• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / Senadora del Partido Popular por Navarra.

Populismos y nacionalismos: señal de peligro

Por Cristina Sanz

Después de las crisis económicas, como la última que nos ha tocado vivir, surgen los movimientos populistas en Europa. Corrientes de pensamiento extremistas que ponen en grave peligro la recuperación económica y la estabilidad institucional de los estados que integran el viejo continente.

El auge de los populismos es fácil de explicar: ofrecen soluciones mágicas a problemas complejos. Sus líderes, la mayoría carismáticos, se presentan como salvadores del mundo. Con estas credenciales y el caldo de cultivo creado con las graves consecuencias de la crisis, comienza la escalada. De ello se aprovechan para hacer promesas imposibles que van en contra de la democracia y de las leyes porque, no olvidemos, existe una línea muy fina entre los mensajes populistas y los mensajes antisistema y antidemocráticos, peligrosamente cercanos al germen de los totalitarismos.

Los populismos se nutren de mensajes vacíos que manipulan el lenguaje con el objetivo de crear una fractura social que divida el mundo entre “malos y buenos”. No son más que eso: puro ilusionismo. Porque, cuando se escarba un poco, no se encuentra nada. Ni medidas concretas, ni números, ni análisis de las consecuencias.

Todo este envoltorio de buenas palabras que no es otra cosa sino demagogia pura y dura, tiene un fondo alarmante, pues esconde un aumento del control por parte del Estado y, en consecuencia, un freno a la libertad del ciudadano. Se declara enemigo de la iniciativa privada, del emprendimiento y en definitiva, del progreso.

También el nacionalismo se utiliza como instrumento de distracción frente a los problemas reales que sacuden a la sociedad. Pero no hay que olvidar que los ideales nacionalistas no son más que eso, ideales que, de llevarse a la práctica ya no resultarían ‘rentables’ a quienes los defienden. Porque, no nos engañemos, en la unidad está la fuerza, aunque suene a tópico. La historia nos ha demostrado que solo la cohesión, basada en el respeto a la pluralidad, garantiza la estabilidad económica e institucional de los territorios.

Frente a las utopías, se abre paso una realidad sin fisuras: España lidera la recuperación económica en Europa, gracias a las reformas emprendidas por el gobierno del Partido Popular.

Con sus errores y fallos, que indudablemente hay que corregir, el gobierno de Rajoy ha colocado a España en la senda del crecimiento.

Por eso, los que queremos a España, los que nos sentimos orgullosos de pertenecer a este país, no queremos que ni los profesionales de la demagogia ni los cortoplacistas vuelvan a poner a nuestra nación en peligro, como está ocurriendo en nuestra comunidad.

En Navarra tenemos un desgobierno, porque  no se le puede llamar de otra manera, formado por nacionalistas, populistas, la izquierda y los herederos de Batasuna. Una amalgama cuyas medidas, de llevarse a la práctica, pueden llevar a la ruina a nuestra comunidad en cuatro años.

Porque eso es lo que esconden el nacionalismo y el populismo: inestabilidad y pérdida de oportunidades.

De ahí la importancia y la necesidad de un gobierno que crea en la unidad, en la soberanía nacional, en la igualdad de los españoles y en la protección de los derechos fundamentales o, lo que es lo mismo, de un gobierno liderado por el PP.


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