• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / La vida misma

El horror

Por César Martinicorena

Si hay que explicar que todos los musulmanes no son terroristas, mal vamos. Si hay que explicar que en la situación de ciertos puntos calientes del mundo la responsabilidad de la vieja Europa es enorme, vamos peor. Pero sí parece que haya que explicar alguna característica de esta guerra mundial.

El Islam radical no existe. Existe el Islam. Más o menos 1600 millones de personas profesan esa fe. El porcentaje de quienes siguen las escrituras del profeta al dedillo no es pequeño. Se estima entre el quince por ciento y el veintypocos. Hagamos cuentas.

Para encontrar la cusa de la política de no-defensa de Europa contra este tipo de guerra hay que hurgar un poquito en la herida de una parte de la izquierda y del capitalismo. La caída del muro dejó huérfano a un sinfín de intelectuales marxistas que no encontraron un amigo con el que luchar contra el enemigo común; EEUU y la Europa civilizada. Solo una potencia incipiente podía rellenar un hueco tan enorme como el que dejó la muerte del comunismo. El Islam.

Es prácticamente imposible escuchar una lúcida critica a ese Islam desde la izquierda. El enemigo mayor pesa mucho más. Es en Europa donde encontramos el primer bastión de apoyo hacia ese porcentaje de asesinos. No en las mezquitas. No en el musulmán que profesa su fe sin molestar al vecino. Somos nosotros quienes permitimos que se publique un libro en España donde se explique cómo pegar a una mujer sin dejar marcas - necesario debido a la debilidad occidental contra la mujer y la defensa que la perra tiene en nuestras leyes-. Somos nosotros quienes permitimos que nuestros hijos no puedan comer cerdo en el colegio porque molesta al llegado y bienvenido desde los mundos de Alá. Somos nosotros los que no pedimos cadena perpetua hacia los animales que cortan el clítoris de una niña. Somos nosotros quienes creemos que la libertad de expresión y culto es un bien eterno e intocable. Somos nosotros quienes intentamos descifrar las causas de tanto horror para no hacer absolutamente nada contra las consecuencias; por ejemplo, los ciento cincuenta muertos de París o los doscientos del 11-M.

El gran capital hunde sus garras en el mundo tratando al hombre como un instrumento desafinado. Vamos a la guerra por petróleo. Buscamos las armas de destrucción y construcción masiva. Construimos el continente negro con escuadra y cartabón. Ese boomerang acaba volviendo.

Por supuesto que esta guerra es mucho más complicada y consta de más aristas que las mentadas, mas creo que las expuestas son irrefutables. Pero ahora, más allá de las culpas del padre ¿Qué se puede hacer? ¡Acabar con ellos! Debemos defendernos. No caben las medias tintas. Del mundo amenazado debe nacer una intención de punto y final. Una política que nos proteja. A todos por igual. Sirios, franceses o Al Andalus. Y no hacen falta guantánamos.

El enemigo es brutal. Solo busca la genuflexión o nuestra desaparición. ¿Debemos desenmascaras las causas? Sin falta, pero la inacción actual es el peor de los remedios. Algo sabemos de terrorismo en nuestro país. Algo sabemos de lo que supone tratar al lobo como a un animal amaestrado. No podemos caer una y mil veces en el mismo pozo. Ya está bien.

La Biblia puede ser tan brutal como lo pueda ser el Corán. Solo el hombre puede evolucionar y discernir.

Defendámonos.


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