• miércoles, 17 de abril de 2024
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Opinión / Especializada en política vasca y el análisis parlamentario.

Javier Fernández, el doctor House del PSOE

Por Charo Zarzalejos

¿Se acuerdan del doctor House, ese tipo bien peculiar al que su equipo acudía cuando no sabían establecer diagnóstico ante un enfermo grave o complicado? Acudían a él con la certeza de que daría en la clave del asunto, que él sabría diagnosticar y, lo que suele ser más complicado, como tratar, como decírselo al enfermo.

El doctor House lo resolvía con decisión, con algún grito que otro y después de ratos de silencio en los que, no pocas veces, daba con aquello que se escapaba a su equipo y a él mismo.

Javier Fernández, presidente de Asturias y ahora también de la gestora socialista, es el doctor House del PSOE. Y lo es, entre otras razones, porque poco o nada se parece al personaje de la serie televisiva. No me le imagino dando gritos, ni sus formas son las formas desabridas del famoso médico.

No se parecen, pero a él han acudido los socialistas para que, como House, vaya tomando notas para establecer el diagnóstico y sobre todo para ir creando el clima, la confianza necesaria para decir al enfermo en cuestión que lo que toca, que lo que quizás haya que asumir es que, para salvarse, no hay más remedio que acudir a la abstención ante Mariano Rajoy como una única terapia para evitar unas elecciones que, al parecer, empeoraría la situación.

La receta, la de la abstención, si se llega a firmar, cosa que está por ver, es una receta muy complicada de descifrar y la toma del medicamento va a tener, con seguridad, efectos secundarios adversos.

Javier Fernández es un hombre que transmite serenidad, prudencia, incluso en la austeridad de sus gestos y que sabe qué terreno pisa. Es un terreno, el socialista, lleno de charcos disimulados, de arenas movedizas por el que hay que caminar con extremo cuidado. Un paso en falso de Fernández podría dar al traste con su tarea que no es otra que evitar que la desazón socialista vaya a más, que los estados de ánimo se encasquillen en la memoria más reciente.

El no se engaña a sí mismo ni engaña a los demás cuando asegura que cualquier decisión que se adopte supondrá un desgaste. Por todo ello quiere estirar el tiempo y que las aguas se serenen pero difícil lo va a tener porque en el fondo las espadas siguen en alto.

Para una mayoría de socialistas la abstención a Mariano Rajoy es un auténtico trago, de ahí, que al margen de las reflexiones internas se haya comenzado por parte de algunos la estrategia de poner en las espaldas del Presidente en funciones la decisión final. Nada gustaría más a la mayoría de socialistas que Rajoy se pusiera "borde" con ellos a la hora de negociar una eventual abstención.

El añorado "borderío" de Rajoy sería para ellos un magnífico discurso. No hay más que recordar las recientes y sorprendentes declaraciones de Garcia-Page, presidente de Castilla-La Mancha, advirtiendo al PP que no se pongan estupendos porque el PSOE es mucho PSOE. No contento con esto, ha asegurado también que el PSOE, aseguró, sin mover una ceja que "podemos presentar la candidatura más potente que puedan imaginar". Sin cuestionar que en el PSOE hay gente bien válida, declaraciones con este tono de altivez, están fuera de lugar cuando propios y extraños percibimos que este partido centenario se ha quedado sin suelo bajo sus pies.

Fernández va a tratar de introducir dosis de serenidad, de realismo. Lo suyo no va a ser coser, lo suyo es tarea de alta costura pero o colaboran todos o nada será posible. En momentos en los que un partido tiene ante si un autentico dilema -abstención, sí o no- se impone una medición ajustada de las propias fuerzas y si la altivez es siempre desagradable, resulta patética cuando el personal necesita de un respirador para seguir con vida.

Si finalmente se decide la abstención, será Fernández el interlocutor de Rajoy. De entrada, la corrección en las formas que es la liturgia de la democracia, está garantizada. Ni uno ni otro son de echar los pies por alto, pero, ojo, ninguno de los dos son unos principiantes y saben que la política no es una ONG. Ni Fernández quiere ser la tabla de salvación de Rajoy ni Rajoy va a admitir ser el mero flotador para un PSOE que necesita bocanadas de aire.

Si finalmente se decide la abstención, cosa que está por ver, hay que pensar y exigir que la negociación sea una negociación razonable. Ni Rajoy puede asumir la tarea de gobierno sin una mínima garantía de que en seis meses no le plantean una moción de censura, ni Fernández podrá defender ante los suyos una abstención amenazada por una convocatoria electoral inesperada.

Rajoy ha pedido por activa y por pasiva que "por lo menos" el PSOE le permita arrancar la legislatura para evitar terceras elecciones y complicado tendría rehusar una investidura ante la abstención socialistas. En sentido contrario, Fernández, que sabe lo que es gobernar, no debería asombrarse de que Rajoy le planteara establecer alguna cautela.

Rajoy es de los que hila fino y resultaría muy sorprendente que hablara con Fernández a base de trazos gruesos, pero en eso están no pocos socialistas: que Rajoy se ponga "borde" y lo que plantee resulte inasumible. El, Rajoy, sería el responsable de unas terceras elecciones. Al PSOE le agobia tanto la eventual abstención como parecer ante la opinión pública como el responsable de una tercera convocatoria electoral.

Javier Fernández-House ha asumido un papel de extraordinaria dificultad. En la gestora se amparan aquellos que no quieren ni elecciones ni abstención, vocablo éste que muy pocos socialistas se atreven a verbalizar. Con este panorama no es difícil aventurar que nos esperan jornadas muy intensas pero a muchos lo que realmente nos resulta imposible, sin riesgo de quedar en ridículo, es aventurar el resultado final.

La mayoría de observadores dan por hecha la abstención. De momento, no me atrevo a formar parte de ese colectivo porque creo, quizás erróneamente, que en el PSOE todavía es posible cualquier cosa.


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