• jueves, 18 de abril de 2024
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Opinión / Desde la década de 1990 realiza entrevistas para el periódico El Mundo.

El juego de tronos del 26-J

Por Esther Esteban

Al final ,como todos nos temíamos, se ha levantado el acta de defunción de la XI legislatura. Los partidos no han querido ponerse de acuerdo para formar gobierno y por lo tanto han fracasado a la hora de interpretar lo que pedían los ciudadanos en las urnas.

Ni gobierno de coalición, ni pactos de izquierdas, ni pacto de centro derecha ni nada de nada porque, según dicen, este país todavía no está preparado para que los políticos se entiendan. Aquí ha habido mucho cuento de la lechera, mucho repartir la piel del oso antes de cazarlo y sobre todo demasiado teatro, mejor dicho teatrillo de pacotilla, cuando no sainete, o simplemente diálogo de sordos, donde cada uno ha ido a su bola sin importarle un pito lo que le pase al país, ni mucho menos los gastos que unas nuevas elecciones van a ocasionar. Ya estamos otra vez metidos en harina con el raca-raca del que la mayoría de los ciudadanos huye como de la peste porque están hartos de cada uno de los líderes políticos se mire a su minúsculo ombligo.

Aquí no habido inocentes, ni siquiera aquellos que han pretendido presentarse como almas cándidas y puras, movidas solo por el afán del diálogo y no del poder. He leído estos días, coincidiendo con la nueva temporada de Juego de Tronos, esa serie a la que Pablo Iglesias es tan aficionado, que a la lucha entre las tres familias iniciales se unen otras que se erigen como estandartes de la legitimidad por el reinado de Poniente: los Baratheon luchan entre hermanos; los Tyrell hacen y deshacen alianzas para conseguir un hueco en la corte; los Greyjoy miran desde el agua cómo su estirpe está siendo vilipendiada por los demás; y los Martell juegan un papel esencial en su lucha contra los Lannister.

Todo esto se puede reproducir casi milímetricamente en la política española y se podían hacer paralelismos entre el guión televisivo cuando lo que está ocurriendo. A las familias tradicionales -donde ya se puede incluir a los llamados partidos emergentes- se unen otras que reívindican su propia legitimidad. Cuando ya creímos que lo teníamos todo visto, ha hecho acto de presencia Monica Oltra, cada día con más poder, y ha dicho ¡aquí estoy! revolucionando el patio parlamentario en las horas previas a que el Rey recibiera a los líderes de los cuatro grandes partidos. Algunos han dicho que  Compromís versus Baldoví sólo buscaba unos segundos de gloria, un espejismo, para que habláramos con ellos, pero lo cierto es que han hecho que les temblaban las piernas a más de uno.

El pacto del Prado -que no del Pardo, como malintencionadamente lo llamaron algunos -ha quedado en nada, en otra escena del teatrillo, pero en el interregno se han cruzado apuestas sobre si Pedro Sánchez se resistiría a la tentación de convertirse en el inquilino de Moncloa en tiempo de descuento y si los barones se levantarían en armas. !Ay, los idus de marzo, en abril o en mayo, da igual!

El final de la legislatura más corta de la Democracia estaba escrito desde el mismo momento en que cada uno ha pretendido conservar su trono particular y han instalado a la política en un interminable día de la marmota durante los últimos meses, donde el postureo ha sido 'trending topic'. Aquí hay lucha de familias, enfrentamientos entre hermanos, alianzas imposibles, estirpes vilipendiadas y todos los demás ingredientes de la famosa serie. El 26-J será otra ve la hora de la verdad para ver quién se erige con el estandarte de la legitimidad que dan las urnas pero hasta entonces veremos traiciones entre los compañeros de pactos, juego sucio, palabras grandilocuentes y huecas y promesas que luego caen en saco roto. Nos conocemos de sobra el raca-raca así que, ya que no se puede acortar la campaña por eso de que la ley así está escrita. ¡Por favor, ahórrense la moralina y no se gasten lo que no tenemos! Esta juerga ya nos ha salido muy cara y estamos hartos de la palabrería.


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El juego de tronos del 26-J