• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión /

Asirón y la ley: historia de un desamor

Por Fermín Alonso

A uno le gustaría que su Ayuntamiento cumpliera la Ley, que su alcalde no se creyera por encima de ella, por el mero hecho de serlo. Pero eso es pedir demasiado cuando a Asirón se le pone algo entre ceja y ceja.

El alcalde Joseba Asirón, recibe al primer grupo de personas que participan en una visita guiada a la nueva decoración del zaguán. MIGUEL OSÉS_11
El alcalde Joseba Asirón, durante un acto en el Ayuntamiento de Pamplona. MIGUEL OSÉS

Nunca antes el Ayuntamiento de Pamplona había sido vapuleado de semejante manera en los tribunales. En algo menos de tres años de legislatura, Asirón acumula más de una docena de sentencias contrarias en asuntos no precisamente ordinarios.

Más allá de la cifra, la temática es muy significativa y deja muy a las claras cuáles son las obsesiones y prioridades del alcalde de Pamplona; a qué dedica su tiempo libre, que diría Perales, el cantante, no la concejala.

Su cuatripartito ha perdido en los tribunales por sus intentos de imponer la ikurriña, cuando los tribunales dejaron claro que el alcalde había cometido nada más y nada menos que un fraude de ley; por expulsar a las familias de tres escuelas infantiles que no hablaban euskera; por intentar esconder el cuadro del rey y las banderas oficiales del Salón de Plenos; por tratar de censurar una exposición sobre víctimas (policías) del terrorismo o por querer colgar la bandera republicana del balcón del Ayuntamiento.

También ha habido sentencias que han impedido que culminaran algunas de las prácticas amiguistas de las que tanto se ha hablado, como cuando uno de sus altos cargos intentó  adjudicar a  la empresa de su exsocio un proyecto, después de no ser la oferta con más puntuación en el concurso, o cuando contrataron al excompañero de algunos miembros del tribunal que debía elegir quién ocuparía una plaza de empleo público. Ambas cuestiones acabaron en los tribunales, con mal resultado para Asirón, claro.

Sentencias y resoluciones, de todos los colores, como la que tumbó nada más y nada menos que la Plantilla Municipal, junto a presupuestos el expediente más importante del año, y sobre cuyo trámite el Tribunal Administrativo de Navarra dijo que presentaba “vicios esenciales”.

O como las que ha perdido el alcalde cuando ha intentado perseguir a los medios que no titulan o no enfocan una noticia como él quería. Porque sí, Asirón ha gastado parte de los impuestos de todos en perseguir a los periódicos que no le gustan. Y ha perdido, claro, pero el susto para periodistas en cuestión ahí queda.

Mientras, siguen a la espera de resolución las cesiones a dedo de edificios municipales como el Palacio Redín y Cruzat, en la Calle Mayor, o el denominado Antzara, en Mendillorri, que se entregaron a colectivos afines sin ni siquiera existir un expediente.

También falta por dictaminarse la colocación de la ikurriña en el chupinazo de 2017, después de que Barkos y sus socios modificaran la Ley de Símbolos, aunque viendo los precedentes de otras localidades, el alcalde no debería ser demasiado optimista.

En resumen, multitud de sentencias y resoluciones, zascas por doquier, que dejan clara una forma de actuar: la de una persona que desde que accedió a la Alcaldía de nuestra ciudad ha mostrado total repelús por la Justicia y las leyes, que son en definitiva aquello que iguala a todos los ciudadanos y que nos garantiza disfrutar en libertad de nuestros derechos. 

Pero él se cree por encima de todo eso. ¡Él es el alcalde! ¿cómo no va a hacer lo que le salga de sus… narices?

Vamos hombre, ¡él es el alcalde!


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