• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / La vida misma

¿Quién debe cumplir la ley?

Por César Martinicorena

Si, si. Ya sé que todos y siempre. Lo que no sé es si otros lo aceptan.

Pleno del Ayuntamiento de Pamplona (36). IÑIGO ALZUGARAY
Los concejales de Aranzadi-Podemos en el Ayuntamiento de Pamplona. IÑIGO ALZUGARAY.

Puede parecer tonto pero si usted piensa que los códigos legales emanan de las instituciones para establecer unas normas de convivencia ad hominem está muy equivocado.

El problema de esta idea de los Yes We Can Forales no estriba en su posibilidad de éxito o fracaso. La indecencia surge del mero hecho de elevar la propuesta y que pueda ser considerada como viable en un ayuntamiento. Porque debe usted entender, debemos, que para cierta “élite”  foral la ley solo es Ley si se aviene a defender todo aquello que provenga de su especie.

¿De dónde procede tal presuntuosidad? ¿Cómo se justifica el desprecio a la ley? De la costumbre, exclusivamente. Ni más ni menos. Por comparar, vamos a echarle un par y vamos a dejar de pagar los impuestos que amablemente nos ha subido la presi. ¿Por qué no?

Nos parece injusto, nos viene mal y nos resta capacidad para la ingesta de aperitivos. ¿Creen que nos tratarían cómo a estos lumbreras? No, claro. Y es que lo que motiva la aceptación o rechazo de una propuesta no se basa en su contenido sino en quién la promueve. La bofetada llegaría por quiénes son los defensores de esta nuestra propuesta.

El caso no tiene vuelta de hoja. Unos tipos ocupan un inmueble. El dueño los denuncia. Deben pringar. ¿Solución? Lo pagamos todos. No tiene lógica pero si explicación. Cuando a alguien se le permite pulular por entre la ley y la sociedad con unas beatíficas bulas de las que el resto no disfrutamos se producen estos hechos que debieran sonarnos como insólitos cuando en realidad se nos antojan como un vulgar día a día. Recuerden que la costumbre hace ley.

Miren. El gran  Henry Thoreau inició su revolución, su “desobediencia civil”, yendo a la cárcel por negarse a pagar los impuestos. Se cuenta, puede ser leyenda, que Ralph Waldo Emerson acudió a verle al talego y le pregunto:- Henry ¿Por qué estás tu aquí?- a lo que Thoreau contesto:-Waldo ¿Por qué no estás tú aquí?-.

La propia conducta mide la sinceridad del hombre, no las bravatas sin contraindicaciones. Si quieren pagar a los okupas las costas o lo que crean que las apoquinen ellos. Si quieren hacer proselitismo de sus miserias, que se vayan a okupar un iglú en la Antartida. En la ciudad, por la jeró, cerquita de bares y Zaras, vas a ocupar un váter. Ya está bien de soportar a tanto amigo de lo ajeno. En Madrid, Valencia, Barna o Pamplona. Importa tres pepinos.

Lo lacerante de estos casos es que quieren ser revestidos de aporte cultural, de movilidad social, de lucha anticapitalista o de, me invento, revolución pacifista, pacifica, feminista y protoguay. Pues muy bien; a okupar cabañas de tres puertas en el Himalaya, lejos de esos lugares donde la población nos dedicamos a pagar con nuestros impuestos el bien común, las res pública, la educación y sanidad y algo de la deuda de Osasuna.

No es digno meter en el miso saco a esas personas, familias, a las que la vida ha golpeado de forma inmisericorde y que no encuentran otra solución que ocupar un espacio vacío con los caraduras ideológicos que creen tener el derecho a cagar y ducharse donde les salga del níspero. Ni por un momento coloquemos ambas realidades bajo el prisma de un mismo paradigma. Unos merecen toda la ayuda que se les pueda proporcionar mientras otros no son acreedores más que a manguerazos de agua a presión por intentar apropiarse de lo ajeno adueñándose del argumento del que sí sufre de verdad. Que se larguen a okupar el Aconcagua, a ver si hay caníbales.

La broma ya dura demasiado. Miles de familias españolas viven bajo la más afilada de las espadas de Damocles mientras el ejército nauseabundo de la alcaldía recauda en forma de derechos sin deberes todos los beneficios que el poder procura. Que se vayan a okupar Hirosima, a ver qué tal. Y a los de Podemos que proponen esta estupidez, si tan claro lo ven, que pongan su pasta, su tiempo y sus círculos para pagar lo debido, no los de los demás.


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