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Opinión /

El deshonor de ser navarro y no saber euskera

Por Fermín Alonso

En la última Comisión de Presidencia del Ayuntamiento de Pamplona, Geroa Bai se quitó una vez más la careta.

Pleno del Ayuntamiento de Pamplona (49). IÑIGO ALZUGARAY
Parte del grupo municipal de Geroa Bai, durante un pleno reciente en el Ayuntamiento de Pamplona. IÑIGO ALZUGARAY.

Al portavoz de Geroa Bai se le escapó que ser navarro y no saber euskera “debería ser casi un deshonor”.

En su defensa he de decir que se incluyó a él mismo en el amplísimo grupo de navarros supuestamente sin honor, aunque lo achacó a que Franco le prohibió aprenderlo, algo al menos debatible cuando las primeras ikastolas datan de 1954, aunque nunca fueran legales. Yo, que nací en pleno mundial de Naranjito, no tengo siquiera esa excusa.

En cualquier caso, la frase resulta significativa y reveladora. Es evidente que el nacionalismo vasco utiliza el euskera como elemento central sobre el que construir su querida y perseguida euskal herria. Lo han reconocido sus propios partidos en los primeros pasos del nuevo estatuto vasco.

Como hablar de un RH y de la raza vasca (como ha hecho el supuestamente moderado PNV desde Sabino Arana hasta Arzalluz) queda pelín supremacista en pleno siglo XXI, utilizan el euskera como elemento diferenciador.

La lengua es la nueva religión para todos los nacionalismos y Barkos, Asirón y compañía no iban a ser una excepción. Al contrario, ejercen gustosos el papel de nueva inquisición.

Igual que el portavoz de Geroa Bai el lunes, diferencian entre buenos navarros, con el label de saber euskera “con la K de kalitatea” y el resto, que no lo conocen.

Hay una cultura propia que hay que promocionar, organizando por ejemplo conciertos didacticos de txalaparta por los colegios como el Ayuntamiento de Pamplona. Sin embargo, el resto de expresiones culturales y tradiciones de nuestra tierra, las jotas por ejemplo, son vistas como una aldeanada. Por no hablar de todas y cada una de las tradiciones religiosas de nuestra tierra, también despreciadas por viejunas (es lo que tienen las tradiciones, que son antiguas) y retrógradas .

Así, pasan la legislatura manoseando una lengua, una cultura, para separar, para dividir y lo que es peor, para enfrentar a los navarros, cuando debería servir para todo lo contrario.

Se trata de crear la imagen de una cultura única y unívoca en Navarra, desde Bera hasta Cortes a través de imposiciones, gestos y acciones de cosmética.

Así los carteles del Gobierno, todos, se rotulan con el euskera por delante, aunque haya un 93,3 por ciento de navarros que no lo utiliza, según los datos del propio Gobierno Barkos.

Autobuses y comedor gratis para alumnos de euskera. A apoquinar el resto.

O líneas abiertas en colegios con menos de 8 alumnos en euskera mientras se niegan a desdoblar las de castellano o PAI con mayor demanda.

Por último, por supuesto, publican convocatorias de empleo público trufadas de privilegios para los euskoparlantes que nada tienen que ver con la realidad social de Navarra.

Porque no se trata de adecuarse a ella, sino de cambiarla. Y en eso están Barkos y Asirón, aunque por el camino el mayor perjudicado sea el euskera por su contaminación política.

Igual que Torra o, antes, Puigdemont. Siguen la misma hoja de ruta de tensión y enfrentamiento.


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