madurez, al menos podremos entender la pataleta posterior.

Luego podemos hablar de la responsabilidad personal de los jugadores. Desconozco lo agitada que es la vida de un futbolista profesional, que supongo que tendrá mil cosas en la cabeza, y acabará exhausto esas extensísimas jornadas laborales llenas de asuntos sobre los que decidir, y que le impiden acordarse de que no puede jugar. Y avisar a su club, algo así  como “Oigan, que igual ustedes que tienen muchos jugadores no se han dado cuenta, pero yo, que solo me tengo a mi mismo, recuerdo que me expulsaron y que no puedo jugar”. En lugar de hacerse el sueco, silbar, y confiar de nuevo al azar que nadie se dé cuenta. Es como si un Director financiero culpa al Excel de que no cuadre el presupuesto.

Esperando que nadie se dé cuenta. El concepto “nadie” ya no existe. Las redes sociales ardían a los minutos de que Chéryshev saltase al campo. Leí en un diario deportivo que un aficionado envió un fax al Real Madrid, a la atención de Florentino, avisando de esto y que, sorprendentemente, nadie leyó. Me ha dado mucha ternura la sorpresa del caballero que alegaba que se lo envió directamente al Sr. Pérez para que lo leyera.

Es imposible que con todo el mundo con Twitter cargado no te lleguen las balas. Pero cuando uno tiene su pulgar delante, no ve nada más. Y en lugar de admitir el error, disculparse y buscar al becario al que sacrificar por el error, lo niegan.

No se pueden imaginar la rabia que me producen los victimismos. Y máxime con premeditación y alevosía. Un club con todos los recursos a su alcance, con una maquinaria brutal, quejándose de que si los demás no hacen mejor las cosas, no es su culpa.

Lo peor es que ya no sorprende.

La culpa de que no declarase todo este dinero es que no tenía claro el concepto “pagar a Hacienda”, cómo voy a querer yo no compartir esta cantidad de millones, por favor.

La culpa es de los jubilados que son todos unos avariciosos y compraron preferentes para lucrarse, no nuestra, de los bancos, angelicos, que al final nos han tenido que rescatar de todo el dinero que hemos dejado para que la gente de bien prospere.

La culpa es suya, que se visten como se visten, provocando.

La culpa es del sistema, que me aboca a esta vida de cerveza, desilusión y programas del corazón en lugar de venir a este sofá y valorar mi potencialidad oculta.

La culpa es del que me echó droga en el colacao.

La culpa de todo, al final, la tiene Yoko Ono.

Vamos a ver, señores. Asuman su responsabilidad, asuman las consecuencias y pongan remedio para que no vuelva a pasar. Discúlpense y no pongan más en evidencia su falta de profesionalidad y de visión de conjunto. Las normas están para cumplirlas, y malo sería que esto volviese a ser una cuestión de moneda.

El error no es nunca el problema en sí mismo, es lo que sacamos de él, cómo lo aprovechamos. Unas veces se gana, y otras veces se aprende. Entiendo que el impacto económico es brutal, que la imagen se daña. Lo entiendo. Pero la cuestión es que si uno se equivoca tiene que asumir las consecuencias. Nos cuesta ser consecuentes.

Y ahora no me estoy refiriendo al fútbol ni al Real Madrid. En estos últimos dos párrafos me refiero a esa manía de justificar el error en vez de analizarlo y asumirlo. Mía y suya. No nos tiene que dar miedo caernos y tener marcas, así aprenderemos a tener más cuidado. Usted y yo.

Y mientras aprendemos, si metemos la pata tendremos que asumir las consecuencias, y, como cantan The drifters a ritmo de Northern Soul, pagar las deudas que generemos. Usted y yo.

Y el Real Madrid también, claro; el Real Madrid, si procede,  también.


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Chéryshev y Yoko Ono