• jueves, 18 de abril de 2024
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Opinión / Especializada en política vasca y el análisis parlamentario.

Libertad y sentimientos

Por Charo Zarzalejos

No hay derechos sin límites porque sin límites habría permanentes ataques al otro. 

Por ello, la campaña de Hazte Oír ha sido de una enorme torpeza, máxime cuando de lo que se está hablando es de menores de edad. Creo, sinceramente que no había odio alguno en la iniciativa y también ellos están amparados por el derecho de la libertad de expresión y en un país democrático todos tenemos que aprender a convivir con lo que no nos gusta o no compartimos. Hay que vivir y dejar vivir poniéndose siempre en la piel del otro.

Manejar la situación que se genera en una familia cuando el niño dice que se siente niña no debe ser fácil. Estoy segura que para muchos padres ha sido fuente de sufrimiento, de duda y de desconcierto. Para los niños y niñas que se ven en esta situación un cierto trauma hasta que logran salir del laberinto en el que de manera involuntaria se ven inmersos.

No creo que haya nadie que milite en la transexualidad, pero existe y en la medida que es una realidad debería, antes de nada, abrirse un debate serio y sereno, con criterios médicos, sicológicos, etc, bajo la premisa irrenunciable del respeto al otro. Los menores de edad transexuales o no deben ser un colectivo especialmente protegido. La infancia es una etapa vulnerable de la vida. Para defender sus ideas, Hazte Oír nunca debería haber hecho alusión alguna a los menores. Nunca.

Hay que proteger a los menores sea cual sea su identidad sexual, hay que respetar al otro sean cuales sean sus creencias o su tendencia sexual y no vale ampararse en la libertad de expresión para lanzar juicios, opiniones o imágenes que pueden herir sentimientos ajenos.

Por ello no comparto la campaña de Hazte Oír y precisamente por lo mismo no puedo compartir el numerito del carnaval canario representando a una crucificada mofándose abiertamente, sin disimulo alguno del Crucificado de verdad. ¿No hay otras formas de transgresión?. ¿Es necesario ofender los sentimientos de miles y miles de españoles? ¿Tan poca imaginación existe como para tener que recurrir a semejante representación?. Lo llamativo, lo descompensado es que la crucificada en cuestión haya pasado desapercibido como si las ofensas sentidas por muchos fueran menos ofensivas que las que han podido sentir familias y menores transexuales.

Si queremos vivir en libertad tenemos que admitir que haya opiniones para todos los gustos y ni las opiniones, ni la representación del carnaval canario ni otras muchas actitudes deben ser abordados desde el Código Penal pero si debe imponerse entre todos nosotros la libertad para discrepar y la obligación de no ofender bien por su creencias, por su raza u orientación sexual. La ofensa es siempre más llamativa que la legítima discrepancia, pero lo primero siempre es más fácil que la exposición de ideas y cuando no hay ideas surgen las ocurrencias.


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