• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / La vida misma

¿Adoctrinamiento?

Por César Martinicorena

Si este gran maremagnum de idiocia supusiera la revisión exhaustiva del sistema educativo español daría por bueno todo este periodo de sinsentido escolar y universitario.

Un niño hace un ejercicio en una escuela
Un niño hace un ejercicio en una escuela. ARCHIVO

Millonadas de personas se sienten encantadas con la acusación de adoctrinamiento que se está vertiendo sobre los niños y adolescentes catalanes cuando pasamos de puntillas, tangencialmente, sin volver la mirada hacia los sistemas que rigen las distintas políticas educativas en el resto de las comunidades autónomas. Los árboles catalanes no dejan ver el bosque español.

Una excelente compañera de trabajo llegada desde Extremadura me contaba como en sus años de instituto solo estudió la geografía e historia de su comunidad. La del resto del país, de pasada. Un joven profesor pamplonés me preguntaba que quién era ese personaje tan formidable del que estábamos hablando en la barra del bar. Ese no era otro que un simple escultor. Una magnífica exposición de su obra había aparcado en Pamplona para deleite de todo aquel que quisiera admirarlo. -Ya sabes- le dije al muchacho.- El que esculpió a un hombre que lee el Marca mientras hace caca. El pensador del Váter, de Rodin-. Juro por mi sombra que ni sabía quién era el escultor ni el esculpido. Ese chico educa o instruye a nuestros hijos.

Si alguien piensa que estas líneas son un ataque contra el cuerpo del profesorado patrio se equivoca de cabo a rabo. Pero sé sumar y restar. La ciencia ha demostrado que un inmenso porcentaje de los conocimientos que vamos a absorber en nuestra vida se adquieren desde el nacimiento hasta la adolescencia. O sea, somos esponjas vírgenes, sin prejuicios y preparadas para capturar todo aquello que caiga en nuestras manos o roce nuestro cerebro. ¿No les parece evidente que los mejores profesionales de la enseñanza deberían ser aquellos que van a acompañar a los peques durante ese período de sus vidas? ¿Los mejor preparados? ¿Los más intuitivos e innovadores?

Estoy seguro de que están de acuerdo con todo o gran parte de lo que digo. Pero la realidad es que la carrera de magisterio dura tres años y a las veinte primaveras un sinfín de mozalbetes licenciados ocupan la mesa del profe sin los conocimientos mínimos necesarios ni la perspectiva que otorgan la vida adulta y la madurez para guiar a nuestros pequeños. Que ninguno se enfade porque esto no es una queja sobre los profesores; lo es sobre el sistema. De hecho, el profesorado es el primer gran sufridor en este dilema.

Las bajas por problemas de ansiedad y/o estrés se disparan desde hace años. Normal. Bastante hacen soportando hercúleamente la indignante falta de auctoritas a la que les han conducido las continuas e ineficaces leyes de educación españolas y autonómicas. Vergonzante. Y para colmo, cualquier licenciado universitario tiene derecho a ejercer de profesor de instituto, de educador, cuando puede estar tan preparado para tal efecto como el que escribe para ver con el ojo vago.

Entonces ¿Dónde queda el adoctrinamiento? Sencillamente, surge de la sustitución de programas avanzados de enseñanza, científicos, por los más asqueroso de los ombliguismos patrios y, si bien es cierto que Cataluña lo ejerce con fruición, no lo es menos que el resto no nos quedamos atrás en eso de adoctrinar. Pero si todos nos concentramos en las butifarras, en 1714 y en las carnes tolendas o las carnestoltes descansaremos más tranquilitos sin observar que en el resto del territorio se está cometiendo el mismo crimen con la educación de los más asequibles para ser adoctrinados.

¿Es vergonzante lo de Cataluña? Pues claro, como lo de toda España. Cuando un amiguito tuyo, muy jovencitos ambos, te ha enseñado su cuaderno de problemas y has visto que las operaciones de mates se hacen con bombas y guardias civiles poco te puede sorprender que a un niño catalán le expliquen qué es un preso político en la televisión pública. Que un niño extremeño no conozca los montes de Toledo o que un murciano no sepa que por el río Sil, hijo del Miño, pululaban buscadores de oro.

La verdad es que es más sencillo enfadarse con un catalán ¿No es cierto?. Lo complicado es quejarse cuando eliminaron los dictados a primera hora; cuando desaparecieron los ceros de los exámenes o cuando se le dejó de tratar de usted a un profesor.

Pero claro, eso es de carcas ¿Verdad? Lo fetén es ir a darle dos hostias al profe del niño porque ha expulsado de clase al mamón del crío maleducado. No me fío de aquellos que usan la demoníaca situación de la enseñanza primaria catalana sin volver la mirada hacia la propia. Es contestar al nacionalismo con más nacionalismo. Solo del reconocimiento del problema puede surgir una solución de la que sean los enanos los únicos beneficiados. Nosotros ya no contamos.

PD: Mi hermana les dijo a sus dos hijos de once años, mis sobrinos gemelos hoy estudiantes de derecho, que era una pena que no fueran a estudiar o saber nada de latín. La respuesta de ellos casi me hizo llorar. -¿Qué es latín, mamá?


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