• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / Es periodista, uno de los fundadores de Telemadrid y su primer director de informativos.

El debate es la guerra

Por Fermín Bocos

El debate es una lucha dialéctica. Una pugna entre dos o más contendientes que defienden ideas propias o desacreditan las contrarias.

En el único cara a cara de los pasados comicios, Rajoy optó por la defensa de los logros del Gobierno. Sánchez, cargó en picado contra su antagonista. Para desagrado de una parte de la audiencia incómoda con los ataques personales. Sánchez ha reconocido que llamar "indecente" al Presidente del Gobierno había sido un error. Rajoy no le ha perdonado.

Como en toda lucha, en un debate hay vencedores y vencidos. Hasta la implantación masiva de las redes sociales el veredicto corría a cargo de analistas y periodistas. Ahora la cosa ha variado. Hasta el punto de que hay partidos que disponen de grupos de apoyo en la Red que actúan como terminales propagandísticas encubiertas. En un reciente debate televisivo Oscar López (PSOE) denunció que detrás de "Guerrilla" (etiqueta muy activa en la Red) estaba Unidos Podemos. Pablo Echenique (Podemos) negó la existencia de dicho vinculo.

El mayor riesgo de un debate es cometer un error. Porque un solo error anula todos los aciertos. Se vio hace unos días cuando Margarita Robles tuvo un lapsus y atribuyó al PSOE, el partido en cuyas listas se presenta, la negativa a proporcionar medios a la Justicia para acabar con la corrupción. Robles rectificó sobre la marcha, pero lo que ha quedado en la memoria de aquel debate con Inés Arrimadas, Carolina Bescansa y Andrea Levi es el lapsus de Robles, una buena dialéctica que no tuvo su mejor día.

Para salir airoso de un debate tan importante como estudiar a los antagonistas y prever sus salidas, es controlar el temor a perder o la ansiedad que genera la voluntad excesiva de ganar. Si son los nervios quienes gobiernan, el debate está perdido. Le pasó a un buen polemista como Albert Rivera en el primer debate que tuvo con Soraya Sáenz de Santamaría, Sánchez y Pablo Iglesias. En debates posteriores ha controlado su ansiedad. Son varias las tácticas a la hora de plantear un debate. La más común entre los aspirantes, es la ofensiva. Consiste en intentar destruir los argumentos de los contrarios. Señalando sus erorres, inexactitudes o mentiras o atacando un aspecto accesorio del asunto sometido a debate intentando así desconcertar al antagonista.

Empleando esta táctica Jordi Sevilla consiguió desconcertar a Luis de Guindos al sacar a colación una antigua relación profesional del ministro con Lehman Brothers, el banco de inversiones norteamericano que quebró en los albores de la crisis. Pablo Iglesias suele recurrir a la estrategia conocida como "De la división". Consiste en colocar al rival la etiqueta de lo que la mayoría rechaza y, a partir de ese momento, Iglesias sitúa su mensaje en el extremo opuesto. Rajoy es el culpable del paro y de los desahucios. Si gobernara Iglesias revocaría la reforma laboral, crearía empleo ("un millón de a partir del sector público"¿?) y se acabarían los desahucios. La fe debería estar reñida con la política, pero la culpa no es solo de los políticos. La comparten con sus seguidores. Cuentan con que prometan lo que prometan durante la campaña, si luego incumplen, los suyos se lo perdonaran. Así nos va.


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