• viernes, 29 de marzo de 2024
  • Actualizado 13:38

Opinión / Tribuna

¿Control al Gobierno? Aquí sí, allí no

Por Carlos Salvador

El pasado miércoles el PSOE defendió en el Pleno del Congreso de los Diputados una solicitud (firmada por casi todos los partidos, incluidos los partidos independentistas)

en la que se pide que el Tribunal Constitucional desbloquee el conflicto institucional generado entre la propia cámara y el Gobierno de la nación y decida si el Gobierno debe ser controlado o no por el parlamento nacional.

En ese debate, desde UPN, defendimos abiertamente que, aún habiendo razones jurídicas y precedentes -sobre todo autonómicos- para defender una opción y la contraria (control sí, control no) en la balanza pesan más aquellos argumentos y razones para sostener la legalidad y necesidad democrática de un control parlamentario del gobierno en funciones.

Mantuvimos que lo mejor hubiera sido encontrar entre todos (Cortes Generales y Gobierno de la Nación) una solución pactada, asumida por todos, “amoldando”, “adaptando” el control parlamentario a este tiempo de excepcionalidad e interinidad.

Señalamos, por otra parte, que no nos parecía un drama recurrir al Tribunal Constitucional para que sea é quien arbitre una solución jurídica en este caso. Y abogamos para que, en el futuro, y pase lo que pase, modifiquemos la normativa para evitar que vuelva a producirse este desencuentro institucional.

Lo que también denunciamos abiertamente y sin complejos fue la falta de sinceridad de la petición por parte de los firmantes, en especial por parte del partido socialista.

Porque lo cierto es que el PSOE, en una situación similar en Andalucía, defendió justamente todo lo contrario de lo que defendió en Madrid. Es decir, que el gobierno “en funciones” que presidía Dª Susana Díaz no debía ser controlado por el parlamento andaluz.

Como decía, ambas posturas tienen su razones jurídicas (y en Andalucía hasta un informe del letrado de su Parlamento defendía la imposibilidad del control)  pero, ¡qué quieren que les diga!, la sobreactuación; el cambio de criterio según la posición que un partido ocupa respecto al poder (gobierno u oposición) y, lo más obsceno, la tranquilidad (cara dura) con la que se defiende una postura y la contraria ante el mismo supuesto, nos animaron definitivamente a no apoyar esta petición tan pervertida.

En estos tiempos la gente huye y abomina de “la política” sobre todo por la corrupción económica que en demasiadas ocasiones la vampiriza (y que es una auténtica vergüenza nacional), pero otros muchos también lo hacen ante la escasa honradez intelectual de sus representantes; la falta de palabra; el travestismo en los principios y la levedad de las convicciones.

Todo vale. Neomarxismo…, de Groucho Marx: “Tengo estos principios, pero, si no les gustan, tengo estos otros”

Pd. Otro día les contaré el papelón histórico de los partidos antiespañolistas en este debate. ¡Qué ridículo!


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