• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / Fue director del Observatorio Internacional de Víctimas del Terrorismo (OIVT) de la Fundación San Pablo-CEU.

La dura realidad

Por Cayetano González

No sé qué extraño mecanismo de autodefensa anida en los seres humanos para que en ocasiones nos cueste aceptar la realidad que tenemos ante nuestros ojos, aunque ésta sea muy dura.

Y eso que puede pasar en el ámbito personal, profesional, social, adquiere una mayor relevancia cuando esa dura realidad afecta a cuestiones tan fundamentales como la libertad, la defensa de nuestra civilización o el derecho a la vida.

Tras los brutales atentados terroristas perpetrados en París en la noche del pasado viernes todavía hay algunos dirigentes políticos o líderes de opinión en nuestro País que se resisten a llamar a las cosas por su nombre y huyen como de la propia peste de utilizar del término "guerra" para diagnosticar el pulso que ha lanzado a occidente el Estado Islámico y los grupos terroristas que cobija en su seno. No sucede lo mismo en otras latitudes. Desde el propio Presidente de la República francés, François Hollande, pasando por Obama, David Cameron o Ángela Merkel no tienen tantos remilgos en reconocer lo evidente: que el Estado Islámico ha declarado desde hace ya tiempo la guerra a las sociedades modernas y avanzadas, estén estas en el continente europeo, en el americano o en cualquier otro.

Para afrontar un problema de tal gravedad lo primero que hace falta es realizar el diagnóstico correcto de la situación. Si efectivamente lo que está sucediendo es lo más parecido a una guerra, ciertamente con unas características distintas a las que ha habido hasta la fecha, la respuesta a la misma tendrá que ser lo suficientemente proporcionada, no sólo para defenderse, sino para derrotar al enemigo que te la ha declarado. El buenismo que predican algunos ya no tiene ningún sentido porque con eso no se aplaca al enemigo ni se le convence para que deje de matar a seres inocentes, como eran todos y cada una de las 129 víctimas mortales de París, o como antes lo fueron los ciudadanos que estaban en las Torres Gemelas de Nueva York, en los trenes de Atocha o en el metro de Londres.

Si queremos que nuestra civilización tal y como la conocemos a día de hoy salga triunfante de este envite no queda otro remedio que aceptar que la situación es enormemente delicada, que muy probablemente habrá más atentados terroristas y que por lo tanto tendremos que vivir momentos muy duros. Los españoles, desgraciadamente, sabemos algo de esto. Cincuenta años de terrorismo de ETA y la masacre del 11-M del 2004 nos han enseñado algunas cosas, de las que quiero subrayar dos: que lo primero es estar siempre al lado de las víctimas y, en segundo lugar, que no cabe ningún tipo de componendas con quienes utilizan la violencia en nombre de una religión, de un Dios, o de unos pseudos objetivos políticos. A los terroristas se les derrota, porque si no la alternativa es que ellos te derroten a ti.


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