• jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 18:52

Opinión / Es periodista, uno de los fundadores de Telemadrid y su primer director de informativos.

Miedo a debatir

Por Fermín Bocos

A la espera de debates entre candidatos, debatimos sobre los debates. Para ser exactos, sobre la negativa de Mariano Rajoy a participar en debates a cuatro.

Parapetándose tras su condición de Presidente del Gobierno y aduciendo que mientras otros tienen mucho tiempo "él tiene que gobernar", ha delegado en la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría quien, al margen de sus probadas dotes dialécticas, es público y notorio que -cuando menos en estos comicios- no aspira a ser elegida inquilina principal de La Moncloa.

Rajoy solo acepta un cara a cara con Pedro Sánchez, secretario general del PSOE. Se diría que es un último esfuerzo para mantener un escenario bipartidista que, a juzgar por las encuestas, la sociedad española ha decidido dejar atrás. Rivera e Iglesias encabezan formaciones políticas emergentes que no tienen pasado parlamentario en las Cortes y es ahí donde se agarran quienes defienden la negativa de Rajoy a concederles sitio en plano de igualdad en un plató de televisión. Está claro que los aspirantes tienen menos que perder que quien tiene como objetivo revalidar el título.

Otros presidentes hemos tenido que también fueron refractarios a debatir. Pese a tener un "pico de oro" Felipe González se escaqueó de los debates con los aspirantes hasta las elecciones del 96, cuando aceptó dos con José María Aznar. Zapatero tampoco quiso ir más allá de un cara a cara. Debe ser cosa del factor presidencialista que se apodera de los inquilinos de La Moncloa y les hace mirar a sus rivales por encima del hombro. O el temor de sus asesores a que puedan pinchar. Fue el caso de Arias Cañete en su cara a cara con Elena Valenciano. Iba tan sobrado el ministro que metió la pata.

En el caso de Mariano Rajoy quizá habría que añadir a ese temor genérico un hándicap específico: la televisión no es su medio. Se relaciona mal con las cámaras. En un plató no está cómodo. Es un buen dialéctico, pero la fotofobia juega en su contra. Sin olvidar la diferencia de edad con quienes habrían sido sus antagonistas en el debate que no veremos. Creo que por eso el PP manda a Soraya Sáenz de Santamaría que es de la quinta de los Sánchez, Rivera e Iglesias.

Otra anomalía que, por último, habría que corregir es la exclusión  de los líderes de IU (Garzón) o UPyD (Herzog), partidos que tuvieron representación parlamentaria en la pasada legislatura. En los EE.UU. hemos viso debates de hasta ocho candidatos. En materia de democracia  todavía tenemos mucho que aprender.


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