• jueves, 18 de abril de 2024
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Opinión / Fue director del Observatorio Internacional de Víctimas del Terrorismo (OIVT) de la Fundación San Pablo-CEU.

Aquelarre nacionalista

Por Cayetano González

La definición que el diccionario ideológico de la lengua española de la Real Academia otorga al término aquelarre: "conciliábulo de hechiceras", sirve para describir bastante bien lo que ha sucedido en la mañana del lunes 6 de febrero con motivo de la declaración ante los tribunales de justicia del ex-Presidente de la Generalitat, Artur Mas, y otros dos miembros de su Gobierno, Joana Ortega e Irene Rigau, por la convocatoria ilegal por parte de la Generalitat del referéndum que se llevó a cabo el 9 de noviembre de 2014.

Lo primero que llama la atención es que el juicio haya comenzado con media hora de retraso, no porque los miembros del tribunal hubiesen llegado tarde o se hubiera producido algún tipo de problema técnico en la Sala.

No, el juicio no ha empezado a su hora porque el baño de masas que se ha dado Artur Más y sus acompañantes se ha ido alargando y ha durado más de lo previsto.

¿Qué le pasaría a un ciudadano de a pie si llega media hora tarde a una cita con el juez? Ya se ve que hasta en estos pequeños o no tan pequeños detalles no es verdad que todos seamos iguales ante la ley.

El aquelarre que ha acompañado a Mas hasta las puertas del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña es lisa y llanamente una forma de querer influir en los jueces que tienen que juzgar al ex-Presidente de la Generalitat y a los otros dos miembros de su Gobierno por dos delitos: el de desobediencia al Tribunal Constitucional y el de prevaricación.

¿Quién ha pagado la parafernalia que ha supuesto traer hasta Barcelona y sacar a la calle a las cerca de 40.000 personas que según la Guardia Urbana han estado arropando a Mas?

Es evidente que los nacionalistas son unos maestros en organizar este tipo de montajes, donde se mezcla todo: el sentimentalismo, el victimismo, la bandera, el concepto de democracia, los eslóganes.

Pero al final consiguen que la atención se centre en ellos y que no se hable de otra cosa al menos durante un cierto tiempo.

Lo de menos es si se cometió un delito, si un cargo público como era Artur Mas prevaricó a conciencia que lo hacía al convocar una consulta que había sido prohibida por el Tribunal Constitucional. Y además habrá que recordar que el Presidente de la Generalitat es el máximo representante del Estado en su Comunidad.

El pulso que los independentistas catalanes lanzaron hace ya cuatro años a ese Estado al que más tenía que defender sigue vivo y lo sucedido este lunes en Barcelona no hace más que confirmarlo.

¿Qué hará el Gobierno de España para pararlo? De momento, Rajoy sigue ofreciendo diálogo dentro de la ley. ¿Diálogo con alguien que no quiere saber nada de ti? Los independentistas están muertos de la risa y el resto de los españoles pagando de nuestros bolsillos sus gracias.


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