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Opinión / Sabatinas

6 de julio en Kamchatka

Por Fermín Mínguez

Kamchatka  es una preciosa y desgarradora  película argentina de 2002, que explica con esta península del tablero del Risk lo importante que es tener un lugar donde resguardarse y desde donde resistir. Kamchatka puede ser un lugar, o un momento o lo que cada uno necesite. Mi Kamchatka particular aparece cada 6 de julio en Pamplona.

Entiendo que si uno tiene la versión etílica de la fiesta, la de la gente durmiendo en las calles, la suciedad y el gentío no sea fácil comprender la devoción que algunos tenemos a estas fiestas, pero hay un tema de raíz, de crecer a través de la fiesta, de esperarla con emoción. Algo que desborda más allá del sentimiento, que tiene que ver con el descubrimiento de las primeras veces. Más allá de voluntades políticas, de esfuerzos por apropiarse de la fiesta, de aprovechar el minuto de gloria que nos concede San Fermín a Pamplona (el resto del año poco caso se nos hace) para mandar una imagen sesgada de la realidad de la fiesta; hay algo mucho más allá.

Recuerdo explicar en mi primera colaboración con Diario de Sanfermin como se vivía la semana previa desde fuera de Pamplona, buscando indicios en cualquier sitio, hasta en las caducidades de los alimentos e ir colgando tapas y envoltorios en un corcho en mi habitación cada vez que aparecía el 6 de julio, como un Diógenes del sanferminismo.

Es mucho más que una fiesta. Es volver a casa con la sensación de que nada ha cambiado, de que no pasa el tiempo. A pesar esas ausencias que se acumulan y que sabes que jamás podrás rellenar; de que cuando miras a tu alrededor en la mesa del almuerzo del 6 cada vez ves menos pelo en tus acompañantes y ninguno en el tuyo, y de que pasas más horas de día en la calle que de noche. A pesar de todo esto es como volver una y otra vez a la misma sensación, como si Pamplona fuera el Punxsutawney de la alegría, un día de la marmota donde todos somos Phil.

Porque también te ves reflejado en las nuevas generaciones que sacan de la fiesta lo mismo que tú y te ves en los fuegos tumbado, y te ríes recordando la historia del punk, y de Piños, y de Carrie. Y sales a la calle con el mismo espíritu con el que llevas saliendo los últimos años. Da igual que sean 15, que 20, que 2,  que 40. Es un punto cero. Es el lugar donde empezar otra vez, donde recargar pilas, donde por muy mal que te haya ido sabes que tienes la oportunidad de salir y disfrutar. Es Kamchatka.

Nada más igualador que el blanco, no hay opción a prejuzgar a nadie que viste igual que tú (no sean originales en San Fermín, anda, bastante reivindicativos y hipsters somos el resto del año) Nada que demostrar, nada que defender, sólo la posibilidad de disfrutar si uno quiere hacerlo.

¿Que tiene cosas malas?, claro. Pero no me van a convencer. Esto es como la escena de La vida de Bryan donde el frente Popular de Judea se cuestiona qué han hecho los romanos por ellos. Es el único lugar del mundo que conozco donde es posible vivir unos días por encima de la realidad, donde las normas que marcan las personas son la garantía de que todo puede salir bien. Es el lugar de las primeras veces.

Claro que no es perfecto, pero ahí está la responsabilidad de transmitir a las nuevas generaciones qué hay que mejorar, como todo en la vida. Pero no se puede poner cimientos sin mancharse las manos, así que toca participar de forma activa. Como todo en la vida.

Así que ya estoy camino a mi Kamchatka, donde no habrá elecciones repetidas, resultados cuestionados, crisis, enfados, Brexits, bolsas, nada, y esto no significa que no sea consciente de que estarán esperando pacientes el 15 de julio para arremeter contra la realidad, no, significa que a veces resistir es refugiarse en lo conocido, hacerte fuerte donde sabes que lo eres, donde te protegen, donde no te cuestionan, donde no tienes nada que demostrar, donde sabes que puedes permitirte dejarte ir. Donde coges fuerzas, te rearmas y sales después a conquistar el resto del mundo, sabiendo que tienes un año para darlo todo, para agotarte porque podrás volver a refugiarte cuando no puedas más.

No dejar ni una gota de lo que puedes dar, no guardarte nada por si acaso. Vaciarte. Vivir sabiendo que siempre podrás repostar.

4 días para empezar de nuevo. Piel de gallina. ¿Qué San Fermín es sólo una fiesta descontrolada?, bueno ustedes se lo pierden, es lo que tiene prejuzgar, que te cierra puertas.

Supongo que es lo que tiene nacer un 6 de julio, que te vincula, y volver es un bálsamo para esas cicatrices que tiene vivir fuera, las de la estrella errante que cantaba Lee Marvin. El hogar está hecho para volver dice. Sonrío.


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6 de julio en Kamchatka