• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / Desde la década de 1990 realiza entrevistas para el periódico El Mundo.

Las urnas y el diálogo

Por Esther Esteban

Mas allá de los análisis, que ya se han hecho desde todos los puntos de vista sobre lo ocurrido en las elecciones catalanas, la realidad es que los independentistas han perdido escaños respecto a 2012 y han obtenido menos del 50 por ciento de los votos.

Han ganado las elecciones sí, pero han perdido el plebiscito imaginario que ellos crearon para hacer creíble una ensoñación que dura demasiado tiempo. Lo mejor de todo ha sido la alta participación, a la que ha contribuido el pánico desatado en el último minuto entre los partidos constitucionalistas, que no han querido enterarse durante demasiado tiempo de que los nacionalistas y su constancia inquebrantable ha ido calando en los ciudadanos como la lluvia fina.

¿Y ahora qué? se preguntan todos, sabiendo que hasta las elecciones generales habrá un impasse en las tensiones, lo que sería un buen momento y una oportunidad para abrir vías de diálogo. Los más pesimistas creen que Mas no aflojará y menos estando, como está, en manos de la CUP que de una forma u otra tendrá un papel decisivo en el nuevo gobierno de la Generalitat. Sea como fuere en estas elecciones todos, salvo ciudadanos y la CUP han perdido algo y si no reflexionan sobre los motivos, no habrán entendido nada del mandato de las urnas.

Los titulares fueron claros: "Los independentistas ganaron las elecciones pero perdieron su plebiscito". "Ciudadanos dio el sorpasso sobre PP y el PSC gracias al voto metropolitano". "La CUP triplicó en escaños". "Fracaso de la coalición formada por Podemos que se quedó por debajo de los escaños que había tenido iniciativa per Cataluña en el 2012". "Unió Democrática -que se había presentado por primera vez en solitario- se quedó fuera de Parlament". "La campaña bailona de Iceta les dio un balón de oxígeno a los socialistas que frenaron su declive electoral", y "Los populares sufrieron un serio revés, magnificado aún más si cabe, por la bronca de Aznar del día de después".

Los ganadores de las elecciones tienen toda la legitimidad de las urnas para continuar con su descabellada estrategia proindependencia pero siempre y cuando lo hagan ateniéndose estrictamente a la legalidad y, ahí, está la cuestión porque con la ley en la mano no hay independencia que valga. Por lo pronto Artur Más -que debería haber dimitido la noche electoral tras reconocer que su plebiscito había perdido- se ha convertido en un actor muy incómodo par la formación del gobierno en Cataluña después de que la CUP haya vuelto a insistir en que no apoyarán un ejecutivo presidido por él. Su balance no puede ser peor: CDC ha bajado considerablemente en escaños cada una de las tres convocatorias que ha planteado, ha llevado a su partido a una ruptura con los moderados de Duran Lleida y en el camino ha dado un empujón enorme a sus antiguos adversario de ERC, cuyos postulados finalmente han triunfado se mire por donde se mire.

El futuro político de Mas es muy dudoso y tal vez en su "pecado" de traicionar ideológicamente los valores de su partido tendrá como "penitencia" haber liquidado su carrera política.

En cuanto al gobierno Mariano Rajoy ha ofrecido diálogo al nacionalismo catalán, lógicamente con el cumplimiento de la ley en la mano. Por mucho que quiera no se puede obviar el hecho de que hay un 48% de los catalanes que prefieren opciones soberanistas y por lo tanto hay que afrontar el asunto con realismo, abriendo la puerta a soluciones imaginativas que no den mayores privilegios a Cataluña, pero que amplíen el autogobierno. No valen de nada en este momento discursos que echen más sal en la herida, ni hacer oídos sordos a lo que han dicho las urnas. Si los interlocutores no valen habrá que cambiarlos pero este camino hacia ninguna parte debe terminar. Es la hora del diálogo y la reflexión.


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