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Opinión /

Movilidad post pandemia

Por Fermín Alonso

Debemos afrontar el reto de que las personas que dejen de utilizar el transporte público no se pasen al vehículo privado y hagan uso de la movilidad peatonal o ciclista.

Una mujer protegida con mascarilla montada en bicicleta el día en el que se reactiva la actividad laboral no esencial en Navarra para empresas cuyos empleados no puedan teletrabajar cuando se cumple un mes desde el inicio del estado de alarma decretado a consecuencia del coronavirus, en Pamplona (Navarra, España), a 14 de abril de 2020.

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14/4/2020
Una mujer protegida con mascarilla montada en bicicleta durante el estado de alarma decretado a consecuencia del coronavirus en Pamplona. EUROPA PRESS

Es innegable que la pandemia que sufrimos va a tener efectos más allá del terrible número de fallecidos que acumula nuestro país. Las medidas extraordinarias que se han debido tomar, unidas al estrés colectivo que como sociedad estamos experimentando van modificar sustancialmente nuestros comportamientos futuros y van a afectar de manera muy intensa al tejido económico, al mercado laboral y, por tanto, a las economías de las familias de nuestro país.

La forma en que nos movemos en nuestras ciudades también va a cambiar. El miedo al contagio y las medidas de distanciamiento social que previsiblemente perdurarán todavía un tiempo indeterminado provocarán muy posiblemente un descenso en el uso del transporte público, por ejemplo.

Ante esta situación, debemos afrontar el reto de que las personas que dejen de utilizar el transporte público no se pasen al vehículo privado y hagan uso de la movilidad peatonal o ciclista como alternativas seguras.

En los últimos años, las ciudades de todo el mundo vienen modificando su espacio público para facilitar el uso de medios de transporte sostenible. Además, este tipo de intervenciones multiplican el espacio para peatones y ciclistas, mejoran la calidad urbana y, por supuesto, reducen ruidos y humos. Esto último, es especialmente importante si tenemos en cuenta que las ciudades son las responsables del 70% de los gases de efecto invernadero.

Pamplona lo ha hecho durante legislaturas y desde hace más de una década, limitando el espacio para el vehículo privado y multiplicando las zonas peatonales y verdes, aunque es cierto que a nivel de infraestructura ciclista nos hemos estancado y que el porcentaje de uso del vehículo privado es todavía más elevado que en otras ciudades similares.

Más recientemente, el Ayuntamiento presentó el primer diagnóstico energético de la ciudad. Según sus conclusiones, Pamplona emite más de un millón de toneladas de CO2 a la atmósfera cada año. Apenas el 9,3% de la energía que consume nuestra ciudad es de origen renovable. En términos económicos, esto supone un gasto de más de 460 millones de euros que cada año salen casi al 100% de nuestra ciudad.

El impacto del transporte en estas cifras es innegable, siendo el responsable de más de la mitad de las emisiones en nuestro término municipal.

Esta realidad se ha hecho evidente durante estas semanas de duro confinamiento en las que al reducirse la movilidad de forma drástica, los niveles de contaminación que miden algunas de las estaciones instaladas en Pamplona se han reducido obviamente a la mitad.

Los efectos sobre la salud de las emisiones contaminantes son evidentes y están absolutamente contrastados científicamente. Se habla mucho del aumento de la mortalidad que provocan la obesidad o el tabaquismo. Sin embargo, debemos ser conscientes de que la contaminación también es letal. De hecho, un estudio del European Heart Journal publicado hace apenas un año calculaba que la contaminación es responsable de casi 9 millones de muertes prematuras al año en todo el mundo, casi 800.000 en Europa. Más que el tabaco.

Además, hace apenas una semana, la Universidad de Harvard estableció relación directa entre la exposición prolongada a los altos niveles de contaminación existentes en grandes ciudades de todo el mundo con un mayor nivel de la mortalidad del coronavirus.

La transición hacia ciudades más caminables, ciclables, electrificadas y, por tanto, más sostenibles, saludables y seguras es mucho más que una moda. Es necesario trabajar en una transición justa y ordenada hacia nuevas formas de movilidad, sin dejar a nadie atrás, teniendo en cuenta el tejido empresarial y emprendedor de la ciudad y de nuestra comunidad y sin buscar el enfrentamiento entre ciudadanos.

De hecho, como también señalan algunas entidades empresariales y la propia Comisión Europea, puede suponer también una oportunidad económica.

En el contexto post pandemia, la movilidad sostenible, peatonal y ciclista, debe ser además una herramienta para garantizar la seguridad y la tranquilidad frente al virus, como han señalado las autoridades sanitarias de todo el mundo, también en España.

Ciudades de todo el planeta y de todo signo político trabajan estos días en fomentar los modos activos de movilidad, aumentar los espacios peatonales o en incrementar sus infraestructuras ciclistas, políticas en las que también está trabajando Pamplona.

La necesidad de facilitar la distancia social, puede conllevar también aumentos en los tiempos semafóricos para peatones, evitando así aglomeraciones, por ejemplo, o soluciones como aumentar los espacios previos a cada paso de cebra como también propuso el Ayuntamiento justo antes de estallar la pandemia.

Sin embargo, la realidad económica derivada de la nueva situación va a golpear a todas las administraciones y obligará, como no puede ser de otra manera, a priorizar las actuaciones sociales y de reactivación de nuestros tejidos económicos.

Así, la imaginación y la puesta en marcha de medidas temporales y más baratas que ya se están implantando en ciudades europeas y americanas, serán más necesarias que nunca.

Fermín Alonso Ibarra es concejal de Proyectos Estratégicos, Movilidad y Sostenibilidad del Ayuntamiento de Pamplona (Navarra Suma)


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