• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / La vida misma

Aterriza como puedas, alcalde

Por César Martinicorena

¿Alguna vez han sentido cierta tristeza por no haber participado en una película o en una escena que les haya marcado? Yo, me confieso, sí.

Asirón, en el centro de la imagen, dentro del cuadro que presenta y enmarca la exposición. PABLO LASAOSA
Asirón, en el centro de la imagen, dentro del cuadro que presenta y enmarca la exposición. PABLO LASAOSA

Supongo que la mayoría de ustedes recordaran aquella desternillante película: Aterriza como puedas. En un momento de la peli una mujer se pone histérica ya que el accidente del avión parece inminente, evidente y otros tantos mentes. Primero la intentan calmar hablándole- vaaamos, vaaaamos-. Como no se calma, le agitan por los hombros un poquito, algo así como un “ya está bien, mujer”. Pero nada. Doña erre que erre. Como todos se hartan de la pelma esa, una mujer va y le sopla dos bofetadas, a ver si se le pasa el telele.

Detrás de ella van apareciendo animosos pasajeros con guantes de boxeo, hierros, un vieja con un revolver, dispuestos a hacer de ella un pastel de guantazos. ¡Esa es mi escena! Recuerdo los espasmódicos lloros, incontrolables, en el cine de los Jesuitas. ¡Dios que ataque de risa!. Me metí tanto en el papel que oteé mis alrededores para ver si tenía alguna histérica al lado y atizarle con mi bolsa de pipas o para tirarle un zapato a la cabeza. Gracias a Dios, en vano. También me hubiera gustado ser partícipe de una escena muy concreta de Nueve Semanas y Media, si bien por motivos diferentes. Por el guión, Claro.¡Qué pedazo de guión! Ya ven. Uno de esos deseos que jamás se cumplirán. Los sueños, sueños son, que dijo Froid.

Existen afortunados hombres que logran que sus quimeras nocturnas se conviertan en realidades concretas. Y muero de envidia corrosiva. Nuestro alcalde es uno de ellos. El ilustre ha sido homenajeado en forma de busto pintado como un luchador por la independencia Navarra allá por 1522 en la localidad de Amaiur. Independencia de España, se entiende, no de nuestros amables vecinos. En el cuadro que glosa aquel momentazo histórico vemos una serie de personajes representados por otros tantos bustos que dan fe de nuestro glorioso pasado. Alguien menos romántico que el que escribe diría que, como en el caso de Aterriza Como Puedas, se trata de otra muestra de ciencia ficción, pero bueno; pelillos a la mar. No deja de impresionar esa estampa del hombre hoy con cetro en plaza. Tan serio, tan concernido. Tan gudari, vaya.

¡Pero den conmigo un paseo virtual por la obra! Como crítico de arte- si otros se inventan currículos, yo idem- podré desvelarles ciertos significados ocultos para el ojo profano. Observen y absorban conocimientos. Justo debajo del héroe Asirón, un poco a la derecha, se encuentra un joven muchacho. Por su gestualidad se podría deducir que se halla en situación de excitación total debido a la batalla. Muy posible. Pero se puede inferir otro significado porque también nos da la impresión de que hubiera sido pillado por sorpresa en las duchas de la cárcel tras agacharse para recoger su escurridiza pieza de Jabón Lagarto. No se sabe.

En la parte inferior derecha del lienzo se encuentra Sean Connery haciendo de Gandalf. No ofrece duda. A su lado un pobre hombre que, estreñido, piensa que o se dan de mamporros ya o se busca una letrina. Pegado a él, el rey don Juan Carlos. Éste se ha dejado barba mientras otea el horizonte, taciturno, al ver cómo se aleja un afortunado e inalcanzable elefante. A la izquierda y detrás del chico enjabonado nos damos de bruces con Karl Marx puesto de peyote. Esos ojillos no nos engañan. Otra interpretación es que Karl era el preso que hizo que el jabón escapara de las manos de joven. Fíjense en ambos a la vez y podrán admitir lo plausible de la teoría. Este Karl...no se yo. Detrás y arriba, Rocío Durcal o Sara Montiel.

En fin, podríamos pasarnos días perorando sobre la ingente obra y el héroe Asirón más no lo encuentro necesario. Con unas simples pinceladas basta para darnos cuenta de la magnificencia del encargo y, por qué no decirlo, del orgullo patrio por poder admirar en lienzo al primer Joseba del pueblo antes conocido como Pamplona.

Recuerdo mi primera visita a Toledo. Situarse delante del Entierro del Conde de Orgaz no es moco de pavo. De repente, un enorme lienzo de más o menos 3´5 por 4´5 metros te clava la mirada, desafiándote. Tan asombroso es que empiezas a comprender el famoso Mal de Stendhal, así llamado curiosamente por el señor Stendhal, quien no pudo aguantar la desmesurada belleza de la basílica de Santa Cruz, en Florencia, sin caer presa de la conmoción. Decenas de personajes que te obligan a fijar los ojos y a retirar la mirada, retadores y orgullosos. Te hacen sentir pequeño, poca cosa, intrascendente. En fin, una de las grandes obras maestras del Greco.

Exactamente esa es la sensación que me ha recorrido el alma al admirar la gloria abertzale hecha pintura. ¡Y qué momento para el recuerdo al reconocer al excelentísimo! El mentado Mal se queda en pololos ante la sobreexcitación que produce contemplar al Alcalde con esa mirada penetrante, desafiante. ¡Héroe, joder! ¡A ver si voy a verla, coño!. Bienvenido sea el arte, siempre. Bienvenida la Historia. También las viñetas y los comics.

Eligieron mal día para dejar de esnifar pegamento.


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