• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Desde la década de 1990 realiza entrevistas para el periódico El Mundo.

Corruptos de manual

Por Esther Esteban

Si en este país hubiera un manual del corrupto, seguramente la explicación de cómo actuar no sería tan clara como la que aportó Felix Millet ante el tribunal.

El expresidente del Palau de la Música reconoció, sin problema, que el organismo que dirigía servía para desviar dinero de Ferrovial a CDC a cambio de las adjudicaciones de obra pública. "Convergència sabía que Ferrovial daba este dinero a cambio de que le adjudicaran obra publica", confesó, ante las preguntas del fiscal Emilio Sánchez Ulled.

El sistema era tan fácil de explicar que lo hizo sin pestañear: la constructora donaba el 4% del total del coste de la obra, de los cuales un 2,5% iba a parar a CDC y el 1,5% para él y el ex director administrativo Jordi Montull. Él se quedaba un 1% y su mano derecha, un 0,5%.

Así de claro, de rotundo, de demoledor y de vergonzoso. El dinero entraba en el Palau en concepto de patrocinio de Ferrovial pero la realidad es que "sólo una pequeña parte se quedaba en el patrocinio", aseguró.

Muchos al oírle sentimos vergüenza ajena, esa que te produce ver cómo un puñado de sinvergüenzas sin escrúpulos han vivido a todo tren despilfarrando el dinero de todos.

Ni siquiera ver a un anciano en una silla de ruedas mitigaba la sensación de asco y repugnancia sobre su relato.

Otro momento cumbre del interrogatorio fue ese en el que aclaró por qué pago hasta las bodas familiares con lo robado. "Sí, las bodas de mis hijas se pagaron con fondos del Palau. Lo hice mal y me equivoqué, pero había un motivo.

Necesitábamos publicidad para el Palau de la Música y que la gente supiera que allí también se podían celebrar bodas. Gracias a ella, se celebraron otras cinco más".

Cuando lo oí pensé que solo alguien que se cree impune puede actuar así y !claro!, viendo cómo se las han gastado los Pujol durante décadas, robando a mansalva sin consecuencias, lo normal es que todos normalizaran la corrupción en sus conductas.

Sabíamos desde hace muchísimos años que en Cataluña había "mordidas", lo sabíamos, no sólo lo intuíamos, porque era un secreto a voces.

Un secreto del 3 por ciento vinculado a Convergencia, sobre el que se levantaron todas las alarmas cuando Pascual Maragall, en la sede del Parlament, destapo la caja de los truenos con aquella famosa frase "ustedes tienen un problema y ese problema se llama 3 por ciento".

El socialista fue obligado rápidamente a retirar su afirmación porque Artur Más le amenazó con no apoyar el Estatut que, al fin y al cabo, era el gran cometido del tripartito.

"Es muy necesario que entre ustedes y nosotros siga existiendo un cierto círculo de confianza política" le dijo. Maragall se retractó y menos de un año después Artur Más pacto el Estatut con Zapatero en la Moncloa. Ese fué el precio de correr un tupido velo sobre el asunto.

Las componendas políticas son lo que tienen. Si se acuerda el "hoy por mi y mañana por ti" puede suponer un respiro temporal, pero ya se sabe que los cadáveres se pueden esconder en los armarios un tiempo pero, al final, se descomponen y su hedor termina por descubrirlos.

El asunto de las mordidas es repugnante, escandaloso, vergonzoso, pero sobre todo indignante y una humillación para los ciudadanos que dan su bendición a unos gobernantes a los que la honradez se les debería suponer.

Oír de los labios de los corruptos cómo amañaban sus "negocios" con los corruptores y cómo normalizaban sus actos despreciables con los políticos, debería suponer una catarsis colectiva para saber que cosas así no deberían volver a suceder en nuestro país, pero soy pesimista al respecto.

Mientras los ciudadanos no castiguen duramente en las urnas a los políticos que han promovido o tolerado la corrupción y los partidos no hagan una "purga" ejemplar con quienes han metido la mano en la caja no hay nada que hacer y no parece que eso vaya pasar al menos de momento.

De hecho el pago de "mordidas" a la formación nacionalista lejos de ser un episodio aislado se había convertido en la norma desde la etapa de los Pujol, acorralados ahora por las demandas judiciales de todo tipo y condición.

Desde el abrupto final del caso Banca Catalana, que desestimo el procesamiento de Pujol por apropiación indebida, no ha parado de repetirse una práctica apestosa de la que hemos visto sólo los coletazos en los casos Pretoria o el expolio del Palau de la Música, entre otros.

No es una cuestión de acusaciones falsas, ni de intentar matar políticamente al adversario, como dicen ellos para esconderse de la dura realidad.

Lo que ahora hay que reclamar es que se haga Justicia en el apestoso y hediondo tema de las mordidas y también que se devuelva el dinero robado, cuestión fundamental para una auténtica regeneración democrática, porque ni la democracia ni los ciudadanos nos merecemos que esto ocurra en Cataluña ni en ningún otro lugar. España está malherida de norte a sur por los escándalos.


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