• miércoles, 24 de abril de 2024
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Opinión /

Realidad y no sentimiento

Por Eradio Ezpeleta

Me gusta, cuando tengo dudas, acudir a la RAE para conocer la definición real de algunas palabras y no perturbarlas con falsas interpretaciones que a menudo interesan, por conveniencia para el debate o para intentar convencer de algo, aún a sabiendas que estamos forzando sobremanera el mensaje que queremos transmitir, o más bien imponer.

Escudo de Navarra. MIGUEL OSÉS
Escudo de Navarra. MIGUEL OSÉS

Define la Real Academia el término símbolo como el “elemento u objeto material que, por convención o asociación, se considera representativo de una entidad, de una idea, de una cierta condición, etc. La bandera es símbolo de la patria. La paloma es el símbolo de la paz”.

También lo define como una “forma expresiva que introduce en las artes figuraciones representativas de valores y conceptos, y que a partir de la corriente simbolista, a fines del siglo XIX, y en las escuelas poéticas o artísticas posteriores, utiliza la sugerencia o la asociación subliminal de las palabras o signos para producir emociones conscientes”.

Un símbolo, por tanto, es representativo de algo muy concreto y que en algunos casos, de manera subliminal, produce emociones conscientes. ¡Cómo me gustaría que algunos leyeran de vez en cuando el diccionario de la RAE para hablar con propiedad y darse cuenta del empeño que a veces tienen por engatusar y engañar a los demás!

Yo me identifico con algunos símbolos, lo reconozco, porque los uso para dar testimonio de lo que creo y a lo que aspiro. Me gustan porque en ellos va toda una explicación de mis creencias, de mis amores y cercanías, de mis valores y principios, de mi realidad. En una imagen, en una bandera, en un signo trasmito sin grandes alocuciones toda una filosofía de vida.

Me gusta llevar el crucifijo o el escapulario alrededor del cuello, mostrar la bandera de la tierra que me vio nacer, que suene en mi móvil el himno de la Comunidad o del equipo de fútbol preferido, el logo del partido político en el que milito e incluso el carnet de la Asociación de la que formo parte. Y llevo esos, y no otros, porque representan lo concreto y lo que identifican.

¿Alguien entendería que en el estadio de El Sadar se pusieran oficialmente también las banderas del Athletic Club de Bilbao o de la Real Sociedad, del Real Madrid o del Barcelona, del Logroñés o del Real Zaragoza por eso de unir sentimientos y voluntades? ¿Alguien entendería que en la Iglesia de San Lorenzo, al lado de San Fermín, se colocara la imagen de Buda por eso de unir sentimientos y voluntades? ¿Alguien entendería que en las tiendas oficiales de Coca Cola se vendiera también Pepsi Cola por eso de unir sentimientos y voluntades? Desde luego que los seguidores de Osasuna, los devotos del Santo morenico o los forofos de Coca Cola, no.

Mi bandera representa mi pertenencia a, mi escudo representa mi pertenencia a, mi crucifijo representa mi pertenencia a. Que alguien venga con el suyo, distinto al mío, a mi casa, no me molesta, es más, lo respeto. Que alguien venga a cambiármelo o a ensombrecerlo o, peor aún, a imponérmelo, no sólo me entristece, porque veo no entiende de respeto, sino que me produce pena por la cortedad de sus miras y su empeño impositor.

Un símbolo significa lo que es y la mezcolanza de símbolos pretende llenar de confusión y de manipulación la realidad y el ser de los mismos. Cuando alguien quiere calzar a presión un símbolo es porque quiere imponer una idea, una entidad o una cierta condición, y si además, lo quiere equiparar a otro, lo que pretende es anular o difuminar este último, así de claro. Manipular y utilizar los símbolos solo crea división y enfrentamiento. La realidad institucional de cada símbolo es la que es y no la que se quiere sentir.

El problema para algunos es que cuesta aceptar la realidad cuando te la muestran, tal y como es.


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