• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / Desde la década de 1990 realiza entrevistas para el periódico El Mundo.

Ganar y perder

Por Esther Esteban

Al día siguiente a las elecciones, en una tertulia de televisión, un colega se preguntaba en voz alta qué pasaría en este país si, en la próximas elecciones, desaparecieran todas las encuestas, si no hubiera sondeos ni pronósticos, si nadie se aventurara a decir por donde iban las cosas y cuál sería el veredicto de las urnas.

Otro de los periodistas allí presentes le contestaba, con sorna, que la primera conclusión sería sin duda que habría menos periodistas en paro porque los medios de comunicación no sustituirían a los plumillas por sociólogos y encuestadores profesionales que, al final, no dan ni una. Sea como fuere la reflexión es un ejercicio inútil porque a pesar de todo no pasa nada con ellos y estas empresas siempre tienen su trabajo asegurado, ¿por qué?, pues porque no se trata de predecir sino de influir, que es muy distinto.

No es que yo desee, en absoluto, que las empresas que se dedican a la demoscopia despidan a su gente pero desde luego la vara con la que se miden las equivocaciones en este país no es ni parecida según las profesiones y sobre todo si sirven a intereses políticos y partidistas. Desde mucho antes de que comenzara la campaña del 26-J, hemos sido bombardeados con encuestas y sondeos y ninguna ha dado en el clavo.

Todas pronosticaban el sorpasso, daban por muerto y enterrado al líder del PSOE, que llevaba a su partido a la tercera posición por primera vez en la historia de la democracia y señalan una pírrica victoria del PP. Poco a poco todas las tertulias políticas incidían sobre los mismos datos, dando una apariencia de realidad y hasta los protagonistas lo planteaban como un escenario factible, cuando se les preguntaba.

Al final lo cierto es que no ha habido sorpasso, que la victoria del PP ha sido amplia y que Pedro Sánchez, aún perdiendo escaños, ha podido salvar los muebles. Ahora lo que no tiene que fallar es la conformación de un nuevo gobierno para dar por terminada la parálisis política y también económica de los últimos siete meses.

Varios periódicos editorializaban ayer con la posibilidad de que el PSOE facilite la formación de gobierno absteniéndose para que Rajoy pueda ser presidente, algo que plantean también varios Barones socialistas con el argumento de que el partido se fortalezca en la
oposición.

"Ese resultado aboca al PSOE a desarrollar una oposición responsable, lo que significa facilitar la gobernabilidad a quien tiene mayores posibilidades de ejercerla, que indudablemente es el Partido Popular, so pena de forzar unas terceras elecciones. También le obliga a rehacer su proyecto político, para lo cual cuenta con un núcleo de votantes de probada fidelidad socialdemócrata, pero que debe ampliarse si aspira a volver algún día a gobernar: ese es su objetivo fundamental, no el de ser el primer partido de la izquierda", podíamos leer en El País.

Es lógico que los socialistas, en general, no quieran formar parte de un gobierno de coalición, como hacen los socialdemócratas en muchos lugares de Europa pensando que eso a medio y largo plazo les perjudicaría y que quieran preservar el perfil de líderes de la oposición con voluntad de llegar al poder la próxima legislatura. Eso es una cosa y otra muy distinta que intenten por activa y por pasiva que se repitan las elecciones, cosa que los ciudadanos no entenderíamos.

Liderar la oposición, ante la imposibilidad de conformar un gobierno de izquierdas, es lo más digno que puede hacer Pedro Sánchez para fortalecer su liderazgo -si los líderes territoriales dejan de ponerle todos los días en el disparadero- y que el PSOE, a quien Podemos le pisa peligrosamente los talones, tenga posibilidad de ser la próxima legislatura el partido que llegue a la Moncloa.

Saber ganar y saber perder son las dos caras de una misma moneda. Como dice Paulo Coelho "un guerrero acepta la derrota como una derrota sin intentar transformarla en victoria".


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